martes, 30 de enero de 2024

01255 La Paella de Alcachofas y Pollo

 FANTÁSTICA COMBINACIÓN


Ya he comentado en alguna ocasión, que las paellas no son mi fuerte. Alguna he cocinado, pero pocas y en casos extremos. De hecho, ni me acuerdo cuál fue la última. No es que no me guste meterme entre arroces, sino que siempre he tenido a alguien a mi lado que las borda. Otra cosa es sentarme delante de ella. Nunca diré que no. Siempre me resulta apetitosa y no importa cuál sea su contenido. Me da lo mismo aquello que acompañe al arroz. Todo me está bien y las disfruto de igual manera. Eso sí, si me dan a elegir, prefiero que en mi plato no haya muchos “tropezones” y que domine el arroz con un buen sabor.

La última paella inolvidable la disfruté en casa de mi hermana Gemma. Fue una paella de alcachofas con pollo. Huelga decir que estaba más que deliciosa y plena de sabor. Los “tropezones” en su justa medida, al igual que el arroz en su punto de cocción. Hacía años que no probaba esta combinación. Tanto me gustó que no dudé en fotografiar el manjar para traerlo hasta aquí. Recetas al respecto hay un buen abanico. Comparto aquí la ejecutada por Gemma.

Ingredientes: 4 muslos y contramuslos de pollo troceados, 6 alcachofas, 1 pimiento verde, 2 tomates, ½ cebolla, 2 dientes de ajo, una cucharada de azafrán, un tazón y medio de arroz, 3 vasos de agua, colorante alimentario, sal y aceite de oliva virgen extra.

Elaboración: En una paella con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra, freír, una vez sazonados, los trozos de pollo hasta que se doren. Reservar. Freír en el mismo aceite los corazones de alcachofa. Reservar. Hacer un sofrito con el pimiento, la media cebolla, los dientes de ajo y los tomates, todo cortado en brunoise. Sazonar y una vez obtenido el sofrito, incorporar el pollo troceado, las alcachofas, el azafrán y el colorante alimentario. Mezclar e incorporar el agua o caldo de pollo. Añadir el arroz y cocinar durante unos veinte minutos. Servir. 






lunes, 29 de enero de 2024

01254 Los Tortellinis con Queso

 "PINCHADOS DE TRES EN TRES"


Siempre son un acierto si, como a mí, se disfruta con la pasta y se es un aficionado al queso. Habitualmente, los tortellini acostumbro a tomarlos con una picada de ajos, aceite y sal. Es mi manera exprés de cocinarlos, además de ser un plato muy socorrido. Pero si quiero disfrutar al máximo, es cuando me vengo arriba, y pongo en práctica una receta que aprendí en un libro dedicado a la pasta que compré hace muchos, muchos años, y cuyo resultado es excepcional: tortellini a los cuatro quesos. Hay un montón de variedades al respecto, pero esta es la que, desde que me gusta la cocina, siempre cuento con ella. Los tortellini pueden ser de carne o de queso; de cualquier manera están buenísimos. En esta ocasión, propongo que sean de carne y “pinchados de tres en tres”. Lo dicho, una de mis muchas manías que todavía conservo.

Hace unos días, los locutores de un popular programa de radio musical, pedían a los oyentes que compartieran con ellos sus manías. No llamé, pero, según los oyentes iban informándoles, empecé a repasar la cantidad de manías, todas intrascendentes, que yo tengo, y que tampoco expondré para no extenderme. En algún lugar de este blog, ya he comentado mi afición al número tres y a los impares. Por ejemplo, no puedo comer dos, cuatro, o seis galletas. Tampoco una sola. Mínimo tres y a partir de aquí, el número tiene que ser impar. Por eso, y siendo fiel a mis manías, cuando como tortellinis, los pincho de tres en tres para llevármelos luego a la boca y disfrutar de ellos. Pues nada, ya está contada la anécdota y vamos con la receta.

Ingredientes para 4 personas: 400 gramos de tortellinis de carne, 75 gramos de queso Gorgonzola, 125 gramos de queso Mozzarella, 75 gramos de queso Parmesano, 75 gramos de queso Cheddar, 125 gramos de nata para cocinar, 1 cebolla, 2 dientes de ajo, nuez moscada, una cucharada de mantequilla, sal y pimienta.

Elaboración: Cortar y trocear la cebolla y los ajos. Poner en una sartén una cucharada de mantequilla, derretir y añadir la cebolla y los ajos bien picados. Cuando la cebolla esté pochada, añadir la nata, unas ralladuras de nuez moscada, sal, pimienta al gusto y los quesos. Cocinar hasta que se integren bien todos los ingredientes. Mientras tanto, en una olla con agua hirviendo, cocemos los tortellinis. Una vez cocidos, los escurrimos y los mezclamos con la salsa de quesos. Servir caliente.

 

 




miércoles, 24 de enero de 2024

01253 Las Tejas de Almendra

 ATRACTIVO DULCE DE SOBREMESA


Mantequilla, harina, claras de huevo, azúcar y almendra; con estos ingredientes, mezclados en su justa proporción, se elabora, para mi gusto, uno de los dulces de sobremesa más atractivos. Me parecen una pasada de buenas.

Este dulce, según tengo entendido, de origen francés, con lo que me gusta, nunca lo habíamos elaborado en casa. Fue a raíz de que nos sobraran unas claras. Habitualmente, cuando esto sucede, y en nuestra cultura del aprovechamiento, hacemos merengues. Pero en esta ocasión, nos atrevimos a preparar unas tejas, siguiendo las instrucciones de una receta de Carme Ruscadella. Nos salieron dos hornadas. La primera quedó algo blandengue; desconozco el motivo. No así la segunda, que resultó ser todo un descubrimiento. De cualquier manera, no quedó ni una para muestra de las dos bandejas. De hecho, las fotografías que ilustran esta entrada, no pertenecen a “nuestras tejas”. Cuando me quise dar cuenta no quedaba dulce al que fotografiar. Las imágenes se corresponden con unas tejas y cigarrillos de Tolosa, de la Casa Ezeiza, que no sé cómo llegaron a casa.

El caso es que ya hemos abierto el camino y no sé qué me da, que cuando sobren claras de huevo, los merengues van a tener que alternarse con las siempre deliciosas y apetitosas tejas de almendra.

Ingredientes: 200 gramos de almendra fileteada, 180 gramos de azúcar glas 40 gramos de mantequilla, 30 gramos de harina y 3 claras de huevo.

Elaboración: Vaya por delante que tanto la mantequilla como las claras deberán estar a temperatura ambiente antes de comenzar a elaborar las tejas. Además, la mantequilla tiene que presentar una textura de pomada. Dicho esto, comenzaremos por tamizar la harina en un bol para evitar los grumos. A continuación, agregaremos el resto de ingredientes y mezclaremos hasta que quede una mezcla bien homogénea. Forraremos con papel de hornear las bandejas que vayamos a utilizar y dispondremos sobre ellas pequeñas cantidades de pasta que extenderemos hasta dejarla lo más fina posible. Introduciremos las bandejas en el horno precalentado a 180 grados centígrados y las dejaremos entre 7 y 10 minutos. Sobre todo, hay que conseguir que se doren, pero con cuidado de que no se quemen. Una vez cocidas, las sacaremos del horno y dispondremos las finas galletas sobre un rodillo. Presionaremos suavemente para que cojan la forma adecuada. Operación esta que hay que hacer sin prisa, pero sin pausa. Dejaremos enfriar y a disfrutar de este manjar.

 




martes, 23 de enero de 2024

01252 Mi Brujita Navideña

 MI PEQUEÑA SUPERVIVIENTE


No sé cómo llegó a mi casa de la infancia. Solo sé, que arribó antes que yo. Es la superviviente de mis Navidades infantiles. El resto de la decoración navideña de aquellos felices años se ha ido perdiendo por el camino.

Las coloristas bolas y el espumillón de oro y plata, que adornaban el abeto natural, fue lo primero que desapareció. No recuerdo cuándo, pero hace muchos años que les perdí la pista. Por algún lugar quedarán restos. El Nacimiento de figuras de plástico que se colocaba a los pies del árbol, al cobijo de una cueva hecha con papel de aluminio azul y amarillo el suelo, lo vi por última vez en una bolsa, también de plástico, de un conocido supermercado. Sí, en cambio, conservo, fundidas, las luces que lo engalanaban. Todos los años, cuando las veo, tengo intención de tirarlas, pero al final, siempre me arrepiento.

La historia se repetía año tras año. Cuando me daban vacaciones en el colegio, mi madre sacaba de un armario, la enorme caja que contenía todo lo relacionado con la Navidad. Por aquellos años, no era mucho. Lo suficiente para recibirla en casa como se merecía.

Se comenzaba por ornamentar un abeto que traía un señor. Llegaba sin maceta. Tal cual. Así, que antes de comenzar la operación adorno, era necesario clavarle al árbol una cruz en la base del tronco para que se sostuviera erguido. Después, ya sí, se iban colocando las bolas y otros adornos en sus ramas para acabar con el espumillón. En los primeros años, que yo recuerde, no había luces. Llegarían con posterioridad.

Una vez engalanado el árbol en una esquina del comedor, se montaba el Nacimiento. Y digo bien lo de Nacimiento, pues no había más. Con papel de aluminio, todos los años el mismo, se habilitaba una cueva y el suelo para acoger a la Sagrada Familia, a la mula, al buey, a un ángel dos pastores y una gran estrella plateada. Los Reyes Magos iniciaban su camino en la habitación de mis padres. Yo me encargaba personalmente de que cada día anduvieran varias baldosas, para llegar puntualmente al comedor el día 6 de enero ante el Nacimiento. Y, por último, se colgaba una brujita con escoba en la lámpara del salón comedor. Todo era muy ilusionante, pero especialmente el momento en el que me subía a la mesa del comedor para colgar la brujita. Era el inicio de la Navidad y el único día del año en el que se me estaba permitido, con mucho cuidado, “sin hacerme daño, ni romper nada, subirme a la mesa.

La brujita, mi brujita, tenía algo especial. Me hacía reír cuando la veía. A veces miraba en dirección al balcón. Otras hacia la puerta. Incluso, en ocasiones, la sorprendía mirando la televisión. Claro, todo en función de cómo le venía el aire.

Ella ha sido testigo de nuestros grandes encuentros familiares y de las largas sobremesas navideñas. Nos ha visto crecer, reír, llorar. Ha conocido a todos cuantos se han incorporado a la familia y también ha echado en falta a los que ya no están con nosotros. Ha respirado los aromas de los preciados menús elaborados por mi madre al amparo de nuestros gustos… Y sobre todas las cosas, trae ahora un baúl cargado de gratos recuerdos.

Mi brujita, la superviviente de mi infancia navideña, ha tenido que acostumbrarse y acomodarse a otras lámparas. Pero sigue conmigo. Continuando con la tradición, es la última en incorporarse a la decoración festiva y también, la última en recogerse. Ya no me subo a la mesa. Alcanzo a colgarla sin estrategia alguna. No sé hasta cuándo. Y cada vez que la miro, me sigue haciendo sonreír y recordar. Porque mi brujita es como la Navidad, imprescindible, entrañable y plena de gratos recuerdos. 





jueves, 18 de enero de 2024

01251 La Tortilla de Casa Dani

 POCO CUAJADA Y MUY JUGOSA


Casa Dani, ubicado en el atractivo Mercado de la Paz de Madrid, entiendo que es de esos establecimientos hosteleros que hay que visitar por lo menos una vez en la vida, como tantas otras cosas, para que no te lo cuenten ni hables de oídas. Famosa por su tortilla de patata, poco cuajada y muy jugosa, al estilo de Betanzos, consiguió el primer premio en el segundo Campeonato de España de Tortilla de Patata celebrado en Tenerife en marzo de 2019, en el marco del “II Foro Gastronómico Internacional de la Papa”.

Con este reclamo acudí por primera vez a uno de los establecimientos más populares de la capital de España. En aquella ocasión pude probar la tortilla de milagro, pues no cabía un parroquiano más. A decir verdad, siempre que he ido, ha estado hasta la bandera. También es cierto, que la celeridad y diligencia del servicio, muy profesional, todo sea dicho de paso, hizo que lo imposible fuese posible. Desde entonces, no hay vez que visite Madrid, que no me de una vuelta por Casa Dani.

No sé si esta tortilla es la mejor de España, como siempre que se habla de la tortilla de patata se abre el debate, pero lo que no me cabe la menor duda, es que resulta deliciosa. Vaya por delante, que a quien no le guste la tortilla sin cuajar, no le va a hacer gracia alguna. No obstante, no solo de tortilla de patata vive Casa Dani. Ofrece, además, una variada alternativa y un menú muy asequible al bolsillo, digno de mención.

Volviendo a la tortilla de patatas, leí en una entrevista realizada a Dani y Lola, fundadores hace más de treinta años del establecimiento, que los clientes la prefieren con cebolla. De hecho, cada día “se elabora un 80 por ciento de tortillas con cebolla y un 20 por ciento sin ella”. En esa misma entrevista, Lola señala que el éxito de la tortilla estriba, además de estar hecha con “producto, experiencia y corazón”, en el uso de patata agria manchega, aceite de girasol y cebolla. Añade, además, que si prescinde del Aceite de Oliva Virgen Extra es porque “creo que este aceite impregna demasiado a la patata al freírla y resulta menos agradable el sabor que con el de girasol”.

Pues nada, que ir a Casa Dani siempre me da vidilla y por eso me gusta.

 

 




martes, 16 de enero de 2024

01250 El Queso Picón de Hoja

 FUENTE DÉ


Desde que visité Cantabria por primera vez, de esto hace más de tres décadas, para convertirse en nuestro paraíso vacacional familiar, le eché el ojo, bueno el gusto, al queso de hoja, dada mi afición a los quesos azules. Fue todo un descubrimiento. Desde entonces, el queso de hoja siempre ha estado en el frigorífico de nuestro apartamento vacacional, además de “amenizarnos” con su olor, el regreso a casa.

Los he probado de distintas marcas e incluso sin ella, comprados en el mercado a algún aldeano. Todos me han parecido excepcionales. Puede que sea este uno de los quesos más reconocibles de Cantabria. Está elaborado a partir de leche de vaca, cabra y oveja, que le confieren una textura y sabor muy peculiar. Resulta un queso cremoso, por el aporte de la leche de oveja, con un toque picante, gracias a la leche de cabra, y que se recubre de hojas, lo que hace que se conserve en buenas condiciones.

Mención aparte, para mis entendederas, merece el queso Picón Bejes, que se produce, elabora y madura, por un periodo de tres meses, y que está protegido por la denominación “Picón Bejes-Tresviso”, en la comarca de Liébana y Ayuntamiento de Peñarrubia.

En mi última visita a Cantabria, después de varias intentonas a lo largo de los años, por fin pude degustar las delicias que ofrece la santanderina Bodega Fuente Dé, ubicada en la calle Peña Herbosa, número 5. Ya cité este establecimiento hostelero en la entrada número 1220, cuando dejé constancia de mi gusto por el cocido Lebaniego, y en particular, por el que aquí se ofrece y cocina. Pues bien, si ya tenía encumbrado este queso, el que probé aquí superó todas las cimas. Sabía de su fama y popularidad, y tras degustarlo, entendí el motivo. Aparte de su exquisito sabor y lograda cremosidad, me fascinó la generosidad con la que lo sirven, y en los tiempos que corren, su precio; media ración, abundante media ración, 4 euros. No sé cuántos quesos pueden llegar a ofrecer a lo largo del año, lo pregunté, pero no encontré respuesta, tan solo una risueña sonrisa, pero a tenor de las raciones que vi salir de detrás del mostrador durante el tiempo que estuve “poniéndome las botas, debe ser más que importante.

Me temo que no encontraré ya queso Picón de hoja tan delicado. O sí, vaya usted a saber. Cuestión de seguir probando cuando tenga oportunidad. 

 






domingo, 14 de enero de 2024

01249 Espaguetis a la Pescadora

 SPAGHETTI ALLA PESCATORA


En una ocasión, alguien que sabía de pasta, había vivido varios años en la ciudad italiana de Bolonia, me dijo que los espaguetis lo soportan todo. En realidad, pensé, es la pasta, en genérico, quien lo admite todo. De hecho, revisando este interminable caleidoscopio vital, esta es la décimo tercera entrada que le dedico a los espaguetis en bien distintas versiones. Y como dijo aquel: "Y lo que te rondaré morena".

Este es otro de los platos de los que en mis inicios en la cocina lo tenía como bandera. Lo sacaba a la mesa cuando quería pegarme el "pegote" y lo cierto es que siempre era aclamado. En aquellos años, me refería a esta delicia de plato como "espaguetis a la marinera". Comencé a denominarlo "espaguetis a la pescadora", a raíz de mi primer viaje a la isla de Cerdeña, donde probé unos excepcionales. De cualquier manera, todavía no consigo distinguir la diferencia entre uno u otro.

El sabor del mar de los ingredientes a utilizar, existen diversas propuestas al respecto, unido a la cocción de la pasta con el agua de cocinar, en esta caso, de mejillones y almejas, hacen que el sabor del plato sea inolvidable. Muy sencillo de elaborar para un total disfrute.

La receta que comparto a continuación, no es aquella que utilizaba en mis inicios, sino una aproximación al plato de spaghetti alla pescatora que probé en Cerdeña y que tan grato recuerdo me dejó. Aquellos estaban deliciosos, pero estos tampoco se quedan atrás.

Ingredientes para 4 personas: 300 gramos de espaguetis, 800 gramos de mejillones, 500 gramos de almejas, 2 tomates maduros, 100 gramos de tomate frito triturado, 3 dientes de ajo, 2 cayenas, opcional, sal, pimienta y aceite de oliva virgen extra.

Elaboración: Sofreír en una sartén, con un poco de aceite de oliva virgen extra, los ajos cortados a láminas y las cayenas. Dorar ligeramente y añadir los tomates cortados a cuadraditos y el tomate frito. Salpimentar y sofreír durante unos 5 minutos. Abrir al vapor, con un poco de agua,  los mejillones y las almejas. Una vez abiertos, incorporar al sofrito y remover para que se impregnen de la salsa. Colar el agua de la cocción del marisco y reservar. Cocer los espaguetis en abundante agua e incorporar el agua de la cocción del marisco que habíamos reservado. Escurrir los espaguetis y mezclarlos con la salsa. Servir.  









viernes, 12 de enero de 2024

01248 Dulce Aroma

 EL MANÁ PARA LAS JORNADAS SIN CAUSA


Dulce aroma
para las amanecidas de los días
fallidos y sin alma. 

No hay prisa.
La belleza absorberá
cada hilo de desesperanza.

Lo prioritario no es la felicidad,
sino aquello placentero,
aunque sea pasajero.

Es la manera
de no fallecer en el intento;
el maná para las jornadas sin causa.

Ser flor perfumada
para los días de quebranto.
Es lo que yo quiero.



                                                                                    


jueves, 11 de enero de 2024

01247 El Tartar de Fuet

¡QUÉ OCURRENCIA MÁS RICA!


 No sé quién fue el “ideólogo” de esta receta, pero le aplaudo con las orejas. ¡Qué cosa más buena!

Ya he comentado en alguna ocasión, que son mis hijas quienes me tienen al corriente de las actuales tendencias y novedades de todo tipo: gastronómicas, musicales, culturales, cinematográficas, etc… En este caso, el tartar de fuet lo conocí recientemente gracias a mi hija Loreto. No hace muchas fechas lo hizo en casa y me fascinó su resultado. Mientras lo elaboraba, comentó que se trataba de una receta que se “había hecho viral”. Yo pensé para mis adentros, que mientras estuviera rica sería suficiente. No todo lo “viral” en estos días es de mi complacencia. Y allí que estuvo un ratito largo, ocupada en la cocina con su tartar de fuet y, que si dábamos su aprobación, sería la tapa que elaboraría para nuestra multitudinaria cena familiar de Nochevieja.

Cuando el tartar de fuet salió a la mesa, me impresionó a simple vista. Tenía un aspecto fantástico y pintaba maneras. Tenía que estar delicioso, sí o también, a tenor de los ingredientes que Loreto iba anunciando conforme me iba preparando la primera tostada. Comentó que había una gran variedad de recetas al respecto y que se diferenciaban unas de otras en pequeños detalles a modo de ingredientes.

Me encantó por su sabor, originalidad y presencia. Por supuesto, contó con nuestro visto bueno para que fuese su tapa de Nochevieja. ¡Todo un acierto!

A continuación, comparto la receta utilizada por Loreto para el tartar de fuet.

Ingredientes para un fuet: 1 fuet, ½ tomate maduro, ½ cebolla, 1 cucharada de alcaparras, 1 cucharada de mostaza antigua, 1 pepinillo agridulce picado, 1 cucharada de aceite de oliva virgen extra y pimienta molida.

Elaboración: Quitar la piel al fuet. Picar el fuet en trocitos lo más pequeños posibles. Picar también muy finos, el tomate, la cebolla, las alcaparras y el pepinillo. Colocar todos los ingredientes bien picados en un bol y aliñar con la mostaza, el aceite y la pimienta molida. Mezclar bien y emplatar como si se tratara de un steak tartar. Acompañar con unas tostadas. 




01246 Las Potas de Calamar en Salsa

 ECONÓMICO Y DELICIOSO


Días de manta, sofá, libro… y en la mesa, un buen plato, reponedor, de cuchara. Es lo que más me apetece. El frío y yo, no nos llevamos bien. En esta ocasión, protagonista del guiso va a ser la pota de calamar, en versión salsa. Un plato que, además de sabroso, resulta muy económico.

La pota es un molusco muy parecido al calamar y tiene exactamente el mismo valor nutricional: es decir, bajo en grasas y alto contenido en proteínas, hierro y vitaminas. La diferencia entre una y otro estriba en el sabor y la textura. Así, la pota tiene un sabor menos delicado que el calamar, si bien, son ideales para guisos, ya que requieren más tiempo de cocinado.

Con estos mimbres, haremos frente al día grisáceo, frío y lluvioso, pero pleno de sabor. El que no se consuela es porque no quiere. Propuesta culinaria muy sencilla y resultona.

Ingredientes para 4 personas: 800 gramos de pota de calamar, 1 brick pequeño de tomate frito, 1 cebolla, 1 pimiento verde, 1 pimiento rojo, ½ vaso de vino blanco, 300 cl de agua, 1 pastilla de caldo de pescado, 2 dientes de ajo, aceite de oliva virgen extra, sal y pimienta.

Elaboración: Pochar en un cazo, con un poco de aceite de oliva, el ajo, la cebolla y los pimientos, todo cortado con anterioridad, y sazonar. Cuando comiencen a pocharse los ingredientes, incorporar el vino blanco y cocinar hasta que el vino se evapore. A continuación, incorporar el tomate al sofrito. Remover e incorporar la pota de calamar cortada a dados. Remover y cocinar durante un par de minutos. Añadir el agua y la pastilla de caldo de pescado. Cocer a fuego medio por espacio de unos 30 minutos o hasta que observemos que la pota está tierna. Comprobar el punto de sal deseado, cocinar unos 5 minutos más y servir caliente.







viernes, 5 de enero de 2024

01244 Espumas, Brisas y Horizontes

 COMPLACIDO, EMOCIONADO


No estoy desalentado.
Problemas hubo y fueron resueltos.
Te lo digo en serio,
a ti mar,
que todo lo escuchas,
a cambio de un simple mirar.

No puedo recordar
cuántas veces me he sentado
en tus bañadas rocas,
para intentar canalizar
la productividad de mis sentimientos.

En una ocasión me dijiste:
"No te des por vencido;
nunca hay que darse por vencido.
La verde colina,
mis aguas calmas de sol y plata, 
el prado húmedo de placentera estancia,
siempre estarán esperando.
No importa el tiempo.
Este será nuestro trato".

Regreso de nuevo a tus espumas, brisas y horizontes,
como quien vuelve al templo,
complacido, emocionado, 
y acompañado de una ráfaga de aire tibio primaveral.

                                                                                    
                                                                                    



martes, 2 de enero de 2024

01243 El Pudin de Queso

 DULCE Y CREMOSO


Hacía tiempo que no probaba este dulce típico de la cocina inglesa. Mientras lo degustaba con placer, me recordaba lo poco amigo que fue en mis días de infancia y juventud. No lo podía ni ver. Al igual que el flan, me daba auténticas “nauseas”. Si en alguna ocasión, uno u otro, se ponían delante de mí, por educación, acababa comiéndolos, pero sin disfrute alguno. Es más, y mira que es difícil, hasta se me hacía bola. Es una exageración, pero sirva el símil para constatar lo cuesta arriba que se me hacía semejante postre. Con el tiempo, irían desapareciendo esta y otras manías.

Mi gusto por el pudin de queso me lleva a Bilbao, en mi época universitaria. Una pareja de amigos tenía por costumbre acoger en su casa a estudiantes ingleses. No les cobraban pensión ni alquiler alguno. El único compromiso adquirido era que les hablaran en inglés. La comida corría a cargo del estudiante británico de turno. En mi vida vi “fabricar” en esa casa tanto sándwich de un montón de pisos y de ingredientes con combinaciones casi imposibles. En alguna que otra ocasión, incluso llegaban a cocinar dulces: galletas, pasteles y púdines. Y fue aquí, en casa de mis amigos Ignacio y Macu, donde rompí mi maleficio con este dulce, a través de un pudin de queso que hizo una de las “inquilinas” que llegué a conocer. 

En una de mis acostumbradas visitas a cada de Macu e Ignacio, llegué justo en el momento en el que se disponían a tomar un café/té, acompañado de un pudin de queso. Como he mencionado con anterioridad, por cortesía, que no por apetencia, lo probé y me encantó. Creo recordar, que hasta incluso repetí. A partir de ese momento, me hice amigo del pudin e incluso hubo una temporada que hasta lo cocinaba, con la receta facilitada por esa inglesa y cuyo nombre ya no alcanzo a recordar.

En síntesis, el púdin, budin o pudding, es un preparado cremoso, cocinado en el horno o al baño María. De origen británico, data del siglo XVII, y se trata de un derivado de otro postre inglés, el “bread pudding”, donde se utilizaban restos para elaborarlo. Acostumbra a estar compuesto de diferentes ingredientes, dependiendo de la región: migas de pan, bizcocho, arroz, sémola…, aglutinado con huevo y aderezado, en ocasiones, con diversas frutas.

En un principio, la masa del pudin se envolvía en un paño y era escalfada al baño María. La bola se servía caliente. Con el paso del tiempo, los paños serían sustituidos por moldes desmontables. También en sus inicios, se consideraba un postre de gente sin recursos, ya que era una elaboración de aprovechamiento, habitualmente el pan. A medida que la clase media tuvo acceso a ingredientes como los huevos, la leche, las pasas o el azúcar, el pudin se hizo más sofisticado.

La historia de este postre es incierta. Pero se cree que el pudín tuvo sus orígenes en Europa durante la Edad Media. Las versiones anteriores de este dulce eran más densas y parecidas al flan, pero conforme pasó el tiempo la receta fue cambiando. En la actualidad tiene la consistencia de un postre suave, hecho a base de leche, crema, azúcar, vainilla o diferentes sabores.

Ingredientes: 100 gramos de caramelo líquido, 5 huevos, ¼ de litro de leche entera, 300 gramos de queso crema o queso mascarpone y 90 gramos de azúcar blanco.

Elaboración: Verter el caramelo líquido sobre un molde rectangular y extenderlo bien por toda la base. Mezclar en el vaso de la batidora, los huevos, la leche entera, el queso crema o el mascarpone y el azúcar. Batir bien hasta que se integre todo. Verter la mezcla en el molde, evitando que se mezcle con el caramelo líquido. Precalentar el horno a 180 grados centígrados. Cubrir el molde con papel de aluminio y ponerlo en una bandeja de horno. Calentar agua y verter sobre la bandeja que soporta el molde. Hornear durante 60 minutos y dejar enfriar dentro del horno. Una vez frío, retirar el molde del baño María y quitar el papel de aluminio. Introducir el molde en el frigorífico por espacio de unas 4 o 5 horas, hasta que cuaje por completo. Transcurrido este tiempo, desmoldar y servir.


 




01242 Las Focaccias

 PARIENTE ITALIANA DEL BOCADILLO


Aunque ya conocía la focaccia, a través de alguna esporádica ocasión en Madrid, las que hace mi hermana Gemma o las adquiridas en algún supermercado, no fue hasta llegar a Italia, y luego en Cerdeña, cuando disfruté de ella en toda su extensión. Las he probado sencillas y reconocibles, contundentes, e incluso algunas, super deliciosas, difíciles de olvidar y también de adivinar su contenido. La he comido dulce, salada, rellena, a pellizcos, y en cualquier momento del día. Siempre apetecible.

Sus combinaciones son innumerables y muy emparentada con la creatividad. Este pan plano, primo hermano de la pizza y emparentado con nuestro tradicional bocadillo, es todo un símbolo de la cocina italiana. No se conoce con exactitud su origen, si bien, los datos que se barajan, hablan de que su nacimiento fue anterior a la popular pizza.

Existen varias leyendas al respecto. Por ejemplo, se atribuye su origen a las zonas costeras del país. El aire salobre impedía que el pan leudara correctamente, dar fermento a la masa con la levadura, y para solucionar este problema, nació la focaccia. Rápidamente, se extendería por todo el país su popularidad. Además, por sus cualidades específicas, que favorece su conservación y almacenamiento durante varias semanas, se convertiría en una comida perfecta para quienes debían embarcarse en alta mar.

Hay otra teoría que señala su origen en la ciudad de Recco. Esta región fue atacada por piratas y sus habitantes tuvieron que sobrevivir sin apenas alimentos. Con los pocos productos que disponían, elaboraron este tipo de pan con lo que lograron vencer al hambre.

Aunque es cierto que la mayoría de las teorías atribuyen que su origen hay que buscarlo en Italia, otras consideran que este invento nació en las civilizaciones de los antiguos etruscos o griegos.

Ingredientes para una focaccia casera básica: 500 gramos de harina de fuerza, 350 ml de agua tibia, 10 gramos de levadura fresca, 10 gramos de sal, 10 ml de aceite de oliva virgen extra y paciencia.

Elaboración: Desmenuzar en un bol la levadura fresca y añadir el agua tibia. Mezclar bien ambos elementos hasta que la levadura se diluya. Añadir la sal y el aceite de oliva. Remover bien. Agregar la harina con un tamizador. Mezclar bien hasta que quede homogénea. Dejar reposar durante unos 20 minutos. Doblar la masa en forma de sobre, desde afuera hacia adentro. Dejar reposar 20 minutos y volver a doblar del mismo modo. Dejar reposar 20 minutos más y volver a doblar. Traspasar la masa a un bol untado con aceite de oliva y dejar en el frigorífico, tapada con un paño, durante 24 horas. Poner papel de horno sobre una bandeja y cubrir con aceite. Poner la masa sobre el papel y extenderla con los dedos; desde el centro hasta los bordes de la bandeja. Hasta aquí sería suficiente para hornear. Si se desea, se puede poner por encima de la masa, romero, aceite de oliva y sal en escamas. Precalentar el horno a 250 grados durante unos 20 minutos, e introducir la masa. Bajar la temperatura a 230 grados y cocinar la focaccia durante unos 20 o 25 minutos.

Focaccia de atún, huevo, toma, lechuga, cebolla, jamón y salsa. Tomada en la Focacceria Milese de Alguero, en Cerdeña.