viernes, 25 de septiembre de 2020

00926 Los Croquetones

RICO, RICO FRITO

Por lo que he podido comprobar en conversaciones de "pasar el rato", los amantes de las croquetas rechazan con rotundidad el popular, tasquero y no siempre bien entendido croquetón. Yo, como ya he dejado de manifiesto en este caleidoscopio vital, soy fan, pero que muy fan, de las croquetas sea cual sea su sabor y en cualquier momento. Por cierto,  ayer una amiga me habló de unas deliciosas croquetas de borrajas. Estoy a la espera de que me pase la receta para elaborarlas y dar fe de esta aparente delicia.

Retomando mi particular estudio de campo sin importancia, los forofos de las croquetas menosprecian los croquetones alegando que solo son un mazacote de masa y que no saben a nada. Mi réplica a este punto de vista es bien sencilla: también hay fiascos de croquetas que lo único que tienen que ver con ellas son la forma. El debate está ya organizado.

Entiendo, por mi experiencia, que no es sencillo dar con una buena croqueta o un buen croquetón, pero cuando por los azares de la vida das con unos buenos ejemplares bien elaborados y bien sustanciados, es un momento para el regocijo sea cual sea su tamaño. También digo que tiene que ser un despropósito de elaboración para que yo sea capaz de desechar este gran invento de la cocina francesa.


Para mi particular gusto, la única diferencia entre croqueta y croquetón estriba en el número a consumir de una tacada y el momento elegido. Si se trata de croquetas puedo comerlas como si no hubiese un mañana, mientras que los croquetones, un par a lo sumo. Dicho lo cual, prefiero el croquetón como aperitivo o tapa, mientras que las croquetas me resultan más adecuadas como plato o degustación. Vamos, que me encanta la bechamel con sabores, rebozada y frita sin que importe el tamaño. Rico, rico frito.






miércoles, 23 de septiembre de 2020

00925 Jugar Con Las Palabras

 SILENCIO



Silente, suave y sedoso sucumbe el silencio sobre el secreto del sentimiento.









Secuencia de sensaciones se solapan con sencillez,  según la sensatez señale el sendero seguro.

Sin sollozo, solo el semblante señalará el servil sinsabor que el silencio siluetea.

Será sencillo, sabedor de su significado, sobrellevar la soportable soledad de soslayado sufrimiento. 

Sonrío al sutil susurro de sustanciosa sonoridad que suple lo superfluo con suma sensatez.

Sugerente y saneado silbido saluda sin sorpresa, cuan soleado soplo, lo sublime del señalado sitio.

Shsssssss, suficiente, que el silencio, se ausenta.

miércoles, 9 de septiembre de 2020

00924 Las Gildas y Algo Más

LA CARRASCA DE AÍNSA


Ya he dejado constancia aquí de mi afición por las populares gildas. Las que hoy traigo hasta este caleidoscopio vital son una recreación que en su día me fascinó en una visita a la siempre interesante barra del bar "La Carrasca" de Aínsa. Nada más verlas me dije, "esto hay que probarlo". Y no me decepcionaron. Me hubiera comido todas las que se disponían en el recipiente de barro. Fui comedido y me apliqué la máxima de Baltasar Gracián, "lo bueno si breve, dos veces bueno". Inmortalicé en una imagen la atractiva bandeja de gildas (la primera fotografía que ilustra la entrada) para en algún otro momento hacerlas en casa (resto de imágenes) , saboreé hasta el último cachito de su contenido y disfruté del distendido y apacible momento vivido en la singular plaza Mayor de la atractiva villa sobrarbense.


No pasó mucho tiempo que,  ayudados del reciente recuerdo y de las imágenes captadas de aquella bandeja de gildas, nos dispusimos a imitarlas en casa para dar contenido a un aperitivo dominical. En su momento no pregunté a los autores de esta tapa por su elaboración, algo, que si me interesa, acostumbro hacer. Ese día el establecimiento estaba de bote en bote y los camareros no estaban para muchas preguntas. Así que cuando nos dispusimos en casa a imitarlas nos dejamos aconsejar por la intuición y las imágenes capturadas.

Comenzamos por insertar en un palillo largo una aceituna rellena de anchoa, una generosa loncha de cabeza de jabalí,  una piparra y otra aceituna rellena. Una vez preparadas las banderillas, picamos bien menuda una cebolla dulce, media docena de piparras y un pimiento verde tipo italiano, para a continuación introducir el resultado en un recipiente con abundante aceite de oliva virgen extra y unas gotas de vinagre. Solo restaba bañar las banderillas en esta vinagreta y servir.

Me volvió a parecer sorprendente la mezcla de sabores y el protagonismo dado a la cabeza de jabalí en una tapa. La que hicimos en casa me recordó bastante a la original degustada en "La Carrasca". Creo que no tiene mucho más secreto. Si acaso me faltó el bello encanto de un soleado día en la plaza Mayor de Aínsa.