viernes, 21 de julio de 2017

00521 Hasta el Año que Viene

CON LA ESPERANZA DE UN NUEVO ENCUENTRO


No me gustan las despedidas. Ni siquiera las de las películas. Prefiero los encuentros con abrazos de aire nuevo y renovado.

No sabía cómo comenzar esta entrada antes de archivar otra colección de imágenes de cerezas. No sé cuántas tengo ya y si serán estas las últimas que guarde. Nunca se sabe qué puede pasar de aquí a un año. De aquí a que vuelvan a florecer los cerezos, como  nieve florida, y traigan el diminuto fruto de sabor a campo y crujiente miniatura. Me pasa igual que con el "cambio de armario". Siempre me pregunto si será el último y me despido de las prendas que guardo como si nunca más las volviera a sentir en mi  piel.

Observo las imágenes, tan parecidas año tras año, pero tan distintas en sensaciones y emociones. Estas de las que ahora me despido,  guardan todavía el sabor de una mañana fraterna entre risas y calores al pie de la sierra. Cogidas entre asombros y deseos, y entre cargados cerezos que pedían alivio para tanto peso. Rojo intenso, morena piel de cereza, racimos de néctar que dejaron gratitud en el abrazado encuentro de un nuevo instante esperado.

Me despido de vosotras, pequeñas encarnadas, hasta el año que viene, con la esperanza de un nuevo encuentro, de un nuevo asombro, siempre querido y deseado.

miércoles, 19 de julio de 2017

00520 El Arroz con Leche

POR LO QUE REPRESENTA


Como diría mi suegra: "A ver si nos entendemos". Decir y elevar a la categoría de "me gusta" este tradicional postre, sería faltar a la verdad. Ni me gusta ni me disgusta, si bien es cierto que hubo una época en mi juventud que lo llegué a detestar. Al que le encanta es a mi hermano Manolo. Ya he comentado en alguna ocasión que mi madre, como todas las madres con hijos en la diáspora, cuando alguno de mis hermanos venía a pasar un fin de semana a casa o periodo vacacional, elaboraba los platos que a cada cual más le gustaba, con la intención de satisfacer sus respectivas apetencias gastronómicas.

En el caso de mi hermano Manolo era el arroz con leche. El simple anuncio de su visita significaba una gran fuente de este postre que mi madre elaboraba pacientemente. Si mi hermano acababa durante su estancia la "gran fuente", fenomenal. Pero como esto no sucediera, ¿quién sería el prenda que la finiquitaría, a sabiendas que no acostumbraba a tomar postre y que el arroz con leche ni fú ni fá? Pues eso, el que suscribe. Huelga recordar que en casa no se tiraba absolutamente nada de comida y que había que comer lo que hubiere sí o también.

Pero la cosa no acaba aquí. Recuerdo que de recién casado,  mi querida suegra, la bondad personificada,   cuando comíamos en su casa me agasajaba con un buen plato de arroz con leche. No sé cómo llegó a la conclusión de que era uno de mis postres favoritos. Un buen día dejó de sacarlo a la mesa. Supongo que alguien, yo no, Dios me libre romper ilusiones, le diría que el arroz con leche y yo no hacíamos buenas migas.

Nunca he hecho arroz con leche. No tengo la menor idea de cómo se hace y si me lo llegan a servir me lo como y punto. De hecho, las dos fotografías que ilustran esta entrada son de mi hermano Antonio,  que un día me las envió por was. Es una práctica habitual informarnos sobre los menús que vamos elaborando. Si sumo este postre a mi caleidoscopio vital, es por lo que representa y por los entrañables recuerdos que me trae su sola imagen.

martes, 18 de julio de 2017

00519 Las Patatas con Langostinos

Y BOTARGA



Seguimos en casa experimentando con la botarga. Abandonamos la pasta para buscar otros cimientos y comprobar cómo funcionan las huevas de mújol. Estos días hace calor y apetecen alimentos refrescantes en los que no haya que invertir excesivo tiempo en la cocina. Gloria propone hacer unas patatas con langostinos. La ensaladilla rusa la borda,  al igual que este tipo de elaboraciones en las que las patatas tienen especial protagonismo. Veremos qué tal les va a las patatas la bendita botarga.

Tanto para este tipo de patatas como para la ensaladilla rusa, creo que ya lo comenté en su momento, nos gusta el tubérculo, una vez pelado y cortado a cuadraditos,  cocerlo al vapor. La patata queda más sabrosa y consistente. Pelamos los langostinos,  que compramos ya cocidos,  y los añadimos a las patatas. Preparamos una mayonesa, mitad aceite de oliva y mitad de girasol, y mezclamos bien con las patatas y los langostinos. Hasta aquí, serían las patatas con langostinos tal y como las comemos en casa habitualmente. El "experimento" estriba en añadir a esta elaboración unos 100 gramos de botarga, mezclar de nuevo, tapar con film el recipiente e introducirlo en el frigorífico por espacio de tres horas.

Delicioso y espectacular. Doble sabor a mar y tan refrescante que no puedes sucumbir a la tentación de volver a repetir. Eso sí, plato único, que permanezca el sabor en boca. La botarga ha vuelto a funcionar. De reojo miro la fuente que todavía contiene el preparado y le dirijo un efusivo pensamiento nocturno.


lunes, 17 de julio de 2017

00518 El Niño Que Llevamos Dentro

LA VIDA DESDE OTRA PERSPECTIVA



No me avergüenza sacar al niño que todavía llevo dentro. Sería como si una parte de mí dejara de vivir. Me gusta que ese niño se siga haciendo preguntas y que continúe soñando sin prejuicios desde la confianza. Hay quien considera que sacar al niño que llevamos dentro es un síntoma de inmadurez. Yo, sin entrar en discusión alguna, ya queda dicho que no me gusta discutir, hago observar que simplemente se trata de dar la oportunidad de apreciar la vida desde una perspectiva más abierta.

Sí, me gusta sacar al niño que todavía llevo dentro y recordar las bondades de esa etapa tan llena de espontaneidad y felicidad que nunca deberíamos olvidar. Creo que en ocasiones hasta se hace de urgente necesidad su llamada y reencuentro para dar un respiro a tan áspera realidad.

Me reafirmo en lo dicho viendo estas imágenes que hace escasas semanas capturé para mi colección. Las tomé de un escaparate del que ni siquiera llegué a interesarme por su mercadería interior. Me llamaron la atención el colorido y la fantasía que en mí despertó un palacio hecho de caramelo. A mí, que no doy un paso por lo dulce y menos por el azúcar de sabores. Pero con todo, algo había que me dejó prendado por unos instantes. Lo que hubiese dado por ver mi cara ante tan simpática y dulce obra de arte. Quiero pensar que fue el niño que llevo dentro quien me dijo, "eh! para, quédate aquí, déjame que pasee por el palacio encantado de luces y azúcar". Y yo, simplemente  le hice caso y le sonreí.

domingo, 16 de julio de 2017

00517 Todo Tiene un Por Qué

Y SI NO LO TIENE...


... lo busco hasta encontrarlo. No creo en el azar ni en las casualidades. No tengo motivos para creer otra cosa. Me lo acaban de ratificar estas tres imágenes sueltas que me han aparecido en una de mis múltiples descargas para liberar espacio. No obedecen a nada en particular. Las capté en uno de mis diarios cien kilómetros. Siempre que pasaba por aquí de regreso a casa, me llamaba la atención la solitaria caseta.

La primera vez que me fijé en ella se mostraba sobre un campo ocre y desnudo. Me pareció de una soledad extrema. Con el paso de los días se convirtió en un referente espacial de mi transitar, hasta tal punto que comencé a saludarla como si se tratara de una vieja conocida. Me sentía bien en nuestro breve encuentro. Apenas unos segundos desde que la divisaba y otos pocos más por el retrovisor. Hasta mañana.

No pasaron muchos días desde aquella primera vez, que la tierra comenzó a verdear. Su aspecto solitario ya no me parecía tan extremo. Serían las espigas del incipiente cereal o que ya me había acostumbrado al paisaje, el caso es que me empezó a parecer una imagen entrañable y serena a la que seguía saludando con el mismo entusiasmo.

Cien, doscientos, trescientos, quinientos, mil, dos mil kilómetros, no sé cuántos llevaba recorridos cuando al campo, a los pies de la caseta, comenzaron a aparecer diseminados pequeños puntos rojos como un sarampión. A no mucho tardar, los ababoles se fueron concentrando en torno a la caseta. En algún momento,  hasta me pareció que querían escribir algo sobre el verde tapiz del soleado campo.

Un día estacioné el coche para ver si era cierto. Se trataba de una ilusión, aunque puede que quisieran decir algo. Aproveché para hacer tres fotografías en recuerdo de nuestros primeros tres meses de encuentros. Me pareció entonces un escueto y humilde paraje bello.

Ahora está como cuando la observé por vez primera, sola ella sobre un campo ocre y desnudo a la espera de un  nuevo ciclo de la vida. Y la sigo saludando como hago desde el primer día. Todo tiene un por qué, como esta caseta  amiga.






jueves, 13 de julio de 2017

00516 Hay Días

TUNEANDO LA REALIDAD


Hay días que nada es lo que parece. Te levantas de la cama  y solo pisar el suelo, antes de mirarte al espejo, esa es la novedad, todo parece indicar que te vas a comer el mundo. Con el paso de las horas, si bajas la guardia, es el mundo el que presto te puede dar el primer bocado.

Hay días en los que la luz te lleva en volandas. Te lleva como un soplo, sin saber dónde podrás acabar. Puede que en el banco de un parque, en lo alto de una higuera, al fondo a la izquierda o tuneando la realidad. Nunca se sabe cuando te dejas llevar.

Hay días en los que al contar las horas aparecen rosarios. Nada que alentar, poco que decir, nada que guardar. Pero siempre hay un de repente, un instante, un momento inesperado que alberga la esperanza para un día que parecía perdido. La luz, esa luz que hoy no me ha querido llevar, en su despedida, me ha dejado una imagen de fuego atardecido sobre un edificio ausente. Las ramas de un árbol de desnudo otoñal parecían crepitar sobre el tejado mientras el sol daba un paso al frente.

Tranquilo no pasa nada, sólo es un juego en uno de esos días en lo que nada es lo que parece.

miércoles, 12 de julio de 2017

00515 El Centollo

AL LADO DEL MAR


Nada, que no hay manera. Siempre digo lo mismo. La última vez que lo intento. Como en esta ocasión no salga bien, me retiro. Sigo los pasos que aprendí de mi hermano Antonio cuando lo preparaba y que sabía a Gloria bendita. Me da igual que sea centollo o centolla, como esta última que era hembra, no hay forma de sacarle el infinito sabor a ola y mar con el que tanto he llegado a disfrutar en Bilbao.

En esta ocasión he comprado la centolla ya cocida. Su precio estaba a tiro. He arrancado las patas, abierto el caparazón y retirado las apetitosas huevas. A continuación, me he armado de paciencia y he separado a conciencia la carne. He picado muy menudo un par de huevos duros y una deliciosa cebolla de Fuentes. Lo he mezclado todo y he añadido un chorrito de vino de Jerez. He mezclado bien y la he probado para comprobar cómo estaba de sal. De esto iba servida, pero del sabor de tan grato recuero, andaba algo escasa.

La he sacado a la mesa y no ha quedado ni rastro. Se ha dejado comer, pero sin más. Ni aproximación a mis vitoreadas centollas bilbaínas. Supongo que habrá varios factores determinantes. Para empezar, el producto. Vaya usted a saber qué aguas habrá frecuentado la amiga y cuánto tiempo llevaba cocida. Y fundamental, no es lo mismo tomarte una centolla mirando a la ría bilbaína que el parque de debajo de casa. 

De cualquier manera, me gusta este marisco aunque sea ayudado del recuerdo cuando lo preparo en casa.

martes, 11 de julio de 2017

00514 La Ensalada de Cumpleaños

BURRATA CON RÚCULA


Ya he comentado en alguna ocasión que tengo por costumbre poner nombre propio a determinadas elaboraciones culinarias. Se trata de platos aprendidos de gente querida por mí. También, en ocasiones asocio platos a momentos dichosos que rápidamente toman el nombre de ese acto o celebración de permanente recuerdo. Presento aquí mi última adquisición,  probada por primera vez en un momento feliz; "burrata con rúcula" o "ensalada de cumpleaños".

La probé recientemente en Barcelona en la celebración de un feliz cumpleaños. No, mejor dicho, en un emotivo encuentro para desear todo lo mejor en un futuro a alguien a quien quiero y aprecio muchísimo. Fue mi hermana María Engracia quien nos deleitó con esta ensalada, amén de otras exquisiteces que iré trayendo hasta aquí por lo originales y exquisitas que resultaron ser. Ya he dicho en alguna ocasión que mi hermana, de la que he aprendido un buen número de platos, es una excelente cocinera, al igual que mi hermana Gemma. Disfrutan y nos hacen disfrutar de su respectivas cocinas.

La ensalada en cuestión es muy sencilla. Por si acaso le acabo de pedir la receta. Sobre una fuente se coloca una cama de rúcula y sobre esta, burrata fresca. A modo de aliño, unos tomates secos que se deberán preparar con antelación con ajo y aceite de oliva virgen. Así de sencillo.

Nunca había probado la burrata, que no es otra cosa que un queso fresco italiano. El nombre es poco agraciado, pero no es por casualidad. Mantequilla en italiano es "burro", y "burrata", mantecoso. Leo que la burrata se obtiene añadiendo a la leche fresca el suero producido al dejar agriar parte de la producción del día anterior y cuajo de ternera, cuajando la leche en 20-30 minutos desde su añadido. Tras una serie de procesos,  que no traslado para no cansar, da como resultado un queso blanco, brillante y reluciente, y de un sabor dulce mantecoso.

Visualmente es un plato muy potente en la mesa y de curioso y agradable sabor. Como el recuerdo que siempre guardaré de ese  feliz cumpleaños donde conocí la ensalada de burrata.



00513 El Patio del Museo Provincial

DE HUESCA


Aquí me siento bien, a gusto. No me preguntéis el por qué. Simplemente me encuentro en paz y relajado. Me gusta el sitio, su composición, su estética, el silencio del que se alimenta el aire, sólo amablemente interrumpido por el cantar de algunas pequeñas aves que en su descuidado vuelo alparcean el enclave.

Creo que todos tenemos un espacio en el lugar en el que habitamos, que sin saber bien el por qué, en momentos de desánimo y debilidad, nos hace una llamada. Este es uno de mis auxilios en Huesca, junto a otros enclaves que supongo irán apareciendo en este caleidoscopio vital.

Adentrarme en este recogido y singular escenario me reconforta. No sé si es la luz, el pausado caminar entre los arcos que lo circundan, su coqueta y callada fuente, su especial color..., el caso es que siempre que acudo hasta aquí, me impregno de una necesitada serenidad. El escenario, como pocos, consigue aislarme de cualquier tropiezo o sufrimiento. No digo nada, tampoco pienso, sólo me dejo llevar por su empedrado y rojizas baldosas. Me paro y miro. Y vuelvo a emprender mi acotado camino. Ni siquiera me percato de que este espacio fue Universidad Sertoriana y Palacio de los Reyes de Aragón. Tampoco tengo en cuenta que con tan solo cruzar una puerta puedo admirar magníficas colecciones de arqueología y artísticas. Sólo quiero mirar, pasear y escuchar un silencio que me parece un regalo.





domingo, 9 de julio de 2017

00512 Enmarcar el Sabor

TOMATE ROSA DE BARBASTRO


Tengo que reconocer que cuando veo algún producto de mi tierra oscense fuera de su demarcación territorial, me invade un especial orgullo, no exento de alegría.. Un día son los vinos del Somontano, otro, las cerezas de Bolea, la trenza de Almudévar, el pastel ruso de Ascaso, la longaniza de Graus... Cuando esto ocurre, instante que inmortalizo para mi particular colección,  mientras pienso en voz alta ¡Bravo! ¡Bien hecho!

El último de estos instantes lo recogí en Barcelona, en un mercado callejero en el barrio de Sarriá. Los establecimientos de la zona sacaban ese día sus mercaderías a la calle junto a otros puestos de venta de artesanía. Quesos, embutidos, mercerías, bisutería, mermeladas, mieles, velas aromáticas... y una tomatería. Esta última me llamó poderosamente la atención; nunca había visto una tomatería, además de desconocer de su existencia. Se trataba de una tienda que "sólo trabaja el tomate". Y como si de un "ras el hanout" se tratara, combinado de especias marroquíes cuyo significado viene a decir algo así como "lo mejor de la tienda", allí que estaba, como no podía ser de otra manera tratándose de una tomatería que se precie, el tomate rosa de Barbastro. Pero no se ofrecía como una variedad de tomate más, no. Tan apreciado es para sus vendedores, que lo mostraban al público enmarcado a modo de bodegón.

En ese momento, no solo sentí un especial orgullo, no exento de alegría, sino que además, mostré mi satisfacción por el buen gusto manifiesto por parte de los responsables de la tomatería. ¡Bravo! ¡Bien hecho!, aplaudí.



sábado, 8 de julio de 2017

00511 El Chocolate

PERO CON LECHE


He estado dudando si incluirlo en las cosas que me gustan. Alguna vez que ha salido la cuestión a relucir, de la boca de alguien a quien sí le gusta de verdad el chocolate, acaba decidiendo por mí, que no me gusta. Y en parte, quienes así me lo hacen indicar, tienen razón. A quienes les gusta de verdad el chocolate, buscan aquel que contenga mayor porcentaje de cacao. Todo lo contrario a lo que yo hago. Cuanto menos cacao, mejor. Vamos, que el chocolate negro ni ver. Sí, en cambio, me gusta su fuerte y penetrante olor.

Yo soy más de los chocolates con sabores, crunchs... y en mi top ten particular de las tabletas; el Nestlé de envoltorio rojo de toda la vida y el Milkibar de chocolate blanco. Ya, cuando mis interlocutores oyen lo que acabo de escribir, es cuando deciden que a mí no me gusta el chocolate y que no sé lo que me pierdo, ya que además, es muy beneficioso para la salud. Que si es un alimento rico en antioxidantes, rico en flanovoides. Que si los nutrientes presentes en el chocolate ayudan a la formación de bacterias buenas en el organismo. Que si el chocolate protege la piel del sol y la previene de quemaduras solares. Que si favorece la concentración y la memoria (ahora entiendo el por qué de mi falta de concentración y de mi deteriorada memoria). Que si ayuda a prevenir el estrés y mejora el estado de ánimo. Que si los antixoidantes que contiene el chocolate contribuye a mantenernos jóvenes..... Y es cierto, pero yo no puedo con el chocolate tan puro.

Donde disfruto es en la fábrica de chocolates Lindt, en Olorón. Allí me vuelvo loco, y eso que como ya he mencionado en numerosas ocasiones, no doy un paso por lo dulce. Pero ese día, me transformo con la cantidad de propuestas chocolateras que aquí encuentro. Una vez satisfechas mis apetencias, será raro hasta mi siguiente visita, que vuelva a catar el chocolate, salvo por algún capricho imprevisto.

Sí, de acuerdo, no puedo decir que me guste el chocolate. Tengo que decir que me gusta el chocolate con leche y en su justa medida. La verdad, es que me daba pena que estas fotografías no formaran parte de mi caleidoscopio vital.







00510 La Ensalada de Chus

COSA RICA


Por algún lugar de este blog ya he dejado escrito que tengo por costumbre poner nombre propio a determinadas elaboraciones gastronómicas. Son platos que identifico con quien me lo ofreció por primera vez, que me dejaron grato recuerdo y que luego suelo imitar con agrado.

Sigo con mi interminable clasificación de fotografías y me he encontrado descolocadas unas instantáneas tomadas en casa de mi amiga Chus, en una de las ocasiones que nos invitó a comer a la familia. De entrante, unos huevos duros rellenos. Extraordinarios. Para continuar,  una ensalada de almejas y gulas. Cosa rica. Le siguió un cordero con patatas. Para qué contar. Cerró el festín un flan de café. Hasta las botas.

Chus tiene muy buena mano en la cocina. Se notan sus ancestros riojanos y dotes de buena anfitriona. No le da importancia a su quehacer. Su respuesta es siempre la misma: es muy sencillo. Sí claro, pero hay que tener un don especial. Y Chus lo tiene. Su cocina es de las que a mí me gustan; con sabor, con mucho sabor y sin excesiva filigrana. Memorables son sus paellas, sus alubias, su manitas de cerdo o callos, amén de otras exquisiteces.

Volviendo a lo que me ocupa, hoy traigo aquí aquella ensalada de almejas y gulas que comí por vez primera en tan memorable encuentro y que desde ese día la adopté como "la ensalada de Chus". Como dijo su autora, es muy sencilla, y como digo yo, sabrosísima.

Ingredientes: 500 gramos de almejas, 250 gramos de gulas, 6 dientes de ajos, perejil, dos cayenas, unas hojas de lechuga, aceite de oliva virgen, vinagre y sal.

Elaboración: Lavamos bien las almejas. Ponemos en una sartén a fuego suave un poco de aceite, tres o cuatro cucharadas, y añadimos los ajos laminados hasta que se doren. En ese mismo aceite echamos las almejas bien escurridas y conforme se vayan abriendo las retiramos a un plato. Una vez que se han abierto todas las almejas, a ese mismo aceite le añadimos seis cucharadas más y la cayena. Incorporamos las gulas, sazonamos y con una cuchara de madera vamos dando vueltas para que las gulas se impregnen bien del aceite. Finalmente, incorporamos las almejas que teníamos reservadas, mezclamos y retiramos del fuego. Cortamos la lechuga y la aliñamos al gusto con aceite, sal y un poco, muy poco vinagre. Hacemos con la lechuga un lecho y sobre él, depositamos las gulas y almejas. Así es la ensalada de Chus. ¡Para qué más!


viernes, 7 de julio de 2017

00509 Regresar al Mar

A ESE MAR QUE SIEMPRE ESPERA


Me falta algo en el mirar de continuo. No tiene que ver con la belleza ni con el paisaje aprendido, tampoco con la luz que descansa entre los campos amigos. De todo esto estoy servido. Me falta algo en el mirar de los días seguidos. No es el asombro ni descubrir un enclave por el que transiten mis ojos. No, también de esto tengo los bolsillos repletos. Y aún así, algo me falta en el mirar de las horas de diario.

Me falta el color de unos grandes ojos azules que miran con intensidad, que cautivan y arrastran hasta sacarte la verdad, si es que la hay. El mirar de un parpadeo acompasado de aires y brisas que llegan de algún lugar que no alcanzo a expresar. El guiño cómplice que invita a dejarme llevar entre tímidas ondulaciones que se mueven sin cesar en un transitar que no espera. Y la luz plateada reposando su mancha clara sobre un agua de querencia cierta.

Eso es lo que me falta. Regresar al mar, a ese mar que siempre espera. A ese mar que nunca sabe cuando llegara la siguiente entrega de guiños en azul y necesitada mirada.

Es el mar lo que le falta a mi mirar de continuo y que ahora rescato su imagen para que entre el alivio.







miércoles, 5 de julio de 2017

00508 Espaguetis con Vongole y Botarga

TODO SABOR


En un par de ocasiones ha aparecido por este blog la botarga, huevas de ciertos pescados saladas y secas, que por otra parte, ha sido mi último gran descubrimiento gastronómico. Lo que hace el salir de casa y entregarte a nuevas propuestas. Como ya comenté, tanto me gustó el asunto que traje al regreso a casa un par de botes de botarga de mújol y una de atún para rallar, envasada al vacío. Y con ellas vamos haciendo experimentos caseros bastante interesantes para el paladar y que compartiré en días venideros.

El origen de mi querencia hacia este para mí nuevo alimento, lo ubico en el Restaurante Il Baretto, en las proximidades de Palau, en la isla de Cerdeña. También algún día alparcearé de él en esta ventana. De entre los platos que ofrecía la carta, uno nos llamó la atención: Spaghetti con vongole y botarga. Lo de spaghetti lo teníamos claro, no así el vongole y la botarga. Así que como para saber no hay más que preguntar, eso es lo que hicimos, preguntar a la amable camarera que nos atendió. Se trata, nos dijo, de espaguetis con almejas y huevas de mújol. Es una de nuestras especialidades. Pues no se hable más, unos spaghetti con vongole y botarga.
Huelga decir que estaban excepcionales y con un sabor difícil de olvidar. Era como si te introdujeras un sabroso bocado de mar en la boca de manera suave y delicada. Aún siendo el plato generoso, daba pena llegar a su fin. ¡Qué cosa más deliciosa!

Intuimos, intuición que luego hemos puesto en práctica en casa, que una vez hervidos y escurridos los espaguetis al dente, se le añaden unas almejas hechas al vapor y la botarga espolvoreada con un buen chorrito de aceite virgen de oliva y perejil muy picado.Todo sabor.

martes, 4 de julio de 2017

00507 Los Paraguayos

DONUT PEACH


Aunque no la consumo con asiduidad, creo que está en mi top ten de las frutas. Igual es por eso, porque la como al cabo del año en contadas ocasiones y cuando lo hago, disfruto lo que no está escrito. Esta mutación de melocotón no siempre la veo en mis  fruterías de costumbre en su justo momento. O está muy verde, con lo cual la descarto, o tan maduras que hay que consumirlas a la voz de ya. Esto y que el precio se viene un poco arriba. Los paraguayos que ilustran esta entrada estaban deliciosos, en su justa madurez. Se pelaban como cuando te quitas la piel en verano por tomar el sol de forma desmedida, crujiente la mordida y de dulce sabor. Vamos, un alborozo. Y hablo en pasado porque ya no quedan.

Desde pequeño siempre me llamó la atención el nombre que se le daba a esta fruta, además de su curiosa forma achatada. Y como niño que era, en un yo me lo guiso y yo me lo como,  pensé que sería porque venía de Paraguay. He intentado ahora dar respuesta a la pregunta pero no ha habido forma de encontrarla. No he dado con  referencia alguna. Sí, en cambio, me he topado con curiosos apuntes desconocidos por mí.

Por ejemplo, que el paraguayo, también conocido como paraguaya, proviene de China, aunque también hay quien afirma que su origen se encuentra en la antigua Persia. Fuera de nuestras fronteras adquiere los nombres de pan tao, donut peach, saturn peach, saucer peaches, peento peaches o chinese flat peach.

Lo definen como el hermano gemelo de la nectarina y presenta unas características nutricionales similares a las del melocotón. Aportan grandes cantidades de agua y antioxidantes que le confieren un efecto anticancerígeno. Es rico en carótenos y vitaminas C, A, B1, B2 y B6, y contiene minerales tales como el potasio, fósforo, magnesio, azufre, hierro y calcio. Además, gracias a su contenido en fibra dietética, ayuda a regular el tránsito intestinal y a evitar el estreñimiento.

Ah! Y me encanta el olor que deja el paraguayo en mis dedos antes de lavarlos. Huelen a verano después de cenar.