Mi gusto por este fruto comienza ya por su estética en la vid y la vistosidad de sus racimos. Llama la atención. No pasa desapercibido.
Si no fuera por mi tortuosa y desesperante relación con la uva, comería más. Me gusta, además de ser un momento entretenido. Solo la consumo llegado el mes de septiembre y el día de Noche Vieja con sus tradicionales doce unidades.
Cuando tengo la oportunidad como ahora de coger las uvas de la propia parra me resulta más sencillo y no necesito tanto ceremonial. Se trata de una parra de confianza y libre de pesticidas. Es una parra "brava". En este caso, cojo el grano, lo limpio con las yemas de los dedos y absorbo su pulpa. El resto, a una bolsa de basura. Disfruto lo que no está escrito. Una maravilla. Incluso me entreno a tragar granos, pero no hay manera. En fin, ¡viva la uva!
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