sábado, 31 de marzo de 2018

00653 El Rodaballo

AL HORNO

Bienvenido a este blog otro de mis pescados "premium". Todo lo que tiene de aspecto poco afortunado, así me lo parece, lo compensa con su sabor. Necesita pocos ingredientes a la hora de cocinarlo. Se basta por sí solo. Es así de personal y valiente. Su único pero, el precio. Por eso, es de mis pescados "homenaje".

En el mercado, tanto el rodaballo salvaje como el de cultivo son pescados caros. En la actualidad, su cría está muy desarrollada, siendo Galicia la comunidad autónoma pionera en su cultivo. Los rodaballos de cultivo, menos sabrosos que los salvajes, son fáciles de identificar porque tienen una tonalidad verde más oscura.

Se trata de un pescado blanco catalogado como semigraso. Su contenido graso oscila entre el 2 y el 5%. En su composición destaca la elevada presencia de vitamina B9, en mayor cantidad que en el resto de pescados, así como de vitaminas B12, B2 y B3. Las proteínas de buena calidad representan un 17% de su peso total. Tiene una alta cantidad de minerales; entre ellos, destacan, el yodo, magnesio, selenio, potasio, fósforo y sodio. Sus pocas calorías y fácil digestión lo convierten en un aliado perfecto para dietas de adelgazamiento y para las personas de digestiones difíciles.

Cuando tengo oportunidad lo cocino al horno sobre un lecho de patatas y cebollas, y sazonado con aceite y sal. Es más que suficiente.




00652 La Planta del Recuerdo

DEL PERMANENTE RECUERDO

No tengo ni la menor idea de cómo se llama. Tampoco me he esforzado por averiguarlo. Solo sé que lleva conmigo más de veinticinco años y sobrevivido a cuatro traslados de domicilio. Su existir a mi lado no ha sido fácil. Ha pasado sed, más de un olvido indeseado y algún que otro abandono, hasta el punto extremo de casi desaparecer. Ha sido siempre muy agradecida y entregada. En momentos límite, cuando parecía que ya no había nada que hacer debido a mi temporal desidia y apenas unas verdes hojas,  en medio de un cementerio de raíces y tallos secos, me decían que todavía había esperanza, le prestaba toda mi atención y ella, en agradecimiento, volvía a poblar el macetero de un verdor esplendoroso. Y así han ido pasando los años.

Mi dedicación a ella ha conseguido que en la actualidad sean dos los maceteros ocupados por esta planta y a tenor de su generosidad, pronto creo que habrá un tercero. La miro ahora y agradezco su fortaleza y su interés por permanecer conmigo a pesar del mal vivir al que la he sometido. Sobre todo, le agradezco que haya querido sobrevivir para mantener vivo un recuerdo visual, que del otro ya voy bien servido.

Cuando falleció mi madre y fue "levantada" su casa, solo quedaron media docena de  plantas que trasladé, junto con  mi dolor, a mi domicilio. Se trataba de  cuatro aloes, tipo pechuga de perdiz, un cactus que mi madre denominaba de "Montserrat" y la mencionada superviviente. Los aloes se secaron en uno de los traslados y el  cactus también acabó secándose no sin antes propinarme varios pinchazos con sus afiladas y penetrantes espinas. También in extremis intenté devolverlas a la vida pero no hubo manera. Según me iba desprendiendo de ellas, recordaba las horas y las miradas que mi madre les había dedicado. Recuerdos que alimentaban mi lamento por no haber sabido bien cuidarlas.

Y aquí florece ahora en amarilla placidez la planta del recuerdo. No hay día que no le dirija una mirada, una sonrisa, y hasta una caricia. No hay día que no le agradezca su presencia,  a pesar de mi torpeza,  permitir seguir visualizando un permanente recuerdo de cálido sentir.


viernes, 30 de marzo de 2018

00651 Las Galletas María

CON MANTEQUILLA Y MERMELADA


En algún momento de este reto personal ya he dejado constancia de mi gusto por la mezcla de lo dulce y salado. He aquí otra muestra. Una buena galleta María, no creo recordar conocer una mala, mantequilla y una dulce mermelada, a ser posible de las elaboradas en casa, y ya tenemos organizado otro pequeño y mundano placer.

Este manjar, sí manjar, acontece en muchas de mis cenas, sobre todo cuando en el frigorífico me espera alguna mermelada hecha en casa. Habitual en esas noches en las que la gusa está despistada y un ronroneo recorre mi estómago. Diez galletas María para que hagan un total de cinco exquisitos bocados, finas láminas de mantequilla con sal y una generosa cucharada de mermelada, no importa su sabor, y a disfrutar. A pequeños mordiscos, sin prisa, recreando el crujir de la galleta y extremando el cuidado para que su contenido no se desparrame. No siempre lo consigo. Y en punto y seguido, la tentación. Aferrado al sillón para no reiterar la operación.

Siento curiosidad por conocer el origen de las galletas María. Según Alfred López, un afamado bloguero movido por las curiosidades, "corre una explicación que ha acabado convirtiéndose en leyenda urbana y que erróneamente asegura que estas peculiares y famosas galletas deben su nombre a que en la década de 1920 el galletero español Eugenio Fontaneda decidió llamarlas así en honor de su pequeña nieta". Pero López asegura que las humildes galletas fueron inventadas y bautizadas con este nombre medio siglo antes en el Reino Unido. Sería en Londres donde los maestros reposteros James Peek y George Hender Frean, propietarios de la prestigiosa "Peek, Frean & Co", decidieron crear una nueva y original galleta, diferente a los biscuits que hasta entonces producían y servían junto al tradicional té de las cinco. El motivo era conmemorar la boda Real que se celebraría el 23 de enero de 1874 entre el príncipe Alfrred, duque de Edimburgo y María Alexandrovna. Fue por este motivo por el que Peek y Frean quisieron homenajear a la nueva integrante de la familia real británica con ese presente al que bautizaron con el nombre de "Marie biscuit" en su honor.

jueves, 29 de marzo de 2018

00650 Fornillos

DE APIÉS

Prosigo en mi empeño por conocer todos y cada uno de los núcleos de población de la provincia oscense. Sesenta años han tenido que transcurrir, y un propósito, para que me acercara hasta Fornillos, una pequeña localidad a tan solo cinco kilómetros de Huesca. Se incorporó al municipio de la capital oscense en la década de 1970 y tiene el añadido de Apiés, para diferenciarlo de otro Fornillos que se localiza en las proximidades de Berbegal.

El pequeño municipio se recorre en un santiamén, algo más prolongado por pequeños detalles que llaman mi atención; un picaporte, la celda de una ventana, puertas con arco de medio punto, el olor a día pre festivo o la iglesia parroquial de Santa Águeda levantada en el siglo XVIII, de una sola nave distribuida en tres tramos. En la plaza se amontonan troncos, leña y madera. Se aproxima Santa Águeda, día de reunión en torno a una hoguera para los pocos vecinos y algún allegado que se dejará caer para seguir la tradición.

El día es limpio, luminoso y plácido para un saludo al alcalde y una breve conversación con una laboriosa y provisional vecina que se ha acercado hasta su casa para "darse una vuelta y limpiar un poco". El pueblo no es "gran cosa", me dice, pero "se está bien", prosigue. Y por supuesto, "no lo cambiaría por nada del mundo". Es normal, pienso. La querencia y el apego a la tierra de uno, a las cosas y vivencias, al latido de los días de uno, nunca se deben renunciar ni darles la espalda.

Y al fondo, vestido de luz, el Salto de Roldán; dos pétreas moles de leyenda que abren al paso hacia una sierra siempre admirada, la de Guara.






miércoles, 28 de marzo de 2018

00649 Los Macarrones

DE "RECORTES"

En este caleidoscopio vital no podían faltar los macarrones. No conozco a nadie en mi entorno que les de la espalda e incluso sé de quien solo se alimentaría de este preparado de pasta. Hace tiempo que la cocina de casa no huele a macarrones gratinados. Es un olor inconfundible y familiar, de los que dan seguridad.  Entre dietas y que en el último año no como en casa, su elaboración ha brillado por su ausencia.

Aunque aparentemente todas las preparaciones son iguales, cada una, dependiendo de su mano hacedora, tiene su gracia especial, su toque de "autor". Es difícil hacer mal unos macarrones, aunque algún que otro especialista en ello conozco. Ni adrede.

En mi memoria guardo tres delicias de macarrones: los que prepara mí tía Olga con atún, los de mi suegra, con su primera capa crujiente y los macarrones como queriéndose ir de la fuente, y los que hacía mi madre con "recortes". Ahora ya no se ven "recortes" en los mostradores de las charcuterías. Ah, claro! Daba por hecho de que todo el mundo sabe que son los "recortes". No eran otra cosa que los inicios y finales de las piezas de los chorizos, salchichones, jamón cocido, mortadelas y demás embutidos. Eran una sorpresa. Cuando mi madre me mandaba a comprar a las "Mantequerías Ama" y después "Kesma", ya desaparecidas, de debajo de casa, a por ciento cincuenta gramos de "recortes", nunca sabías cual iba a ser su contenido. Todo dependía de esos  inicios y finales de las piezas que se disponían en las vitrinas de la charcutería. Ciento cincuenta gramos de preciados "recortes" cuyo peso minoraba desde que salía por la puerta de las mantequerías, cruzaba la calle y subía los dos pisos hasta llegar de nuevo a casa. Era muy difícil, por no decir imposible, no sucumbir a la tentación.

Ahora, habitualmente los hago con chistorra o con el embutido que pillo por el frigorífico, a falta de esos entrañables "recortes" de mi infancia.

Me acabo de interesar por el origen de los macarrones y leo que durante mucho tiempo se creyó que fueron llevados a Italia, desde China, por el veneciano Marco Polo. Si bien en China hay menciones escritas a algo parecido a los macarrones a principios de la Era Cristiana, en Italia ya había referencias antes del regreso del mercader y viajero veneciano. En un inventario de bienes datado en 1279 aparece "barixella una plena de macharonis" y Marco Polo no regresó hasta 1295.