domingo, 30 de septiembre de 2018

00819 El Olor de las Tomateras

EL AROMA DE UN VERANO

Si tuviera que identificar un olor con este verano, sin duda este sería el que se desprende de las tomateras. Así me lo dicen mis largas y felices horas que me he pasado entre plantas, frutos, agua, tierra y hierbas.

Un aroma que atrapa desde el momento en el que introduces las pequeñas tomateras en la tierra y que te impregnan las yemas de los dedos de un suave, delicado y dulce perfume de viejo recuerdo y esperanzada espera.

Cuando en el día a día visitaba el huerto este verano, la rutina de trabajo, salvo que apareciera algún que otro matiz inesperado, comenzaba por atender y asear las dos hileras de variados pimientos. Le seguían los calabacines, pepinos, lechugas, acelgas, borrajas, cebollas y calabazas. El laboreo era rápido y rutinario hasta llegar a la tomateras, en el centro del huerto, separando las judías, berenjenas, guindillas, guindillones, plantas africanas, más lechugas y cebollas, y las nuevas remesas de borrajas y acelgas. Aquí invertía más tiempo. No por el trabajo que dieran las tomateras sino por el placer que sentía estar entre ellas. El aroma que desprendían las plantas me enganchaba de tal manera que hacía que mi estancia entre ellas se prolongara sin importarme lo que marcaran las agujas del reloj. Me sentía feliz, como anestesiado. Cada roce de mi cuerpo con las plantas, un nuevo soplo de grato y apacible aliento. Lo que hubiera dado por poder guardar en un frasco la esencia de estos momentos y aspirarla en cualquier abatimiento. No entiendo de perfumes ni de esencias, pero yo sería el fan número uno si a alguien se le ocurriera crear un perfume con olor a dulce tomatera de campo, vida y huerta.

Y en la despedida de cada día, finalizada la tarea, un último respiro en el centro del huerto para llevarme a casa su recuerdo.





sábado, 29 de septiembre de 2018

00818 El Parchís

ADORABLE PARCHÍS


De vez en cuando tengo por costumbre hacer revisión de las cosas que guardo y evaluar su vigencia personal. Vamos, que de ciento a viento me dedico a hacer limpieza de todas las cosas inútiles que voy amontonando.

Hoy he empleado esta necesaria labor a revisar algunas estanterías del despacho, también conocido como la leonera, y en una de ellas me he topado con los juegos de mesa a los que se les había colado más de un extraño. Dados, cartas, el Scrabble, más barajas, el Pictgionary, el Superpoly, el Trivial, un par de dominós, otro par de bingos y el PARCHÍS son el grueso de juegos de mesa que todavía conservo y que, lamentablemente, hacemos uso de ellos en contadas ocasiones.

Obsérvese que la palabra parchís la he escrito con mayúsculas. No es porque se se me haya quedado enganchada la tecla de las mayúsculas del ordenador, no. He querido que así fuera. No es un parchís cualquiera, es el parchís con mayúsculas. Es el parchís que ha sobrevivido a muchas infancias. El parchís que protagonizó muchas tardes de familiares encuentros y alguna que otra noche de festivo insomnio en medio de una mesa camilla. "Me como la ficha verde y cuento veinte". Se trata de un parchís artesanal de madera y cristal, y con el dado en el centro del juego,  que se hace voltear de forma mecánica mediante cuatro pequeñas ruedas. Aquí no caben trampas ni artimañas a la hora de lanzar el dado. "Entro en casa y cuento diez". En uno de sus laterales hay un pequeño cajetín donde se guardaban las fichas de colores. Hablo en pasado porque no queda ficha alguna del original parchís. En algún momento debí comprar un juego de fichas. "Abre de una vez la barrera. Siempre igual". "Toma, un seis! ¡Abre la barrera!"

Este parchís llegó a casa de mis padres antes que yo. Siempre lo recuerdo guardado en el armario del cuarto de los juguetes. Otra leonera. "¡Cinco! Salgo de casa. Ahora os vais a enterar! Lo he cogido entre mis manos y he manipulado las cuatro ruedas para cerciorarme de que estaban en perfecto estado de uso. Y sí, el dado ha emitido el sonido de siempre contra el cristal. No sé por qué, pero se me ha puesto carne de gallina. "Un tres, un tres.... ¡Tres! Uno, dos y tres, ¡he ganado! ¡he ganado!

No lo voy a recoger. Esta noche me apetece jugar con mi familia una, dos o tres partidas de parchís como hacíamos en aquellos ya lejanos tiempos.





viernes, 28 de septiembre de 2018

00817 Las Berenjenas Africanas

CURIOSA HORTALIZA

Desconocía de su existencia hasta que este verano mis vecinas de huerto, unas simpáticas y hacendosas de origen guineano,  me regalaron dos plantas de esta especie vegetal junto a otras tres de okra, una hortaliza popular africana, para que las plantara en mi pequeña y prestada parcela de tierra.

Durante este tiempo venía observando que mientras los centenares de plantas de mis vecinas iban creciendo de manera espectacular, ellas riegan por inundación, las mías apenas subían dos palmos del suelo; yo riego por goteo. Llegué a dudar que estas plantas dieran fruto alguno.

Me interesé por sus cuidados y,  entre otras consideraciones, se hacía observar que requerían mucha agua. Así que comencé a regarlas con una regadera. El cambio de actitud de las plantas fue notorio. Comenzaron a coger altura y sus hojas crecían como las plantas de mis vecinas. Aún así, seguía en desventaja. Las del huerto de al lado comenzaron a florecer y a dar sus frutos y las mías solo hojas.

Un día vi en las plantas unas pequeñas florecillas blancas: las berenjenas africanas ya estaban aquí. Pero, ¡oh, sorpresa!, al día siguiente habían desaparecido y las hojas se mostraban mordisqueadas. Una legión de mariquitas se había asentado en ellas. Las desalojé una a una con la esperanza de que las plantas volvieran a respirar. En día sucesivos fui vigilando que ningún bicho hiciera de estas plantas su comedero particular.

A finales de agosto, primeros días de septiembre, mis vecinas comenzaron a recoger este curioso y singular fruto. Mis plantas apenas lo asomaban. Pero curiosidades de la vida hortícola, en tres semanas el fruto comenzó a crecer y a crecer, hasta hoy que he traído el primero a casa. Está mal que yo lo diga, pero como este ejemplar, mis vecinas, entre los centenares recolectados, no han cogido otro igual. Poco orgulloso que estoy con mi berenjena africana.

No tengo ni idea todavía qué hacer con ella. Pregunté a mis vecinas y me dijeron que ellas la consumen en guisos y sofritos. Pero de aquí no pasé, así que miraré cómo tomarla y ya os contaré. Iré haciendo probatinas con la media docena de berenjenas que espero recoger.







00816 El Hojaldre

LA MASA MULTIUSOS


Envuelve, sostiene, abraza, ocupa, tapa, oculta, decora... es un buen aliado en la cocina. Se basta por sí solo y no pone reparos ni a lo dulce ni a lo salado. Su horneado olor todo lo ocupa, atrae y contagia. Así es el hojaldre, una siempre apetecible masa crujiente de harina, mantequilla y sal.

Todo le va bien y se acomoda como nadie a ser aperitivo, entrante, primer, segundo plato o postre. Es una delicia trabajar con él y sus resultados son espectaculares.

Cuentan que el origen del hojaldre "se encuentra en la repostería medieval en las zonas bajo influencia árabe, aunque su origen probablemente sea anterior, pudiendo encontrarse referencias clásicas a pastas de repostería hojaldradas en Grecia y Roma. En su origen, cada hoja, muy delgada, se hacía por separado y, untadas de grasa, se unían, tal y como se sigue haciendo en platos como la pastela marroquí, en algo semejante a la masa filo".

Leo también que "en Francia, en una famosa panadería, trabajaba un ayudante una masa que le encargó el jefe panadero. A este ayudante se le olvidó poner la grasa en la masa, y cuando se dio cuenta la masa ya estaba amasada sin grasa. Preocupado por si el jefe le regañara, extendió la masa, le puso en el centro la grasa y le dio varias dobleces a la pasta extendiéndola cada vez más. Al final llegó el jefe panadero e hizo sus panecillos como siempre. Al ver que la masa se elevaba de una manera uniforme y hacía varias capas entre sí como un libro, sorprendido llamó a su ayudante. Al explicarle el ayudante lo que había pasado, el jefe lo abrazó y felicitó por la nueva masa que había creado. Pasados algunos años esta masa fue perfeccionándose y salieron variantes que son la misma masa con diferente cantidad de grasa y dobleces".

Nunca he hecho masa de hojaldre, siempre la he utilizado industrial. He sentido curiosidad por su elaboración y he llegado a la conclusión de que hay que echarle ganas y tiempo. Espero este fin de semana tener sendas condiciones y elaborar hojaldre siguiendo las instrucciones que he encontrado, después de visitar varias páginas web, marialunarillos.com. De todas las que he llegado a ver me parece esta la más asimilable. A ver qué pasa y espero que no me salgan rosarios.





jueves, 27 de septiembre de 2018

00815 El Timbal de Pepino

AMPLIANDO RECETARIO


De mis últimos viajes a Bilbao regreso a casa con nuevas recetas aprendidas de mi hermano Antonio. Ya he comentado con anterioridad en este caleidoscopio vital, que comer en casa de Antonio y Ana es un auténtico festival gastronómico, siempre delicioso y sorpresivo.

Habitualmente, en los menús diseñados para nuestros encuentros, nos ofrecen platos que saben que nos agradan y que solo comemos cuando vamos a Bilbao; elaboraciones de recuerdo y devoción. Y entre estos, alguna novedad aprendida por Antonio en su eterna inquietud por la cocina y el bien comer.

El que ahora traigo hasta aquí no sé su auténtico nombre, así que lo he bautizado como "Timbal de Pepino". Me pareció una variante del tradicional Tzatziki griego, salsa de pepino y yogur griego, pero más sabroso y delicado. Además de su vistosidad en el plato, me encantó la curiosa mezcla de sabores y su sencillez.

Ingredientes para cuatro personas: Un pepino, dos yogures griegos, dos cucharadas de mostaza de eneldo, una lata de anchoas, cuatro cucharadas de miel y una pizca de sal.

Elaboración: Comenzamos pelando el pepino y lo laminamos muy finamente sobre un bol con un rallador. A continuación añadimos al bol un yogur griego, un par de generosas cucharadas de mostaza de eneldo y una pizca de sal. Mezclamos todo bien

Depositamos un molde sobre un plato e introducimos en él la mezcla elaborada, que ocupe la mitad del molde. Completamos con un par de cucharadas de yogur. Introducimos en el frigorífico los moldes cubiertos cada uno con un film de cocina, por espacio de treinta minutos. Pasado este tiempo, y a punto de servir, sacamos los moldes del frigorífico. Acabamos el plato añadiendo un par de buenas anchoas de Santoña, una cucharada de miel y el ornamental perejil. Desmoldamos y a la mesa.

Un entrante original, fresco y sabroso.









miércoles, 26 de septiembre de 2018

00814 El Abrazo del Mar

SIEMPRE ADMIRADO


Necesitaba un abrazo. Siempre son necesarios los abrazos con independencia de que el espíritu que los mueve esté arriba o abajo. Nunca viene mal un apretón de esos que hasta el corazón parece pedir regazo.

Miré a mi alrededor y no tenía a quien envolver entre mis brazos y sentir en mi espalda el acompasado y sonoro plas, plas, plas, plas de vieja usanza.

Me acordé entonces del mar con su brisa, su agua, sus olas y su espuma blanca. A él le pedí el abrazo necesitado. Me lo trajo desde la línea del fondo en quietud desmesurada y al llegar a la orilla, entre revuelos y cálidos aromas, me lanzó el abrazo deseado; el abrazo de un mar que no se cansa de ser admirado.

00813 Cherry con Anchoas

Y A DISFRUTAR

El huerto anuncia recogida. Mi reencuentro con él no ha sido todo lo fructífero que hubiese deseado. A pesar de mi dedicación, imagino que algo no habré hecho bien. Con todo, mi gratitud a los buenos momentos que me ha permitido pasar este verano entre sus plantas y frutos.

En esta ocasión, los tomates Cherry han sido los que se han mostrado más sensibles con mis desvelos y esfuerzos. Si la primera floración fue aceptable, la segunda está siendo magnífica. De ellos he ido dando buena cuenta en aperitivos y cenas sin esforzarme demasiado en su elaboración; alguna brocheta, solos con aceite y sal, macerados en aceite y ajo, con queso fresco, o estos que presento acompañados de anchoas. Para disfrutarlos no necesitan mucho más. Cuando llegue su pronta y definitiva despedida por este año, ya pensaré en algo más ceremonioso, como en una buena tostada e incluso protagonistas de alguna pasta.

El tomate está en su justo punto de maduración y sabor, así que lo abrigaré con una anchoa, en esta ocasión, lástima, no es de Santoña, y lo aderezaré con un buen, eso sí que tengo, aceite de oliva virgen, unas escamas de sal Maldon, pocas, y algo de orégano. Y a disfrutar.


martes, 25 de septiembre de 2018

00812 Las Brevas

APRENDIENDO CADA DÍA

Una de las enseñanzas que me dispensa este caleidoscopio vital es mostrarme que mi ignorancia no tiene límites, nada nuevo por otra parte, y que gracias a él, a través de la curiosidad que me despierta e imprime, voy aprendiendo, aunque solo sea, conocimientos de lo útil e  inútil. He aquí un ejemplo.

Todo fruto de la higuera para mi es un higo. Obvio. Y según en qué zonas de la geografía española, como ocurre con muchos alimentos, puede adquirir otra nomenclatura. Esta pasado verano compré en el mercado de "El Carmen" de Huelva unos, para mis ojos y entendederas, higos, preciosos y bien sabrosos. Dulces a más no poder. En el despacho de frutas lo ponía bien claro, "Brevas de Huelva". Y como donde fueres haz lo que vieres, así las pedí.

Me gustaron a rabiar, las inmortalicé para traerlas hasta este blog y cuando había titulado la entrada con el nombre de higos,  me ha asaltado la duda y la curiosidad. Así que me he puesto a navegar por la red y....

Las brevas son el fruto de las higueras bíferas, es decir, que tienen dos fructificaciones. Se trata de  una variante genética de las higueras de una sola fructificación y  que se encuentran mezcladas con sus iguales sin que haya un motivo específico para distinguirlas. En realidad tienen también una sola fructificación, entre agosto y septiembre que es cuando se producen los higos, pero su especial resistencia al frío hace que los frutos tardíos, los nacidos en octubre, se queden en estado de "hibernación" en el árbol hasta la primavera siguiente.

Con los primeros calores de mayo y junio del año siguiente, el fruto "pendiente" se reactiva y se desarrolla para dar las brevas; un fruto de piel más fina y quebradiza. ¡Qué cosas!

Pues otra cosa más aprendida.







00811 La Trenza de Almudévar

DONDE VA, TRIUNFA


No recuerdo con exactitud la primera vez que la probé. Ni dónde ni por qué. Solo sé que me entusiasmó. Me pareció algo espectacular, novedoso y sin igual. Desde aquel ya lejano entonces, la Trenza de Almudévar, y sobre todo la original de los Hermanos Tolosana, ha sido partícipe de un buen número de celebraciones y compañera también de otro buen número de viajes. Digo esto porque en casa, las tradicionales velas de cumpleaños, por ejemplo, ya no salen a la mesa sobre una tarta, sino que lo hacen en función del gusto de quien cumple los años, sobre una Trenza de Almudévar o un Pastel Ruso. En cuanto a lo de convertirse en compañera de viaje, es obvio que donde va triunfa y siempre es bien recibida.

Como hace poco escuché a alguien delante de un trozo de este manjar, después de una más que opípara comida, "la Trenza de Almudévar se come aún sin ganas". Aseveré con la cabeza. Yo tampoco podía más, pero cómo rechazar este bocado de crujiente glasa y cremosa textura, con aromas de mantequilla, nuez y almendra caramelizadas al horno, y el perfume del licor de las pasas maceradas. ¡Imposible!

Y ya no digo nada cuando este placer va acompañado por una o dos bolas de helado de vainilla con nueces de Macadamia. De auténtica apoteosis final.






lunes, 24 de septiembre de 2018

00810 La Tortilla de Pecado

DOS O TRES AL AÑO

Supongo que tendrá otra denominación, aunque yo la desconozco. Así, que como se trata de una tortilla que está de pecado y es un pecado comerla, la bautizo de esta forma.

No acostumbro a elaborarla y cuando la hago, me entra cargo de conciencia. Es más, he estado luchando contra la tentación, como tantas otras veces, pero alguna vez me tiene que ganar la partida. Y no me arrepiento, está deliciosa. La hacía mi abuela Genoveva, también mi madre, y yo continuo con la tradición. !Ah, claro! que todavía no he dicho de qué palo va esta tortilla.

Se trata de la típica tortilla "mal hecha" que nace al finalizar la operación de un rebozado. Raramente calculamos bien el huevo a utilizar en un rebozado y siempre nos queda huevo batido en el plato de operaciones. Cuando utilizamos pan rallado para el rebozado, en el aceite de la sartén  quedan habitualmente un buen número de crujientes granitos de pan rallado. Este es el justo momento de vencer la tentación. O nos despreocupamos del huevo restante y del aceite y a otra cosa mariposa, o echamos el huevo en la sartén y mientras se hincha y burbujea, con una rasera vamos removiéndolo para que absorba el pan rallado. Sacamos de la sartén la aceitosa tortilla y la depositamos sobre una rebanada de pan. ¡Qué escándalo! Cualquier dietista, nutricionista o galeno que pueda leer esto se llevará las manos a la cabeza. Normal.

Aunque este aprovechamiento del rebozado me encanta, es el segundo que he tomado en todo el año.

sábado, 22 de septiembre de 2018

00809 La Carolina

NACIDA EN BILBAO


Me enamoré de ella el primer día que me la presentaron. Fue un flechazo a primera vista; esbelta, dulce, alegre y sensual. Además, me encantó la historia de su nacimiento y su vida repleta de éxitos, hasta el punto de convertirse en todo un referente en la capital vizcaína.

Nos vemos poco. Solo cuando voy de visita a Bilbao. No acostumbra a airear su porte fuera de aquí. O yo por lo menos nunca la he visto. Y es que la Carolina es así, exclusiva y original.

Ya he comentado que me encanta el merengue, me vuelve loco el merengue, y si a esto le añadimos su justa proporción en el tamaño, una curiosa presentación y su facilidad para poder degustarlo sin hacer excesivos malabares..., además de ganarme por el  gusto, también me gana por el  corazón. Es el caso de la Carolina, uno de los tres dulces típicos de Bilbo, junto a los bollos de mantequilla y al pastel de arroz, y cuyos ingredientes principales son: merengue, hojaldre, crema pastelera o de coco, yema de huevo y chocolate.

Cuentan que un pastelero bilbaíno quiso sorprender a su hija el día de su cumpleaños con un postre especial. Al parecer, el merengue era su dulce favorito y a partir de él, ideó este vistoso pastel fácil de comer. Así, montó una espuma de merengue sobre una base de fino hojaldre relleno de crema pastelera. Para su decoración empleó una lámina de yema de huevo por un lado y otra de chocolate por el otro. El pastel recibió el nombre de Carolina, ya que así se llamaba su hija.

La marquesa de Parabere recoge esta receta en su primer libro "Confitería y Repostería" en 1930.

Cuando vayas a Bilbao, no dejes de saborear una de estas deliciosas Carolinas, si no son dos.










00808 Un Reencuentro

CALLE ARTIGAS


Hacía muchos años que no transitaba por esta calle y sus aledaños. Hay recuerdos y reencuentros que cuestan afrontar. Hacerlos presentes en algún lugar del cuerpo duelen y estrangulan el alma. La última vez que aquí fijé mis ojos en esta pequeña calle, estaban húmedos, contagiados de un día lluvioso; desconsolados de ver el fin de un periodo de vida que se iba amontonando en un contenedor.

No sé por qué, pero mi caminar hoy ha querido traerme hasta aquí, hasta esta calle de vivencia e infancia. Está muy cambiada a como yo la recordaba. Ya no huele a obrador, a ese pan que tantos amaneceres perfumara. Ya no hay trasiego de gentes. Ya no queda casi nada.

Miro la calle solitaria y en soledad y me parece escuchar: "Tres navíos en el mar... Y otros tres en busca vaaaan", "Alto la valla por mí y mis compañeros y por mí el primero", "Churro, media manga, mangaentera", "Cuando vengas a casa sube una barra de pan", "No te lo repito una vez más, que subas a cenar".

Calles Cuatro Reyes, Vidania, Villahermosa y  "La Correría", junto a la calle Artigas. Un círculo urbano de juego infantil que ahora se me antoja tan pequeño como la palma de una mano y que en aquellos días de flequillo y pantalón corto, me parecía un fantástico mundo por explorar.

Un conocido ha salido a fumarse un cigarrillo apostado a la puerta trasera de su negocio. Se ha sorprendido al verme "por estos lares". "¿Te has perdido?", me ha preguntado con una sonrisa picarona. "Más o menos", le he contestado a la vez que recogía mi última instantánea.

No, no me había perdido. Había venido a reencontrarme, reconciliarme y a enfrentarme al dolor que causa la ausencia y a un tiempo de inevitable pasar. Mal trago superado. Al fin y al cabo, no deja de ser mas que el simple guión de la vida.











jueves, 20 de septiembre de 2018

00807 Las Piparras en Tempura

ENCANTADAS DE CONOCERSE

Vuelven las piparras a este caleidoscopio vital, pero en esta ocasión lo hacen acompañadas de una preparación gastronómica que también ha sido protagonista ya en este blog; la tempura.

En esta ocasión, las guindillas o piparras, vienen frescas, recién salidas de la mata y no muy grandes. La primera vez que las comí así fue recientemente en Bilbao y se han convertido en el aperitivo obligado de mis últimas visitas a la capital vizcaína.

Su elaboración es muy sencilla. Solo se necesitan guindillas frescas,  harina para tempura, agua fría, sal Maldon y aceite. Preparamos la tempura mezclando la harina y el agua con un poco de sal hasta que consigamos una consistencia ni muy fina ni muy gruesa. La clave está en meter en la mezcla una cuchara y que una vez impregnada le cueste caer. A continuación limpiamos las piparras con un trapo, las pasamos por la tempura y las introducimos en la sartén con el aceite bien caliente hasta que se doren, algo que se consigue en muy poco tiempo. Se sirven nada más sacarlas de la sartén o freidora con unas escamas de sal Maldon por encima. Me parecen deliciosas.

En fresco y de pequeño tamaño no acostumbran a picar. Como las pipas, una vez que comes una ya no puedes parar hasta que se acaba la ración.


miércoles, 19 de septiembre de 2018

00806 El Tomate de Pera

CARNOSO, DULCE Y AROMÁTICO


Este simpático fruto de dura piel, de brillante color rojo, carnoso, dulce, sabroso y aromático, ha sido este verano otra de mis alegrías en mis días de sol y huerta. Gracias a su específica personalidad dentro del amplio abanico de variedades de tomate, el tomate de pera, conocido también como tomate Roma, me ha regalado un buen número de frescos salmorejos que he consumido con auténtico deleite.

Cierto es que les costó sonrojarse, pero cuando encontraron el camino fue un sin parar. Seis, siete, diez, doce, catorce y salmorejo a la vista. Cerca de litro y medio. Nada que ver con el aporte de sabor que puedan ofrecer otros compañeros. Me da pena que toquen a su fin por esta temporada y que las pequeñas tomateras se tornen en secos esqueletos vegetales.

Ya puestos, y en la despedida, me he interesado por conocer otras de sus cualidades. Leo que su aporte calórico es escaso y que es una buena fuente de hidratos de carbono, proteínas, fibra y ácido ascórbico, ácido fólico y licopeno. Contiene además, vitaminas, en mayor cantidad C y E, provitamina A y vitaminas del grupo B, en especial B1 y B3. Contiene también minerales como el potasio o el yodo, entre otros. A todo esto hay que añadir su factor antioxidante y todo lo que ello conlleva.

Me despido de él hasta el próximo año. Sí, ya sé que ahora se pueden encontrar en cualquier momento del año, pero nada que ver. Me gustan de temporada, en su momento, con toda su carne, dulzura y aroma.




00805 Las Uvas

CON ALGÚN PERO...


Mi gusto por este fruto comienza ya por su estética en la vid y la vistosidad de sus racimos. Llama la atención. No pasa desapercibido.

Si no fuera por mi tortuosa y desesperante relación con la uva, comería más. Me gusta, además de ser un momento entretenido. Solo la consumo llegado el mes de septiembre y el día de Noche Vieja con sus tradicionales doce unidades.

Me explicaré. Hay algunos alimentos de los que me encanta su sabor pero que por algún motivo tengo dificultad para que me pasen por el gaznate. Por ejemplo, la chufa o el coco. Los mastico todo lo que puedo, les saco toda la esencia y al final acabo sacando el resto de mi boca. No es plan.

Con la uva me sucede algo parecido. No puedo ni con sus pepitas ni con sus hollejos. Y mira que lo intento. Así,  que cuando me dispongo a comer uva necesito una preparación preliminar que es casi como un castigo. Tengo que coger grano a grano, partirlo por la mitad, desvestirlo de su hollejo y quitarle las pepitas. Tampoco es plan. Si alguna vez he hecho la hombrada de obviar la operación mencionada, y dicho lo dicho, os podéis imaginar el caos que se forma en mi boca.

Cuando tengo la oportunidad como ahora de coger las uvas de la propia parra me resulta más sencillo y no necesito tanto ceremonial. Se trata de una parra de confianza y  libre de pesticidas. Es una parra "brava". En este caso, cojo el grano, lo limpio con las yemas de los dedos y absorbo su pulpa. El resto, a una bolsa de basura. Disfruto lo que no está escrito. Una maravilla. Incluso me entreno a tragar granos, pero no hay manera. En fin, ¡viva la uva!