sábado, 30 de noviembre de 2019

00887 Los Garbanzos con Callos

EL REGRESO DE LA CUCHARA


El cajón de los cubiertos andan desde ayer un tanto revolucionados. Notan algo que huele a cambio. Y están en lo cierto. He decidido inaugurar la temporada de platos de cuchara que tanto me gustan. Los echaba en falta.

No sabía muy bien cómo dar el pistoletazo de salida. ¿Un cocido? ¿Una sopa? ¿Con legumbres? Al abrir uno de los armarios de la cocina, rápidamente se disipó mi duda al topar mis ojos con un pequeño saco de garbanzos de Lierta. Pero, ¿cómo cocinarlos? ¿Comienzo de forma suave o apuesto por algo más contundente?

Mientras sostenía el saquete de legumbres entre mis manos, recordé que de un reciente viaje a la deliciosa Galicia me traje una receta de "Garbanzos con callos". Los que acostumbro a cocinar son más de andar por casa, buenos, pero sin más. Estos son de otra liga. Así pues, busqué la receta y seguí sus indicaciones.

Ingredientes: 500 gramos de garbanzos, 500 gramos de callos de ternera, 500 gramos de pata de ternera, 2 chorizos picantes tiernos, 150 gramos de panceta,  1 cebolla, 4 dientes de ajo, una guindilla,  aceite de oliva virgen, pimentón dulce y sal.

Elaboración: El día anterior ponemos en un recipiente los garbanzos a remojo con sal. En otro recipiente, los callos con unas gotas de limón, y en otro, la pata de ternera troceada. Los dos últimos los reservaremos en el frigorífico.

Al día siguiente, introducimos los callos y los trozos de pata en una olla. Cubrimos de agua y cocemos por espacio de cuarenta minutos. A continuación, añadimos la panceta cortada a dados, los chorizos enteros, el aceite, el pimentón, la cebolla, los ajos, la guindilla y sal. Por último, y cuando el agua esté hirviendo, añadiremos los garbanzos una vez escurridos. Cocemos todo durante dos horas y media o hasta que comprobemos que legumbres y carnes estén bien cocidas. Se recomienda preparar el guiso un día antes de ser consumido para que se asiente la salsa y se mezclen bien los sabores.

Con estos deliciosos "Garbanzos con callos" queda inaugurada una nueva temporada de cuchara. ¡Bienvenida sea!








jueves, 28 de noviembre de 2019

00886 Ermita Santuario de Nuestra Señora de Casbas

UN DELEITE


Mi afán por conocer el mayor número de lugares y escenarios de la sorprendente y atractiva provincia de Huesca, me llevó hace ya algunos años hasta la ermita santuario de Nuestra Señora de Casbas de Ayerbe. Regresaba de visitar la localidad de Biscarrués. Recuerdo una tarde esplendida de una incipiente primavera en la que mi ánimo no quería encontrar el camino de regreso a casa. Había oído hablar de esta ermita en numerosas ocasiones, siempre con profusión de halagos, y leído de sus multitudinarias romerías. Así, que ese era el día de conocerla. No había prisa y pasaba por delante de ella.

El edificio se encontraba en plena rehabilitación. Precisamente, había leído por esos días un artículo en el que se anunciaba el inicio de las obras consistentes en la consolidación de la cimentación, así como reparaciones en bóveda, cubierta y campanario. Ese día me deleité en pasear por su entorno y realizar unas cuantas fotografías. El lugar me pareció muy sugerente y atractivo. Aún con las obras, la visita me resultó interesante.

En cuanto llegué a casa me dispuse a buscar información. Leí que en su "origen fue una capilla de origen románico y que en la actualidad es un edificio barroco del siglo XVII". El santuario consta de dos construcciones; el edificio de dependencias, con vivienda del santero y estancias para los romeros, y la propia ermita.

"En su interior destaca la profusa y barroca decoración pictórica de muros y bóvedas, que ofrece un programa de inconografía mariana completa, abundantes motivos vegetales, así como elementos ilusionistas de arquitecturas fingidas y trampantojos. Las pinturas, de gran colorido a base de colores primarios, se pueden datar de comienzos del siglo XVIII y están realizadas con una técnica en seco".

La existencia del santuario de la Virgen de Casbas y su cofradía está documentada al menos desde 1342, y hubo dos templos que precedieron al actual. El primero, de origen medieval, del que apenas se conocen datos. Fue sustituido por una nueva iglesia, mandada construir en 1640 por Juan Fernández Peralta. Tras su construcción, se procedió a su decoración interior. La realización del retablo, obra del escultor de Ayerbe, Jerónimo del Río, está documentada entre 1619 y 1630.

El edificio de dependencias fue muy reformado a finales del siglo XIX o principios del XX. A lo largo del siglo pasado el conjunto ha sufrido numerosas obras de reforma y acondicionamiento: Construcción de la escalinata, restauración del pórtico y mejoras en el edificio de las dependencias.

En abril de 2014, el Gobierno de Aragón declara de bien de interés cultural, BIC, en la categoría de monumento, la ermita santuario de Nuestra Señora de Casbas, sita en Losanglis, término municipal de Ayerbe.

Al cabo de un tiempo amaneció uno de esos días en los que se hace necesario romper con la monotonía. No recuerdo el motivo, el caso es que me vino a la mente,  como un flash,  la ermita de Nuestra Señora de Casbas y su fascinante entorno, con espacio para merendero incluido. Y allí que me fui con la cámara fotográfica, un libro y una libreta por si me venía alguna ocurrencia.

Las obras de rehabilitación habían concluido y la ermita lucía en todo su esplendor. Los campos circundantes se presentaban en un verde intenso que hacían el paraje todavía más fascinante. Quise entrar en la ermita pero estaba cerrada, así que me senté en uno de los bancos y me dispuse a leer. No habría pasado ni una decena de páginas que llegó un venerable matrimonio para sentarse en un banco próximo. Tras los buenos días de cortesía, la pareja sacó de una bolsa su almuerzo y yo proseguí con mi lectura.

Me dio la impresión de que mis vecinos de banco eran de la zona. No tardé mucho en entablar conversación. Comencé por decirles que el lugar me parecía una maravilla y que había sido todo un descubrimiento. "¿Ha vito la ermita por dentro?", me preguntó mi interlocutor. "No, no he tenido todavía oportunidad. Cuando he venido estaba en obras o cerrada". "Pues le falta por conocer lo mejor. Se la conoce como la Capilla Sixtina del Altoaragón", me indicó. A lo que yo le contesté que solo había visto fotografías y que me pareció algo digno de admirar".

Me hizo saber que estaba abierta todos los sábados del año y que durante el verano, a través del programa de "Puertas Abiertas" que promueve la Comarca de la Hoya de Huesca, podía visitarse de martes a domingo. Además, me informó, que según la tradición, la imagen de la Virgen fue traída desde la localidad francesa de Casbas, y que la romería se celebra el primer domingo de junio, en acción de gracias por una lluvia que acabó con una larga sequía el 1 de junio de 1640 y a la que acuden vecinos de Ayerbe, Biscarrués, Fontellas, Losanglis, Erés y Piedramorrera. "Si puede venir, no se arrepentirá", concluyó.

Anotado quedó en la libreta.












martes, 26 de noviembre de 2019

00885 El Pacharán con Hielo Picado

PACHARÁN PILÉ



En la vida se me hubiese ocurrido, pero cuando lo probé este verano después de una estupenda comida en un restaurante de la costa almeriense, me pareció una pequeña delicia, además de abrirme los ojos para sacar adelante las botellas de pacharán casero que se van amontonando año tras año en el armario. Todos los años digo lo mismo, ya no más pacharán hasta que no se agote toda la "reserva" que tenemos. Pero claro, llega el otoño, unas salidas al campo, unas endrinas que se nos cruzan en el camino y vuelta a empezar.


Lo bueno del caso es que el pacharán, al igual que los huevos fritos con patatas y su correspondiente acompañamiento, lo tengo asociado a una buena compañía,  a multitudinarias comidas familiares y a los días de frío y guiñote. No se me ocurre tomar un lingotazo de este afamado brebaje así porque sí, y muchos menos en soledad.

Siempre lo he tomado con un par de cubitos de hielo, tal es la costumbre. Pero desde aquel veraniego día, si se dan las circunstancias antes mencionadas, me gusta tomarlo con el hielo picado. Solo hay dos problemas; que entra por el gaznate con más soltura y alegría, y que no es siempre fácil encontrar hielo picado. El primero de los problemas se soluciona con contención y mesura. El segundo, si se tercia la escena en un establecimiento público y no dispone de hielo picado, no hay nada que hacer. Si la cuestión se recrea en un domicilio y tampoco se cuenta con hielo pilé sino con cubitos,  hay alternativa. Es cuestión de coger la bolsa de los hielos y golpearla con un martillo hasta pulverizar los cubitos. No es lo mismo, pero da el pego.

Si en alguna ocasión he comentado mi gusto por el pacharán con hielo picado, la actitud de mis interlocutores ha ido desde el asombro y curiosidad por probarlo, hasta los más directos que no se lo han pensado dos veces en decir "No tienes ni idea. ¡Qué manera de estropear el pacharán! Así, lo que haces es aguarlo". Y no les falta razón quienes así lo manifiestan. Pero a mí, con ignorancia incluida,  me sigue pareciendo original, delicioso y refrescante.






lunes, 25 de noviembre de 2019

00884 Simplicidad

PECHUGAS DE POLLO A LA PLANCHA CON PIMIENTOS DE PADRÓN


Dicho de forma burda, hoy me he levantado un tanto zen. Sería que así lo necesitaba. Cero complicaciones, ausencia de abatimientos innecesarios y fuera de mi cabeza interrogantes sin respuesta. Hoy he decidido plantearme un día de mera simplicidad.

El primer café lo he sorteado bien, sin zozobras ni caóticos pensamientos, salvo los que tengo plantados en la terraza. Terraza que, por cierto, me ha regalado unas vistas espléndidas de luz, contrastes y con el fondo de  una sierra nevada. He "hojeado" el periódico como cuando voy de porteador a un supermercado; es decir, totalmente desatento. Me imagino que habrá dañado la vista el "hojeado" anteriormente escrito. No es un ojeado de echar un vistazo sino de pasar hojas. Me hizo ver el matiz recientemente mi amigo Nacho. De tal manera he "hojeado" el diario, que no recuerdo ni un solo titular.

He decidido ir al oculista y no me ha dado hora hasta después de Navidades. Ni me he inmutado. Si la última vez en visitarle fue hace tres años, podré esperar dos o tres meses más, a pesar de que veo menos que un "maneki-neko", el insufrible gato chino de la suerte.

A la hora de comer tampoco me he complicado la existencia: Pechugas de pollo a la plancha como pimientos de Padrón. Lo más laborioso y esforzado ha sido contar veinticinco pimientos, es mi número ideal de pequeños y verdes ejemplares como acompañamiento. Podría ahora contar al respecto alguna historia o sucedido tal y como acostumbro. Pero no, no lo voy a hacer. Hoy es un día de simplicidad. Solo diré que pollo y pimientos estaban deliciosos. Así de simple, como este día.





00883 La Plumeria

FRANGIPÁN, SÍMBOLO DE LA INMORTALIDAD



A través del ventanal de la terraza entraba un dulce y limpio olor que se incorporó desde el primer día a mi extenso listado de fragancias experimentadas y ocupar así uno de los lugares de preferencia. Un aroma suave y placentero en consonancia con un paisaje en la distancia de mar y brillos.

Aspirar con los ojos cerrados para no despistar la dicha se convirtió en el ritual del despertar de los breves días. Un olor de silencio y quietud, armonioso y duradero. No había prisa en esos luminosos días, solo instantes colmados de nuevas sensaciones.

Cuando la noche desdibujaba la línea del horizonte, el aroma se hacía más intenso, más penetrante, más sugerente y entrañable. Era la rúbrica sin trazos a una jornada de favor. Solo quedaba para despedir el día, aspirar con la cabeza inclinada sobre las cervicales y, con los ojos bien abiertos, contemplar un cielo desordenado de estrellas que parecían impregnarse de un limpio y dulce olor de hermosa plumeria acariciada.

La plumeria o frangipán es un pequeño árbol o arbusto con grandes hojas y cuyas flores, en forma de hélice y cinco pétalos,  son las más perfumadas de la naturaleza. Se integra en la familia de las apocináceas con siete especies de árboles y arbustos originarios de México y Centroamérica. El nombre del género plumeria es un homenaje al francés Charles Plumier, botánico francés del siglo XVII que viajó al Nuevo Mundo documentando muchas especies de plantas y animales.

En la India, esta planta es símbolo de la inmortalidad por su capacidad de producir flores y hojas incluso después de haberla sacado de la tierra. En Laos está considerado como un árbol sagrado. De aquí que cada templo budista tenga plantado en su patio este árbol.







jueves, 21 de noviembre de 2019

00882 La Cocina es Recuerdo

TOMATES RELLENOS DE SALSA DE ANCHOAS


Todavía puedo verle volar con su bata blanca por el pasillo, entre paciente y paciente, y dirigirse hacia la cocina para deleitarnos con alguna de sus especialidades culinarias. Aún se me representa su gigantesca figura, vista desde mi corta edad, sobre la blanca freidora sacando sabor y dorado color a buñuelos, rosquillas o a lo que se le antojara ese día.

Mi padre era, al decir de sus amigos y mis hermanos mayores, un buen "cocinetas". En casa siempre había gente y cualquier motivo era ideal para una reunión gastronómica. Lamentablemente, mis recuerdos son muy vagos, cada día más. Tenía yo nueve años cuando falleció, pero hay algunos, con sus correspondientes imágenes, que de momento siguen grabadas en mí como si fuera ayer y ajenas al paso del más de medio siglo desde aquel entonces.

No recuerdo muchas recetas suyas. Mi padre era un buen aficionado a la caza y a la pesca, así que un buen número de elaboraciones tenían que ver con codornices, perdices y truchas. Sin embargo, sí que recuerdo los olores que se desparramaban por toda la casa cuando hacía alguno de sus guisos. Me llegan imágenes de sus aves escabechadas, de una exquisita liebre con chocolate, o de sus truchas con alcaparras, sin olvidar sus buñuelos de bacalao, los huevos poché rellenos de carne, los huevos señoritos, que algún día plasmaré en este caleidoscopio vital, o sus churros y rosquillas.

Pero si hay una elaboración que para mí es imposible olvidar, esta es su "Tomate Relleno de Salsa de Anchoas". Aún teniéndolo siempre muy presente, hacía muchos años que no lo había probado. No sé el motivo. Pero este año, teniendo huerto, no había excusa. Así que un día me puse manos a la obra,  no exento de emoción y sentido recuerdo.

En primer lugar hay que elegir unos tomates maduros y hermosos. Se lavan y se les vacía la pulpa con cuidado de no romper el tomate. Introducimos las pulpas en un recipiente junto a dos buenas latas de anchoas en aceite de oliva, -para media docena de tomates-, y trituramos ayudados del brazo eléctrico de cocina. Rellenamos los tomates con la mezcla y los coronamos con un ali oli o mayonesa más bien espesa. Introducimos en el frigorífico para servir fríos. Ideal para cualquier momento del año, si bien el verano es su estación más natural y apetecible.

Mientras los elaboraba me vinieron a la memoria un buen número de recuerdos y situaciones en torno a este sabroso y refrescante plato. Y es que la cocina siempre es recuerdo.









miércoles, 20 de noviembre de 2019

00881 Germaine y Marisme

GRATITUD


Conocí a Marisme y Germaine este pasado verano en Alerre. Él, un caballo entrado ya en años; ella, una adulta yegua zaína. Dos equinos inseparables que acompañaron a mis días estivales de limpieza de huerto y laboreo.

Antes de organizar el huerto, allá por San Isidro, tenía que dejar la tierra expedita de hierbas, malezas y otras plantas no deseadas. Solo disponía de una azada, una carretilla, un rastrillo y mucha ilusión. Más que suficiente. Así que me dispuse a liberar y oxigenar mi pequeña tierra prometida.

Zas, zas, ras, ras, uff, a la carretilla y vaciar su contenido en un contenedor habilitado a unos cien metros de distancia del incipiente huerto. Así una y otra vez, decenas de veces, decenas de viajes. Tantas decenas de veces como los viajes que hicieron mis manos hacia mis lumbares para tranquilizarlas.

Los primeros días avancé mucho en mi cometido. Supongo que tendrían mucho que ver la ilusión por empezar a plantar y el observar cómo poco a poco le iba ganando la batalla a las hierbas. Pero también tengo que reconocer que el desánimo también vino a visitarme cuando transcurridas unas semanas, la desproporción entre el terreno saneado y lo que faltaba por limpiar era todavía abismal. No diré que estuviera a punto de abandonar el reto, una íntima promesa no me lo permitía, pero sí que cada día que pasaba se me hacía más cuesta arriba.

Una tarde, en la que recuerdo estaba invirtiendo más tiempo en tomar el sol que en las labores de limpieza, vino a visitarme al huerto un joven. Se presentó como propietario de unos caballos que vivían cercados en un terreno próximos al contenedor donde depositaba diariamente las hierbas. Me invitó a que en lugar de echarlas al container se las diera a comer a sus caballos y que de esta manera me evitaría un esfuerzo, además de contribuir a la alimentación de los equinos. Ya me pareció bien la invitación. Desde mi profunda ignorancia le comenté que si los caballos se lo comían todo, pues del terreno que estaba limpiando aparecía todo tipo de hierbas, algunas de ellas con una pinta feísima e incluso con hojas  punzantes. Con una leve sonrisa me tranquilizó y me dijo que no me preocupara, ya que los caballos son unos animales "muy listos y saben lo que comen".

Y así lo hice. Cargué una carretilla y en lugar de vaciarla en el contenedor, deposité hierbas y pajas en el terreno que me había indicado el joven. Así una y otra vez, si bien Marisme y Germaine, tal me dijo que les llamaba, pasaban olímpicamente de mí. Al parecer, se encontraban mejor en la lontananza del cercado alimentándose de la tierra a su antojo y a demanda. No recuerdo cuántas carretillas les llevé hasta que en uno de mis viajes observé cómo daban buena cuenta de cuanto les había dejado. Allí me quedé embobado viéndoles comer, comer y comer. Me pareció un delicado espectáculo cómo con sus morros superiores seleccionaban previamente el bocado que luego se llevarían a la boca. Cómo agarraban entre sus dientes los ramilletes de paja y sacudían la cabeza para desprenderles de la posible tierra que pudieran contener.

Desde ese día, en cuanto Germaine y Marisme observaban mi presencia, estuvieran donde estuviesen, se acercaban hasta mí con pausado caminar para en un visto y no visto vaciar la carretilla. En otras ocasiones, si se encontraban algo distantes y no me veían, daba unas palmadas para llamar su atención y en unos segundos se plantaban ante mí.

Empecé a cogerles cariño, a acariciar sus cabezas, e incluso llegué a darles de comer de mi mano las alargadas hojas de los cardos. Por lo que pude comprobar, les encantan. Tal llegó a ser mi apego que hasta les hablaba de mis cosas como si les importara algo. Lo cierto es que desde que se incorporaron Marisme y Germaine a mis días, todo lo llevé mejor. Algo más descansado, más distraído y más animado.

Con el paso de las jornadas el huerto comenzó a tomar forma y llegado el mes de septiembre di por concluidas las labores de limpieza del terreno. No he vuelto a ver a Marisme y Germaine. Desconozco qué ha sido de mis "equinos amigos". Les echo en falta y recuerdo con cariño. De vez en cuando me asomo a los campos del entorno para ver si les encuentro y reconozco. Pero no he dado con ellos. Me gustaría volver a escuchar sus relinchos, a acariciar sus mimosas cabezas y a quedarme embobado con ellos. Pero sobre todas las cosas, me gustaría volver a verles para agradecerles todo el bien que hicieron en mi laboreo y en mi sentir.

Gracias, Marisme. Gracias, Germaine. Hasta no mucho tardar.








martes, 19 de noviembre de 2019

00880 Calabacines en Salsa de Tomate

ARRABIATA, ENFADADA


Rellenos con distintas variedades, a la plancha, en crema, salteados, en tortilla, en puré, en tempura... La generosidad del huerto obsequiándonos con decenas de calabacines ha sido este año excepcional. De aquí que haya tenido que echar mano de una amplia batería de recetas con el calabacín tanto como protagonista como de actor secundario e incluso en la cocina de aprovechamiento que tanto me fascina.

El caso es que en una ocasión saqué a pasear a la popular plancha "Princess", que hacía tiempo tenía olvidada, y me puse a hacer verduras como si no hubiese un mañana. Berenjenas, cebollas, pimientos verdes y un magnífico ejemplar de calabacín fueron pasando de forma ordenada por la ardiente plancha. Ya en la mesa, el disfrute de sabores y texturas fue algo excepcional. Dimos buena cuenta de todo salvo de las monumentales ruedas de calabacín que parecían multiplicarse en la bandeja.

Al día siguiente, cuando me disponía hacer la comida, observé que en el frigorífico se habían ido acumulando varios restos, entre los que se encontraba una salsa elaborada con tomate también de la huerta. La cosa estaba clara: Ese día comeríamos calabacines con salsa de tomate en mi afán, costumbre y enseñanza heredada de que "en esta casa no se tira la comida".

Me surgió entonces un pensamiento, ¿y por qué no enfadar a la salsa de tomate? Unas piparras,que levantaban boinas y que no sabía qué hacer con ellas, podrían enojarla de forma sobresaliente. Así que me puse manos a la obra. A la salsa de tomate le añadí una cebolla bien picada, dos dientes de ajo también muy picados, una piparra troceada, un poco de aceite de oliva y sal;  lo que viene a ser una versión de la famosa salsa "arrabiata" italiana.

Una vez cocinada la salsa y catado su nivel comestible de enfado, calenté las ruedas de calabacín en el microondas y vertí sobre ellas el preciado líquido rojo.

De esto han pasado ya varias semanas y todavía me relamo.







lunes, 18 de noviembre de 2019

00879 De Sorpresa en Sorpresa

APARTHOTEL BÚBAL


Fue el colofón a una mañana perfecta de sorpresas y asombros en el otoño altoaragonés: Espectáculo y belleza natural allá donde dirigieras la mirada. El paisaje y los detalles, las formas y contrastes se iban almacenando en un mirar inquieto y deseoso de inesperadas imágenes. El hermoso valle de Tena volvía a invitar a ser disfrutado en toda su extensión. Apacible, apetecible y armonioso; toda una experiencia para los sentidos deseos de aprender y conocer.

Llegó la hora de alimentar el cuerpo, que el alma ya estaba algo saciada. Para dar cumplimiento a ello me dejé llevar por los gustos y el conocimiento gastronómico de la zona de mis compañeros de viaje. El destino, el restaurante "Los Artesanos" del Aparthotel Búbal. Desconocía su existencia, así que fui abierto a cualquier sorpresa. Se trataba de un complejo turístico de apartamentos con servicio de restaurante, "Los Artesanos", ubicado en las proximidades del embalse de Búbal, a unos cinco minutos de la localidad de Panticosa.

La primera visión ya me gustó; piedra y madera para su construcción y en un enclave natural, de postal. Una vez dentro del restaurante, me resultó un espacio cómodo, amplio y acogedor,  aún cuando estaba a rebosar de clientes. Lo mejor vendría después tras acceder a su gran jardín y ver todo lo que atesoraba. Era como tener reunido y recogido todo el otoño a un golpe de vista con sus olores limpios y profundos en contraste con las férreas y vigilantes montañas que en ese momento se dibujaban difuminadas por la niebla y bajas nubes. ¡Qué manera de disfrutar y curiosear! Aquí me hubiese quedado, en el silencio del color, si no es porque me llamaron para elegir mi comanda.

Me apetecía todo lo que había en el menú que proponían para este día: ensalada de queso, guiso de garbanzos, canelones, coliflor con bechamel, costillas a la plancha, merluza a la romana.... Al final me decidí por unos canelones, costillas y tarta de chocolates. El resultado, generosas raciones, bien cocinadas, sabrosas y con un buen servicio tanto en atención como en rapidez, lo que es siempre de agradecer y valorar. El menú, con café, agua, vino y gaseosa, 15 euros por cabeza.

Hablé poco en la comida, raro en mí, pero es que la vista se me iba continuamente hacia los ventanales y todo el espectáculo que a través de él se vislumbraba. Me pareció un pequeño lujo inesperado. El café, a pesar del fresquete que hacía, huelga decir que lo tomé en el jardín disfrutando del colorista panorama que terminó por atraparme. Un ¡Nano, que nos vamos! me devolvió a la ajetreada jornada. Todavía había mucho que disfrutar y muchas eran las sorpresas que me aguardaban en un día otoñal en el valle de Tena. Del Aparthotel Búbal y de su restaurante "Los Artesanos" me llevé una tarjeta y este hecho para mí, es una buena señal.