domingo, 31 de julio de 2022

01017 Otra Perspectiva

OTRA MIRADA A LAS CAMPANAS DE SAN LORENZO


No me molestan las campanas.
Me gusta su sonar y sentir.
Son las ocho de la tarde.
Su sonido hoy lo siento más cercano
que nunca, más jubiloso.

Mientras me recreo 
con una perspectiva inusitada para mí, 
hasta parece que puedo llegar
a entender su lenguaje.
No es fácil, pero lo intento.

Su sonido es arte,
crea musicalidad
y lleva siempre
                                                                                    una enorme carga de sentimientos.

                                                                                    Las campanas tienen su propia voz.
                                                                                    Ora triste.
                                                                                    Ora alegre.
                                                                                    Ora reflexiva.
                                                                                    Ora de empezar a orar.

                                                                                    Y es lo que hago.
                                                                                    Orar con fuerza.
                                                                                    Con la misma intensidad
                                                                                    que la voz de estas campanas,
                                                                                    hoy tan próximas y cercanas.
                                                                                    
                                                                                   Han dejado de tañer. 
                                                                                   Se hace el silencio en las alturas.
                                                                                   Son las ocho de una tarde
                                                                                   muy cercana a San Lorenzo.


                                                                                   
                                                                                   
                                                                                   
                                                                                   

                                                                                   











01016 El Brownie

 DE CHOCOLATE Y NUECES


Fue mi hija Jara la culpable de mi afición a este dulce estadounidense. Sabía de su existencia, pero no de su catadura hasta que un día, Jara, aficionada a la repostería, me sorprendió con uno elaborado con sus propias manos. Me fascinó, y no porque estuviera preparado por mi hija, que también, sino porque me pareció delicioso. Un crujiente bizcocho escondía en su interior un esponjoso mar de chocolate y nueces. No diré que se me saltaron las lágrimas, pero casi. Sí, en cambio, me emocioné, aunque esto tampoco es muy significativo. Me emociono con el aleteo de una simple mariposa. Aquel brownie, mi primer brownie, estaba francamente delicioso. De los que no se olvidan.

Desde aquel día han pasado por mi paladar varias decenas de ellos, algunos más afortunados que otros. No es pasión de padre, pero Jara le cogió el tranquillo al Brownie desde el primer día y siempre que lo elabora es un acierto. Otros que he podido probar fuera de casa, algunos de sus autores todavía están buscando la receta. Mi particular exquisitez es cuando acompaño al brownie con helado de vainilla, naranja o mandarina. ¡Para desmayarte!

Como digo, el brownie es un bizcocho de origen americano, compacto, dulce y de color marrón (de ahí su nombre de brownie; brown, marrón en inglés). Existen en la actualidad muchos tipos de brownies, si bien yo solo puedo dar cuenta del tradicional americano; el brownie de chocolate con nueces.

A continuación comparto la receta que Jara sigue al pie de la letra para elaborar tan delicioso dulce.

Ingredientes: 200 gramos de chocolate negro, 110 gramos de mantequilla, 4 huevos, 120 gramos de azúcar, 85 gramos de harina y 150 gramos de nueces desmenuzadas.

Elaboración: Disponemos en un bol el chocolate y la mantequilla e introducimos en el microondas a temperatura media hasta que se derrita. (También podemos derretir sendos ingredientes al baño maría). Una vez derretidos, mezclamos bien. A continuación, en otro bol, ponemos los cuatro huevos y el azúcar. Mezclamos y vamos añadiendo la harina mientras seguimos mezclando. Agregamos el chocolate y la mantequilla que hemos derretido y continuamos mezclando. Finalmente, incorporamos las nueces y si se desea, acompañamos con unas pepitas de chocolate.

En un recipiente para horno untado con mantequilla, incorporamos la mezcla e introducimos al horno durante unos 35 minutos a 180 grados centígrados. Dejar enfriar y servir. Se aconseja ir pinchando el bizcocho con un palillo de cocina para comprobar su cocción y evitar así que no se pase de cocción pues nos puede quedar como un "mazacote". 

El origen de este dulce, para variar, fue, al parecer, fruto de la casualidad. En 1897 un cocinero olvidó añadir levadura a un bizcocho de chocolate. El resultado fue un bizcocho de poca altura al que le dio el nombre de Brownie (marrón).







sábado, 30 de julio de 2022

1015 La Tortilla Floja

CON PIMIENTOS VERDES


He pensado mucho si compartir este pequeño placer o dejarlo estar. Al fin y al cabo se trata de una simple tortilla francesa de dos huevos y unos pimientos verdes fritos cortados a tiras. Un plato que, sobre todo en época estival, me complace llevarme a la boca en las cenas y que alcanza su máximo apogeo si decido acompañarlo con unas rebanadas del siempre bien recibido pan con tomate.

Mi relación con esta sencillez culinaria acabaría aquí, bueno aún podría escribir media docena más de líneas, si no fuera por el título que encabeza esta entrada: "La tortilla floja".

                                                                                    Tengo que recurrir a mi querida suegra quien, en los primeros días de entrar yo formalmente en su casa, preparó a los comensales unas "tortillas flojas" acompañadas con tomate, pepino, lechuga, vegetales todos nacidos en la exuberante huerta de mi suegro, y unas "chullas" de jamón serrano. Nunca en mi vida hasta entonces había oído lo de la "tortilla floja". Supuse que sería alguna variedad de tortilla que tradicionalmente se hacía en esta casa. Así que me preparé para degustar algo nuevo. Pero no, sobre mi plato apareció una tortilla francesa en toda regla. Con todo, recuerdo que la degusté minuciosamente para encontrar la "flojedad" de la susodicha tortilla. No encontré nada distinto a mi conocida tortilla francesa.

En meses sucesivos, la "tortilla floja" apareció en la mesa siempre que fue menester. En una ocasión, y cuando ya sumé confianza con mi suegra, le pregunté el por qué de la "tortilla floja" y si tenía algo de especial con respecto a la francesa. Con una pícara sonrisa me respondió que no había ninguna diferencia y que lo de "tortilla floja", ya se lo escuchaba decir a su abuela.

Movido por la curiosidad, intenté averiguar algún dato al respecto, pero nada encontré. Sí que en alguna ocasión, no con mucha frecuencia, lo he escuchado en otras bocas. Supongo, y aquí me tiró a la piscina sin agua y sin chichoneras, que lo de "tortilla floja" tendrá que ver con la esponjosidad y ligereza de la tortilla francesa frente a la contundencia y laboriosidad de la tortilla de patata. No se me ocurre otra cosa. Por cierto, si alguien lee esto y sabe el por qué, le estaría muy agradecido que lo compartiera.

Huelga decir que en casa no tomamos tortillas francesas sino "tortillas flojas".



jueves, 28 de julio de 2022

1014 San Lorenzo de Almancil

EN BLANCO Y AZUL


Almancil es una población portuguesa que se encuentra en el Concejo de Loulé, en el atractivo y ensoñado Algarve, a unos trece kilómetros de la localidad de Faro. No es muy grande, su población apenas alcanza los nueve mil habitantes, si bien recrea en sus calles y edificios algunos interesantes detalles históricos que la hacen atractiva, en medio de un ambiente muy pintoresco. Uno de los lugares más visitados y fotografiados es la Iglesia de San Lorenzo de Almancil, también conocida como San Lorenzo de Matos, construida en la primera mitad del siglo XVIII y considerada como uno de los mayores tesoros artísticos del Algarve.

Hace cuatro años, en nuestro veraneo familiar en tierras onubenses, realizamos una de nuestras, por aquel entonces, “escapadas tradicionales” al Algarve. En esa ocasión tocaba Almancil, Faro y sus alrededores. (Mientras esto escribo todavía me llegan bellas imágenes de un paisaje vivido, disfrutado y pintado en blanco y azul).

Alcanzamos Almancil a temprana hora de la mañana. El sol ya se había adueñado de la pequeña localidad para llevar a los ojos del visitante sus mejores estampas. Paseamos sus limpias y blancas calles hasta llegar a nuestro deseado destino: la Iglesia de San Lorenzo. Se trata de un templo de nave única con el presbiterio cubierto por una hermosa cúpula revestida de azulejos figurativos, al igual que en las paredes de la nave y la bóveda.

Por aquella época, mi todavía intacta y necesitada fe me llevaba a orar allí donde consideraba que podía ser escuchado. A mi San Lorenzo, patrón de la Ciudad de Huesca, lo visitaba por aquellos días con bastante frecuencia. Creo que hasta llegué a agobiarle con mis súplicas y desalientos.

Entré en el templo lusitano esperanzado, muy esperanzado. Tras pasar por taquilla y abonar dos euros, accedí a la capilla de San Lorenzo. La señora que atendía la taquilla, ya entrada en años, al ver mi cámara fotográfica colgada al cuello me advirtió que no se podían hacer fotografías de la capilla. Al entrar en el oratorio me quedé boquiabierto. A pesar de haber visto con anterioridad alguna imagen del lugar, su visión en vivo me sobrecogió con escalofrío incluido recorriéndome el cuerpo. Me senté en un banco y con las manos entrelazadas sobre mis rodillas comencé a hablar con San Lorenzo. Entre rezos, peticiones y oraciones, mi vista se recreaba con los azulejos pintados, azul sobre blanco, que revisten gran parte de la capilla y que narran la vida y milagros del santo que acabó quemado en una parrilla. En concreto, se trata de ocho paneles anclados a las paredes del templo; dos en los laterales de la capilla mayor y tres a cada lado de la nave. Los doce pilares laterales presentan alegorías de virtudes que conducen a la santidad, mientras que en el coro aparecen las tres virtudes teologales. En la bóveda las escenas muestran la entrada de San Lorenzo en el reino celestial, siendo recibido por la Santísima Trinidad. Por último, y en la cúpula, se muestra la coronación de San Lorenzo.

Y si hermosos son sus azulejos, no lo es menos el dorado retablo de la capilla; una copia barroca atribuida a Manuel Martins, el mayor tallador y escultor del Algarve, autor también de la imagen de San Lorenzo existente en la atractiva y original capilla.

El silencio era sepulcral, solo alterado por los pasos de la señora/guardesa que entró por tres veces para cerciorarse de que no hacía fotografía alguna. La última vez que entró me dieron ganas de decirle que soy hombre obediente y que acostumbro a respetar las normas de las casas ajenas. Pero me callé, tampoco me gustan las broncas ni las escenas inconvenientes. Así que seguí a lo mío, que no era otra cosa que rogar, hablar y admirar la calidad y sentir de los azulejos diseñados por Policarpo de Oliveira Bernardes en 1730 y que constituyen el mejor ejemplo de baldosas de arte barroco en el Algarve.

Allí permanecí aproximadamente una hora. Al salir le dije a la señora/guardesa que era de Huesca y la devoción que le profesamos a San Lorenzo. Apenas conseguí sacarle una ligera sonrisa y menos que me dejara hacer una sola fotografía a la capilla. Así que pasé de nuevo por taquilla para hacerme con una colección de postales del templo. De aquí que las imágenes de interior que ilustran este escrito sean fotografías tomadas a las postales.

Al margen de anécdotas, el caso es que recuerdo que salí del templo dedicado a San Lorenzo, mandado construir por la propia población para agradecer a su santo intermediario por la falta de agua y clasificado como “monumento de interés público” el 2 de enero de 1946, con mucha paz, serenidad y alegre, algo poco habitual en aquellos días.

Han pasado cuatro años desde aquella visita. Las cosas no fueron como fervientemente deseaba. Hoy he decidido que ya era hora de abrir de nuevo la puerta a la reconciliación ante la proximidad del 10 de agosto.

  

 
















martes, 26 de julio de 2022

1013 El Pollo al Limón

 AL ESTILO CHINO


El pollo me gusta de cualquier manera. Prueba de ello es el buen número de recetas que ya han ido apareciendo por este caleidoscopio vital y que han  estado dedicadas a esta ave.

En esta ocasión vuelvo a recurrir a la cocina china y a un libro, de cuando en la prehistoria de mi vida compraba todo libro de cocina que se ponía a mi alcance. Se trata del pollo al limón al estilo chino, uno de los platos típicos de los restaurantes chinos. Me encanta, y a ser posible que las piezas de pollo estén crujientes y bien, bien de sabor. Su elaboración no es nada complicada y el resultado, si gustan los sabores de la gastronomía oriental, es curioso. No es un plato de costumbre, pero de vez en cuando siempre es bien recibido.

Ingredientes: 6 pechugas de pollo, dos huevos, salsa de soja, 150 gramos de harina de maíz (Maizena), jengibre y aceite de oliva virgen extra.

Para la salsa: el zumo de un limón, media docena de rodajas de limón, la ralladura de un limón, Maizena, un vaso de caldo de pollo, un par de cucharadas de azúcar y sal.

Elaboración: Ponemos en un bol la salsa de soja y el jengibre picado. Mezclamos bien y añadimos las pechugas de pollo para su maceración. Introducimos el bol con las pechugas en el frigorífico y lo dejamos una hora.

Mientras maceran las pechugas, nos disponemos a preparar la salsa. Así, mezclamos en un bol el vaso de caldo de pollo, el zumo de limón, el azúcar y la Maizena. Batimos y ponemos la mezcla en un cazo a fuego lento con las rodajas de limón. Removemos hasta que espese la salsa.

La gracia de este plato está, o así me lo parece a mí, en el rebozado del pollo. Para ello, batimos un huevo con un poco de Maizena y vamos rebozando las pechugas de pollo que previamente habremos cortado en trozos. Una vez rebozadas todas las piezas, las freímos en aceite bien caliente. Cuando tengamos todos los trozos fritos, los incorporamos a la salsa. Si lo que deseas es que el pollo esté crujiente, en lugar de echarlo a la salsa, cúbrelo con ella cuando el pollo esté emplatado y vayas a sacarlo a la mesa.

A la hora de servir, puedes añadir la ralladura de un limón e incluso las rodajas de limón empleadas para la salsa. 





miércoles, 20 de julio de 2022

1012 De Nuevo el Hojaldre

PIMIENTOS VERDES, CEBOLLA Y MOZZARELLA


Entramos en la cocina en modo capricho, movido por los frutos que comienza a dar la huerta y la necesidad de comer algo distinto. El único inconveniente es que hay que utilizar el horno y con el verano que está haciendo es lo que menos apetece. Pero bueno, pienso en el resultado final y me vengo arriba.

Ya he comentado en alguna ocasión que el hojaldre me parece un gran invento por su versatilidad y capacidad de adaptarse a cualquier escenario gastronómico. Aunque generalmente esta fantástica masa se asocia más a elaboraciones dulces, particularmente a mí, y sin menosprecio alguno a estas, faltaría más, donde más se crece y luce es en las propuestas saladas. Aquí, sus posibilidades son innumerables. Ya he dado buena cuenta de alguna de ellas y lo que te rondaré. 

En esta ocasión quiero compartir un hojaldre con pimientos verdes, cebolla y mozzarella. La combinación de sabores resulta genial y es muy sencillo de elaborar. 

Ingredientes: una lámina de hojaldre, tomate frito, 2 pimientos verdes, una cebolla, mozzarella, aceite de oliva virgen y un poco de sal.

Elaboración: Como se acostumbra hacer en estos casos, comenzaremos por extender la lámina de hojaldre en la bandeja de horno, que previamente habremos forrado con una lámina de papel para horno, y la pinchamos con un tenedor para que no se suba al calentarla. A continuación, cubrimos la masa con tomate frito e introducimos la bandeja en el horno precalentado a 180 grados centígrados por espacio de unos 15 minutos. Mientras se va horneando el hojaldre,  pochamos en una sartén con aceite de oliva virgen los pimientos verdes, cortados transversalmente en finas rodajas, posteriormente hacemos lo mismo con la cebolla. Sacamos el hojaldre del horno y una vez pochadas las verduras, sazonamos y las extendemos sobre la masa de hojaldre a la que previamente le habremos incorporado láminas de mozzarella. Subimos el horno a 200 grados y volvemos a introducir la bandeja por espacio de otros 15 minutos o hasta que veamos que la masa de hojaldre comienza a dorarse. Sacamos el hojaldre del horno y dejamos enfriar ligeramente. También se puede degustar frío.

Se trata de un buen sustito de los primeros platos para estos veraniegos días en los que el apetito va a la baja. A mí me resulta un plato delicioso.







martes, 19 de julio de 2022

1011 ¡Qué Manera de Sudar!

 Y NO ES POR EL CALOR


Trasládame confianza certera,
imagen dueña de mis pensamientos
en noches y días de desalientos,
idílico regazo, hechicera.

Busco entre tu florida cabellera
la armonía útil a mis hambrientos
deseos ávidos de sentimientos, 
recogidos, despiertos, en espera.

Ventanal de socorro y esperanza .
Silbido de aire puro engalanado.                         
Voz comprometida con el deseo.                            
 
Aspiro a tu contagiosa templanza.
No puede contemplarse más agrado.                       
Al fin y al cabo, no es más que un godeo.                                                             
                                                                                





Nota: Ahora entiendo a Lope de Vega cuando Violante le pidió que hiciese un soneto.

"Un soneto me manda hacer Violante
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando van los tres delante".....

Y encima, no lo habré hecho bien. Me duelen los dedos de la mano derecha de contar sílabas. Pero bueno, ya está hecho.



domingo, 17 de julio de 2022

1010 Las Trufas de Chocolate

Y A SER POSIBLE, LAS DE ARRESE


Traigo hasta este caleidoscopio vital otra de mis debilidades: las trufas de chocolate. Vaya por delante que se trata de una debilidad contenida. De hecho, según me indica la información de las fotografías que acompañan este texto, las últimas que degusté datan de diciembre de 2018. Una generosa caja que me regaló mi querida cuñada/hermana Ana en una visita a Huesca desde Bilbao. Los deliciosos dulces, a pesar de mi débil interés por mantenerlos en el frigorífico y así disfrutarlos durante unos cuantos días, no alcanzaron la tercera jornada con nosotros. Superior a mis fuerzas.  Bueno, por no faltar a la verdad, las Navidades pasadas comí una aproximación a este dulce. Sí, en la caja roja que las acogía ponía trufas de chocolate, pero nada que ver con las auténticas trufas, con la de verdad.

Y es que para hablar de trufas de chocolate del 10 tengo que volver a recurrir, como ya he hecho con anterioridad con algún que otro dulce, a la bilbaína Pastelería Arrese. Son las mejores que hasta ahora he podido probar. Me resultan deliciosas, finas, nada pesadas y con unos sabores muy, muy especiales: Baileys, Chocolate, Cointreau, Nata, y Nata y Chocolate, estas últimas para mí, el no va más de las trufas. Es por eso que cuando mi querida Ana, sabedora de mi debilidad por este dulce, me obsequia con una caja de trufas de Arrese, lo celebro como niño con zapatos nuevos.

Hubo un tiempo, en la prehistoria de mis días, que me dio por hacer trufas caseras con una receta que me facilitó mi hermana María Engracia. Dejé de elaborarlas porque comenzaron a convertirse en una adicción desmedida e incontrolable. Aunque no tenían nada que ver con las de Arrese, ni de lejos, salían “resultonas”. Todavía conservo la receta de puño y letra de mi hermana. Cualquier día de estos me vengo arriba y vuelvo a recrear la receta. Dice así:

Ingredientes: 250 gramos de chocolate fondant, una generosa cucharada de mantequilla, 200 ml de nata para montar y 200 gramos de fideos de chocolate. Opcional, un chorrito de cognac o del licor que se desee.

Elaboración: Ponemos en un cazo el chocolate troceado y la mantequilla, y derretimos a fuego medio. (Esta receta tiene ya sus años, así que ahora podemos derretir el chocolate y la mantequilla en el microondas). Montamos la nata que añadiremos al chocolate, una vez templado, y que mezclaremos con movimientos envolventes. Este es el momento, si se quiere, de incorporar el licor que nos guste. Dejamos enfriar la mezcla en el frigorífico durante un par de horas. Hacemos bolas con la masa y las rebozamos con los fideos de chocolate. Dejamos de nuevo en el frigorífico y listas para comer. Recomendación: hacer bolas que se puedan meter en la boca de un solo bocado.

Por cierto, muchos son los países que se adjudican el descubrimiento de las trufas de chocolate. Si bien, todo parece apuntar que este dulce se debe a la imaginación de Louis Dufour, un pastelero de la localidad francesa de Chambéry, en el departamento de Saboya. Al parecer, “el 28 de diciembre de 1895 el señor Dufour se dio cuenta de que su almacén se había quedado vacío de provisiones y que no iba a poder surtir sus clientes. Rehusó a pedir ayuda a otros pasteleros de la región, por lo que tuvo que imaginar una solución. Decidió entonces fabricar él mismo un producto digno de la calidad de su boutique pero que fuera de fabricación rápida. Primero removió la crema, luego añadió cacao, vainilla y en un instante la mezcla estaba hecha... Con mucho cuidado formó pequeñas bolitas que mojó en una cobertura para después hacerlas rodar en el polvo de cacao. Así nació la primera trufa, una pequeña creación saboyana que fue la última inspiración de este genial pastelero”.

 




viernes, 15 de julio de 2022

01009 Las Gambillas

 TORRENUEVA, GRANADA


Hoy toca poner un poco de orden al ingente número de fotografías que he ido acumulando en los últimos años. Me temo que es lo único que, con paciencia, mucha paciencia, voy a ser capaz de ordenar. Y si no lo consigo, por lo menos disfrutaré de nuevo de pequeños y felices instantes vividos.

He comenzado por revisar un archivo titulado Almería Granada, de fecha julio de 2019. Las imágenes se reparten entre momentos familiares muy necesitados por aquellas fechas y hermosos parajes de estas dos provincias andaluzas, junto a alguna curiosidad y estampas de una deliciosa gastronomía novedosa para mí.

No sé muy bien y sin venir a cuento, no hace mucho tiempo, me acordé de unas curiosas y agradables gambas que tomé en aquel viaje. No las he vuelto a probar ni las he intentado hacer en casa por falta de género adecuado. Las recuerdo con auténtico placer. Supe de su existencia a través de las redes sociales a la hora de buscar un lugar donde tomar algo especial y a buen precio en el entorno de la granadina localidad costera de Torrenueva, próxima a Motril. Varios de los comentarios a los que accedí coincidían en señalar un lugar popular, sin pretensiones, con amplia carta para comer o tapear, con especial atención a los fritos, buenos precios y buen servicio. Y de entre sus especialidades, "las gambillas". El establecimiento hostelero en cuestión: Café-Bar Cerezo, en carretera de Almería, s/n.

Tras una espectacular mañana y después de alimentar la vista con paisajes de agua y ensueño, nos dirigimos con Gloria hacia el lugar recomendado. Era tal y como indicaban nuestros desconocidos informadores internautas. Apetecía todo, pero el objetivo era comer las populares "gambillas". Al poco de demandarlas, una amable camarera depositaba sobre la mesa un generoso plato de gambas con la cabeza cortada y fritas con un ligerísimo rebozado que casi parecía una tempura. Cogí el primer ejemplar, lo metí en la boca, lo saboreé, lo volví a sacar de la boca, pelé con suma facilidad la gamba y de nuevo la introduje en la boca para mi deleite. Y así una tras otra "gambilla", como si fueran pipas, hasta finiquitar el plato. No sé si fue el momento, el lugar, la luz, la complicidad, el ambiente o la necesidad de estar bien, que me pareció algo extraordinario y más si cabe, cuando nos trajeron la cuenta: una caña, una cerveza y un plato de "gambillas", 14 euros, IVA incluido. 

Mira que he podido llegar a tomar gambas en mi vida y en lugares bien distintos, pero pocas me dejaron tan grato recuerdo como estas de Torrenueva. Habrá que pensar en volver.






miércoles, 13 de julio de 2022

01008 El Pisto de Verduras

UNA DELICIA DE VERANO


Los huertos comienzan a dar sus primeros frutos; no el mío, que este año, mor de mi amigo perruno Humphry, no tengo.

Sea como fuere, menos mal que siempre hay algún alma caritativa que se acuerda de uno y le agasaja de vez en cuando con algún presente hortícola,  sabedora de mi querencia por el huerto y sus frutos, y mi gusto por el verano con sus sabores y olores de presente y recuerdo.

Estrechamente ligado al verano y también al recuerdo, en este caso de infancia y juventud, llega a este caleidoscopio vital un básico en la cocina: el pisto o combinado de verduras. Esta es la mejor época del año para llevarlo a la mesa, ya que los alimentos empleados para su cocinado están en su máximo esplendor de sabor.

¡Qué sorpresas nos deparan muchos cocinados! El pisto, que ahora me encanta, no lo podía ni ver. A veces hasta me daban náuseas verlo en el plato delante de mí. Y para qué contar cuando mi madre lo acompañaba con una tortilla francesa. Me resultaba una imagen del todo rechazable. Eso sí, me lo comía sin rechistar. Gustara o no, para adentro. No quedaba otra. No eran tiempos para hacer tonterías con la comida ni con casi nada.

Mi madre acostumbraba a cocinar el pisto con tomate, pimiento rojo, pimiento verde y cebolla. Me imagino que me fui acostumbrando a él con el paso de los años. Lo que sí recuerdo es que en ocasiones, sobre todo cuando venía a casa mi hermano Manolo, mi madre le preparaba un plato con pisto, que le encantaba y al que yo me sumaba con sumo agrado. Yo le llamaba "pisto de fiesta". Se trataba de un buen plato de arroz blanco hervido que mi madre ponía en forma de volcán en una fuente de mesa, o en un molde circular, y lo llenaba de pisto al que añadía algunas latas de atún en escabeche. Lo recuerdo como algo excepcional. Nunca más, desde aquellos felices días, lo he vuelto a probar. Cualquier día de estos me pongo manos a la obra y recupero ese maternal sabor.

Elaborar un buen pisto no tiene mucha ciencia. Con tener buenos productos es más que suficiente. Además, admite muchas variantes, según los gustos personales de cada uno. El pisto que propongo es el más sencillo y común.

Ingredientes: medio dilo de tomates maduros, una cebolla grande o dos pequeñas, un pimiento rojo, un pimiento verde, un diente de ajo, un chorrito de vino blanco, aceite y sal.

Elaboración: Se cubre el fondo de una cazuela con aceite de oliva virgen extra. Calentamos y cuando coja temperatura incorporamos la cebolla picada. Sofreímos e incorporamos el ajo picado, los pimientos cortados en tamaño similar y el tomate cortado a cuadraditos. Salamos al gusto e incorporamos un chorrito de vino blanco. Cocinamos a fuego bajo por espacio de 30-40 minutos y vamos removiendo para que se mezclen bien los ingredientes.

El pisto solo es una delicia y acompañado de unos huevos fritos, por ejemplo, un pequeño placer para cualquier día de verano. ¡Quién me lo iba a decir a mí!






01007 No Es Gran Cosa

 INSPIRADA CREACIÓN


No es gran cosa.
Nunca pasa nada.
Llega.
Deja un manojo inconexo de sensaciones.
Y se va.

Las preguntas se hacen innecesarias.
No hay respuestas.
Sobra todo.
Hasta las palabras.
Sí, hasta las palabras sobran.

Hay momentos en que parece
que todo ha sido soñado.
Mirar sin respirar,
mientras el silencio se torna reflejo.

No, hoy no pienso hacer nada.
Ni siquiera voy a imaginar.
Tampoco adivinar ni inventar.
Quietud.
Espera.
Esperar a sentir en el fondo
algo así como una especie de muda alegría.

¡Qué cosa tan idiota!

Lo cuento y me sorprendo.
¡Qué lejano y exiguo se me hace todo en este 
instante!                                                                                             
El dorado camino me invita a transitar
sobre su piel de agua.
Pero no.
Hoy no.
Hoy ni voz ni forma.
Solo una inspirada Creación.
Un momento magistralmente inmortalizado.
Un cálido espacio de vida
donde nace la belleza.

La luz se va en busca de otro amanecer
sin pedir permiso ni disculpas.
¿Has visto algo más hermoso?

No es gran cosa.
Lo sé.
Nunca pasa nada.

Es la vida que corre escaleras arriba.







                                                                     








  

                                                                                    




martes, 12 de julio de 2022

01006 Las Tartaletas de Hojaldre

 CON MEJILLONES Y TORTILLA DE PATATA


Sábados y domingos son los días perfectos para "marranear" en la cocina. Suena mal el entrecomillado pero es así. Son los días perfectos para experimentar, de aquí que vuelva al entrecomillado, con platos copiados de alguna receta o hacer "probatitnas", de esas que tanto me gustan, con sabores, texturas y combinaciones de alimentos. Son estos dos días, jornadas sin prisas, casi sin horarios y hasta contemplativos.

Hecho el preámbulo pertinente, vamos allá con este capricho de tartaletas de hojaldre rellenas de tortilla de patatas y mejillones. El antecedente de esta curiosa elaboración gastronómica se remonta a una receta que invitaba a probar unas aparentes tartaletas de hojaldre rellenas de tortilla de patata y que además se presentaban como un "original aperitivo". En su día las hicimos en casa y francamente nos sorprendieron tanto que volvimos a repetir en días venideros. 

En una ocasión, alparceando recetas de cocina, una habitual costumbre que tengo para matar ratos, en un blog que ahora mismo no recuerdo, alguien proponía una tortilla de patatas con mejillones en escabeche. No tenía mala pinta la imagen con la que se ilustraba la receta. Y pensé, si me gustan las tartaletas como soporte de un cocinado, si me chifla la tortilla de patata, a ser posible con cebolla, y si me vuelvo loco por los mejillones, todos los ingredientes combinados tiene que ser la bomba. Así que me puse manos a la obra. Ya anticipo que el resultado me pareció espléndido.

Pelé media docena de patatas y las corté en finas rodajas. Piqué media cebolla que posteriormente sumé a las patatas y sazoné. En una sartén con generoso aceite de oliva virgen freí patatas y cebolla hasta que comenzaron a coger color. Escurrí bien la fritura y dejé enfriar. Batí cuatro huevos que incorporé a las patatas y cebolla cuando observé que la fritura estaba ya fría y no cuajaría los huevos. Cociné al vapor medio kilo de mejillones que retiré del fuego en cuanto comenzaron los moluscos a abrir sus conchas. Una vez perdieron el calor, los incorporé a las patatas, cebolla y huevo batido.  En una bandeja de moldes para horno fui forrando con masa de hojaldre, también puede hacerse con obleas para empanadillas, los moldes. Hecha esta operación, fui rellenando cada molde con la mezcla protagonista del cocinado. Ultimada esta operación, introduje la bandeja de moldes en el horno precalentado a 200 grados centígrados por espacio de unos 20 minutos aproximadamente, si bien durante el horneado fui pinchando el relleno de las tartaletas hasta que observé que estaba bien cuajado. Dejé enfriar las tartaletas fuera del horno, las desmonté de los moldes y serví.

Además de ser muy bien recibidas en la mesa, entraron en el estómago como un cañón, acompañadas de un delicioso vino blanco bien fresquito.

Y así se me pasó el día entre mis queridas tartaletas. 





domingo, 10 de julio de 2022

01005 La Langosta

DELICADA Y SUBLIME


No creo que sobrepase la docena y media de veces las que he comido langosta a lo largo de mis sesenta y cuatro años de vida. Y salvo en alguna rara ocasión, mejor dicho, cuando el mercado las ha puesto a tiro de cartera, la mayoría de oportunidades de sentarme frente a tan preciado marisco ha sido en alguna boda o celebración a la que he sido invitado.

Así como con otros alimentos o platos que han ido pasando por este caleidoscopio vital tengo muy presente “aquella primera vez”, con la langosta no tengo ni la menor idea ni dónde, ni cuándo, ni cómo la saboreé en primera instancia. Intuyo, solo intuyo, que sería en alguna boda y con algunos años ya sobre mis piernas, porque en mi casa no estábamos para tales dispendios.

Cuando he comido langosta, al no ser un ingrediente cotidiano, ni de lejos, de mi dieta, la he saboreado como si no hubiese un mañana. Si habitualmente como despacio, con este preciado marisco puedo llegar al límite de la desesperación. Dicen los que saben de este manjar, que es la carne más exquisita de todo el océano, la más delicada y sublime, y la más deseada en las mesas de todo el mundo. Y con esos honores me enfrento a ella para mi disfrute.

La langosta que ilustra esta entrada, según puedo leer en la información de la fotografía, la disfrutamos en casa en noviembre de 2021. La compramos a un precio bastante asequible. Desconozco el mar donde vivió. Lo que sí que todavía recuerdo es lo deliciosa y sabrosa que resultó. Daba pena echarle el diente cuando salió a la mesa.

A la hora de cocinarla nos decantamos por la forma más sencilla y evitando incorporar elementos que pudieran disimular su natural y atractivo sabor. Así que acudimos a los consejos traídos de uno de nuestros viajes a Galicia: poner agua a hervir con un poco de sal e introducir la langosta, por espacio de diez minutos, desde que el agua entre en ebullición. Sacar la langosta del agua y dejarla en reposo sobre unos cubitos de hielo hasta que se enfríe.

Sacamos la langosta a la mesa desprovista de su caparazón, con unas hojas de lechuga y aliñada simplemente con unas gotas de aceite y vinagre. ¡Espectacular!

Ni me acordaba de cómo era su textura y sabor. Así que puse a todos mis sentidos en formación, con el mandato de que estuviesen bien atentos y receptivos porque no sabía cuántos años iban a pasar hasta que se vieran en otra como esta. Y ya lo creo que me hicieron caso.



sábado, 9 de julio de 2022

1004 Fueron los Miedos

 ROBADOS POR LA LUNA


Fueron los miedos
los que devoraron el tiempo
insistentemente rígido.

Fueron los miedos
los que cubrieron, 
negro y espeso, 
el ignoto camino.

Fueron los miedos
quienes truncaron
los versicolores guiños de la vida.

Fueron los miedos, 
siempre los miedos, 
los que impidieron hollar
horizontes y laderas.

Fueron los miedos.
de ida y vuelta,
los que esperaron en cualquier esquina.

Fue la luna,
en una noche y un descuido, 
quien se llevó los miedos
al otro lado de la colina.

                                                                                   Y el aire de la noche blanca
                                                                                   entró en los pulmones,
                                                                                   cual bálsamo,
                                                                                   para predecir días de sol en el resto del calendario.


miércoles, 6 de julio de 2022

01003 El Cerdo Agridulce

PLATO EMBLEMÁTICO CANTONÉS


De vez en cuando, muy de vez en cuando, me gusta ir a comer a un restaurante chino. Me da la impresión, nada contrastada, que esta cocina asiática es aceptada y rechazada en la misma proporción. Yo soy de los que la aceptan, si bien en la actualidad puedo acudir a un restaurante chino una, dos o ninguna vez al año. No como hace algunas décadas que acudía a los sabores orientales de los rollitos primavera, arroces, pollo y cerdo en salsas inimaginables cada vez que tenía la más mínima oportunidad.

Mi querencia hacia la cocina oriental llegó en Bilbao, en los inicios de la década de los ochenta del siglo pasado, - qué duro suena- , mientras cumplía con el servicio militar. Fue en un restaurante chino de la calle Henao. No recuerdo la motivación por la que acudí allí. Supongo que sería la novedad y el "atractivo" precio del menú. Intento poner un precio, pero me es del todo imposible. Cualquier cifra que ponga seguro que será errónea, pero dada mi débil economía en aquella época, no me cabe la menor duda de que comer en este lugar se me ponía a tiro. ¿Doscientas, trescientas pesetas? Algún día se inventará algo que permita visitar los recuerdos tal como fueron.

Vagos recuerdos aparte, de aquellos novedosos sabores para mí,  sigo manteniendo hoy en día algunos de ellos y que supongo se irán incorporando a este caleidoscopio vital. Es el caso del cerdo agridulce, uno de los platos emblemáticos de la cocina tradicional china. El origen de esta receta se localiza en la ciudad de Cantón. Según leo, en el año 708 se describen platos agridulces en los menús del emperador Tang Zhongzong.

La receta que traigo en esta ocasión está copiada de una de las miles de recetas que he ido recortando de revistas en los últimos 40 años. Algún día le dedicaré a esta afición la atención que se merece.

Ingredientes: 500 gramos de carne de cerdo (magro o lomo) cortada a tacos, 2 cucharadas de maizena, sal,  una cebolla, aceite de oliva virgen,  una lata pequeña de piña en su jugo, ketchup, 2 huevos, media zanahoria, un pimiento rojo, tres cucharadas de soja, salsa worcester, una cucharada de azúcar y dos cucharadas de vinagre de arroz.

Elaboración: Cortar el lomo a dados y reservar. Cortar la cebolla a tiras finas, el pimiento en trozos, así como la piña. Batimos los huevos con una pizca de sal y una cucharada de azúcar. Pasar la carne por el huevo y rebozar en maizena. Freír la carne en una sartén con aceite de oliva hasta que esté dorada. Reservar. En el mismo aceite de freír el cerdo, pochar la cebolla y el pimiento. Reservar. Poner en una sartén dos cucharadas de aceite de oliva y cuando esté templado añadir una cucharada de salsa de soja, otra cucharada de salsa worcester, dos cucharadas y media de ketchup, dos cucharadas de vinagre de arroz, cinco cucharadas de azúcar y el zumo de la piña. Remover bien a fuego bajo. Agregar una cucharada de maizena disuelta en medio vaso de agua y dejar cocer a fuego bajo y removiendo hasta que espese.

Finalmente, incorporar la carne, la piña, el pimiento y la cebolla. Dejar cocer durante un minuto y servir.

Además de entretenido, uno de los quid de la cocina, me parece un plato delicioso para tomarlo de vez en cuando. Hay más recetas al respecto, pero esta es la más "socorrida" para un neófito en cocina asiática.