lunes, 29 de febrero de 2016

00243 El Preciso Instante

APENAS NADA

Ni antes ni después. Ni luego ni ahora, posiblemente ya sea tarde. Hay situaciones que no dependen de nosotros sino de un instante. De un justo momento difícil de controlar. Sólo la continua y permanente observación puede llegar a captarlo, a darle forma y sentido, a hacer real lo imaginado.

El perdón se pide en un instante preciso, ni antes ni luego. La muerte llega en un preciso instante igual que la vida, igual que las segundas oportunidades. Una caricia, un amigo, un consuelo, una ráfaga de aire, un deseo, la paz infinita o el desasosiego, una voz que recuerda, una palabra amable, un insulto desoído, todo tiene cabida en ese instante preciso. Ni después ni ahora. Todo se sucede en ese espacio de tiempo tan breve y desapercibido que en un mínimo descuido pasa inadvertido.

Bilbao, 6 de julio de 2013. Son las ocho de la tarde. De regreso a casa de mis hermanos por la plaza Moyua, entre dos calles, se avista el hermoso Guggenheim. Los últimos rayos del día platean su atractiva figura. Deslumbra, atrae, asombra. Siete instantáneas. No vale ninguna. Se perdió el instante entre mis manos, la cámara y mi ojo. Fue un instante. Ni antes ni después. Ni luego ni ahora. Llegué tarde al preciso instante.









00242 Los Molletes

DELICIOSO RECUERDO

Son el premio al final del camino. La recompensa para un fácil conformar. Un ritual en las mañanas de verano de pies inquietos y ánimo subido. Sólo si hay compañía. En solitario me da pena. Con jamón y el mollete untado en tomate, simplemente con aceite y sal,  o aceite, sal y tomate. Sientan bien, son bien recibidos, dejan un grato recuerdo para una necesidad de alivio.

No soy muy dado a los almuerzos diarios. Dos o tres cafés americanos enlazan el desayuno con la comida. Siempre ha sido así, y así es también ahora. Bueno, siempre,  no es del todo cierto. Tuve mis días de almuerzo con carajillo incluido en mis tiempos como subalterno en la oficina principal de Correos de Huesca. Alguna vez los recuerdo en mis ratos de pensamientos muertos. En el Brasil, con Alegría al frente trasladándonos algo de su nombre cuando a penas habían sido puestas las calles. Cuando después de cargar un camión con destino a Jaca,  y descargar y volver a cargar otro con destino a Zaragoza, todavía se resistía la legaña. Entonces podía con todo tipo de bocadillos, de los de media barra de pan, e incluso si alguno de mis compañeros iba de antojo, yo le acompañaba para meterme entre pecho y espalda unos callos, un par de huevos fritos con acompañamiento y patatas o algún guiso sorpresa que guardara Alegría. Impensable ahora. Me estoy desviando un gran trecho de los molletes. Los retomo.

Y lo hago en Huelva. Fue allí donde comí por primera vez un mollete. Lo hice al llegar a destino tras mi caminar entre el Nuevo Portil y El Rompido. Poca cosa, unos seis kilómetros aproximadamente. Una excusa veraniega.

Me senté en una terraza para tomar mi consabido café americano. A mi alrededor observé a un nutrido número de parroquianos dando buena cuenta de unos, aparentemente para mí, bollos de pan con un café con leche, cerveza o agua. Era tal el deleite con el que se los comían que no pude resistirme a unirme a ellos. A la pregunta del camarero sobre "qué le apetece tomar", una respuesta sin titubeos, "un bocadillo de pan con tomate y jamón, y un café americano". Mientras formulaba mi petición, mi mirada debió de fijarse, sin yo darme cuenta, en la mesa de al lado. El amable camarero me volvió a interrogar, "¿el señor desea un bocadillo de jamón o un mollete con jamón?". Estaba claro que el camarero había leído en mi frente la palabra "pardillo". Aclarados los conceptos, llegó mi mollete. Me encantó. Lo recuerdo delicioso. El jamón, el aceite, el suave y ligero mollete....

En días y años sucesivos, en nuestras vacaciones en Huelva, he seguido uniendo con mis pasos el Nuevo Portil con El Rompido. Me resulta un paseo agradable y gratificante. No siempre hay mollete al llegar a la meta. Sólo cuando voy acompañado de  mis sobrinos Juan e Isabel. El mollete, como tantas otras cosas en esta vida, sabe mejor en compañía. Se disfruta más, se digiere mejor con una amable conversación.


Leo que el "mollete" es una pieza de pan de miga blanda de posible origen en los panes ácimos utilizados antiguamente para la misa y de origen hebreo. Es el protagonista, junto con el aceite de oliva, del típico desayuno andaluz (mollete o rebanada de pan con aceite de oliva, sal y en ocasiones tomate y/o ajo). Los hay de diversos tipos: enharinados por fuera, al estilo antiguo, siendo los más afamados los de Antequera en Málaga y los de Puerto Serrano y Algodonales en Cádiz. También son típicos de Espera, en Cádiz, y de Écija, en Sevilla, untados con la también típica "manteca colorá". El mollete es un tipo de pan que cumple perfectamente con la dieta mediterránea ya que es un pan elaborado a partir de ingredientes básicos y ausencia total de grasa. La combinación de mollete y aceite de oliva virgen es beneficioso para la salud ya que aporta hidratos de carbono y ayuda a controlar el colesterol.



domingo, 28 de febrero de 2016

00241 Los Días en Azul

VESTIDOS DE LUZ

La luz que entra por la ventana y todo lo inunda no viene a mentir. Tampoco a inventar. Llega a invitar, a tender la mano hacia un devenir prometedor. Celestina de un color que espera afuera; frío por defecto, apacible y relajado por sentimiento.

Claro, sensitivo, puro, limpio, azul. Día de cielo sin rasguños ni heridas para recoger todos los sentimientos que van más allá de la simple pasión y permanecer en el tiempo. Una casa de pueblo, una alberca enjaulada, una piedra que gira, que rueda sin rumbo a la zaga de nada. Una barca varada, un trino en la rama, una playa que juega a la orilla del agua bajo la atenta mirada de un azul que todo lo agranda y ensancha.

El entorno se torna en confianza. Hasta de mí mismo me fío en mi eterno desequilibrio por caminos inciertos. Fantasía y utopía salen de la mano en compañía para un día en azul que espera. Es perfecto. Alegre, limpio y sincero en el regreso.

Días en azul vestidos de fiesta para una mirada en asombro. Vestidos de luz para no tocar más fondo. Desnudos de fantasmas y quebrantos, de malezas y rastrojos. Sólo vestidos de azul para los ojos. Y el día que llegue la hora, que sea en azul, como en un remanso entre el cielo, la piedra, la arena, el agua y la ola.












sábado, 27 de febrero de 2016

00240 Restaurante L'usuella

JORGE ZANUY

Hace días que quiero traer hasta este blog el restaurante L'usuella. El nombre es bonito en sí, suave al oído y sugerente. Desconozco si tiene algún significado. Si lo tiene, no he sabido encontrarlo. Creo recordar, igual estoy confundido, que es el nombre de un paraje o barranco que se encuentra en las proximidades de Salas Bajas, localidad donde se localiza el establecimiento hostelero.

Lo regenta Jorge Zanuy, el hombre orquesta del restaurante. Es un tipo curioso de no menos curiosa existencia. Conocí a Jorge en el último certamen del Concurso de Tapas de Huesca. Junto con Mariví Marco formamos uno de los grupos del jurado. Probar y valorar en dos semanas más de setenta tapas dan mucho de sí. Fueron muchas horas de compadreo, de intercambio de experiencias y dio la casualidad de que a los tres nos gusta hablar. Cuando acabó el concurso tuve la impresión de que tanto a Mariví como a Jorge los conocía de toda la vida.

Recuerdo que Jorge,  en el primer día que salimos a tapear,  nos contó lo más esencial de su vida. Del por qué se fue a estudiar pastelería a Barcelona, sus andanzas, su afición a la música y del grupo en el que llegó a tocar, de su primer restaurante en Tamarite de Litera, de su periplo por Huesca y de su nueva y reciente ilusión en Salas Bajas. Es tan sólo un resumen a modo de aproximación a una vida llena de divertidas anécdotas, más amenas cuando salen de su boca. Creo que no se lo llegué a decir, pero de los tres años que llevo participando como miembro del jurado fue en el que más aprendí. El afán de Jorge por desmenuzar, radiografiar y diseccionar cada tapa era contagiosa y muy provechosa en argumentos. La curiosidad y el amor hacia una profesión es lo que tiene. Y Jorge, por lo que le conocí, es un gran curioso y un hombre totalmente volcado en su profesión.

En la despedida decidimos con Mariví que iríamos a conocer su nuevo restaurante. Pasadas las navidades, así lo hicimos. A primera vista, sorprende. No me lo imaginaba de tal factura por más pormenores que nos fue trasladando Jorge. Es un establecimiento amplio y acogedor. Sin grandes lujos pero con certeros detalles. Huele a dedicación, a ilusión, a trabajo por agradar a la gente y a grandes expectativas.

La cena fue muy armoniosa y placentera en el verbo y exquisita sobre el mantel. Para empezar una original y sabrosa Ensalada L'usuella,  a base de lechuga, queso nube madurado, fresas, nueces, vinagreta de fresa y vinagre de vino joven del Somontano y mosto recién vendimiado, elaborado en barrica de roble francés. La mezcla de sabores resulta muy atractiva al paladar. De tan espectacular que resultó ser, casi ni me dio tiempo de hacer una fotografía al plato.

En punto y seguido, Jorge nos deleitó con una crema de patata y trompetas amarillas, huevo poché, aceite de trufa y shichimi togarashi, cubierta con una galleta de maíz. Simplemente, espectacular. Y como colofón, unas manitas de cerdo guisadas, a petición de Mariví y de quien suscribe. No recuerdo si tomamos postre, yo sólo sé, que repetí manitas.

Los vecinos de Salas Bajas y redolada pueden estar de enhorabuena con la llegada de Jorge al frente de L'usuella. Les esperan gratificantes e innovadoras propuestas gastronómicas a precios muy razonables junto a un contertulio fuera de lo habitual.

Desde aquel día no he vuelto a ver a Jorge. No veo a casi nadie. Desde este blog quiero desearte, Jorge, que en el L'usuella y en Salas Bajas, encuentres junto a tu familia tu tierra prometida. Me alegraré, tal y como hago con  los éxitos de mis amigos.






viernes, 26 de febrero de 2016

00239 La Corona de los Muertos

CURIOSIDAD E INTRIGA

Es otoño. Hay silencio en el paraje. Ni una voz, ni un ave. Apenas se escuchan nuestros pasos entre pinares y hayedos. Es hermoso el paisaje y liviano el camino. Todo es asombro en este nuevo cobijo de silencios, de suaves contrastes teñidos de ocres y amarillos, de luces y sombras entre árboles de tronío.

A nuestra izquierda una señal, una flecha, Corona los Muertos, se puede leer. Una breve subida, unos pocos metros y parece que hubiésemos cambiado de cuento. Una informal alfombra de hojarasca rompe el silencio acostumbrado de nuestros pasos callados y el verde de lápiz Alpino pinta de verdor la estancia. Comienzo a tener frío en el húmedo yacimiento. Curiosidad, misterio e intriga en una hermosa mañana otoñal. Apenas un bosquejo de luz en el bosque de ánimas.

El yacimiento arqueológico Corona de los Muertos se ubica al fondo del Valle de Hecho, a unos 1.100 metros de altitud. Para llegar hasta aquí deberemos coger una pista que arranca a mano derecha del antiguo camping de Oza. Tras caminar unos metros, tomaremos un sendero a mano izquierda, señalizado, cruzaremos un pequeño puente de madera sobre un riachuelo y después de subir una ligera cuesta, habremos llegado a la parte alta del yacimiento. La duración del recorrido desde el camping es de apenas 15 minutos. Las coronas están protegidas por un cercado de madera y existe un panel explicativa del yacimiento.

Leo que "este hallazgo arqueológico es un eslabón más de una rica ruta megalítica de Aragón, que incluye también varios dólmenes y menhires en el vecino valle de Guarrinza. Aquí, 120 círculos de piedra repartidos por la arboleda son la excusa perfecta para adentrarse en sus entrañas en usca del DNI de nuestros antepasados. Estos círculos comenzaron a construirse, según los estudiosos, desde finales del Neolítico y los ejemplares más recientes son de la primera Edad del Hierro (3.000-500 antes de Cristo). Como al conjunto de construcciones megalíticas, en principio se les atribuyó un significado funerario. Pero la ausencia de restos de cenizas o cistas (enterramientos de piedra primitivos) han obligado a los arqueólogos a hacerse muchas preguntas. La respuesta más unánime es que se trataría de restos de cabañas construídas con pieles y piedras, el refugio de nuestros antepasados en la espesura del bosque pirenaico durante los periodos estivales, cuando se trasladaban a estos parajes para que pastara su ganado.

Sin embargo, una teoría más atractiva para la imaginación del viajero, defendida por el historiador Antonio Ubieto, sugiere a la vista del hallazgo de restos de armas del Medioevo, que nos podríamos encontrar en el lugar donde se desarrolló, el 15 de agosto del año 778, la mítica batalla de Roncesvalles en la que la retaguardia del Ejército de Carlomagno fue sorprendida en una emboscada por tropas de vascones. La hazaña fue inmortalizada en la célebre Canción de Rolando. El viajero, siempre dispuesto a mostrarse condescendiente con la leyenda, prefiere pensar en que, quizá, por aquí corretearon asustados los 20.000 soldados francos perseguidos por los bravos vascones (aunque la hipótesis más ortodoxa señala el desfiladero de Valcarlos como el lugar donde se libró la contienda)". Fuente, Viajesalpasado.com

El yacimiento Corona de los Muertos forma parte de la Ruta Megalítica que ofrece el Centro de Interpretación del Megalistimo Pirenaico y de la Val d'Hecho.















jueves, 25 de febrero de 2016

00238 Las Croquetas

CRUJIENTES, SABROSAS Y LÍQUIDAS

Hace unos días hice un caldo de "pobre" con una pastilla de concentrado de carne, unas verduras y un "zancarrón" de jamón que rondaba por la cocina desde hacía algunos meses. Tantos que hasta casi conseguimos hacernos amigos. Un día de estos os lo presentaré. Le hice fotos en la despedida, en plena ebullición y desprendiendo todo su olor.

Lo cierto es que más que el caldo, que también, lo que realmente me apetecía era hacer croquetas de jamón. Me chiflan las croquetas. Comería todos los días croquetas. No importa su sabor: jamón, pescado, boletus, verduras, queso, cebolla, gambas, pollo, carne... Siempre sientan bien ya sea como aperitivo, capricho o en la mesa. Para comer, cenar o como compañeras de excursión.  El único pero, que os lo podéis imaginar, lo voy a obviar. Y no es hacerlas.

Una buena croqueta se recuerda de por vida. Todos tenemos en nuestro imaginario aquella croqueta que en su día aplaudimos y que ponemos como ejemplo cuando,  de forma imprevista, sale a colación la susodicha elaboración. También es un tema de conversación muy recurrente.

Si el sabor de la croqueta es importante, no lo es menos su textura. Yo me inclino más por las croquetas casi líquidas, -yo no las consigo hacer-, y huyo de las que denomino,  "mazacoquete de croqueta". Hasta hace muy poco tiempo mis mejores croquetas las localizaba en Santander, en Somo, en el Restaurante "El Galeón". Estas han sido apeadas del podium por las que hace mi amigo Pepe Costa. Sólo he conseguido probarlas una vez pero me dejaron huella: crujientes, sabrosas y líquidas. Tengo que pedirle que me de unas lecciones.

La elaboración de la croqueta nació en una época en la que, como tantos otros platos tradicionales que han pervivido hasta nuestros días, imperaba la necesidad. En este caso abundaba la harina y se aprovechaba la carne sobrante de los cocidos. Según publica en su web el restaurante gijonés "La Pondala", donde precisamente una de sus especialidades son las croquetas, se tiene constancia que el cocinero francés Antonin Carême, conocido como "el rey de los chefs y el chef de los reyes", fue quien las introdujo en las cocinas nobles a mediados del siglo XVIII y principios del XIX, tras haberlas servido en uno de sus banquetes bajo el nombre "croquettes à la royale". Siendo éste un producto originario de Francia, una de las curiosidades es su origen etimológico ya que proviene de la palabra francesa "croquer", que significa crujir, y de su diminutivo "croquette". En España, encontramos los primeros indicios de este plato en el testimonio de Emilia Pardo Bazán que aseguraba que las croquetas hechas con pollo o vaca ya eran populares en el año 1913.














miércoles, 24 de febrero de 2016

00237 Algún Que Otro Balance

GRACIAS


 

Acabo de ver que se ha cumplido un año desde que iniciara este blog. Ni me acordaba. Veo que fue el 11 de febrero cuando improvisé una breve introducción en la que explicaba el por qué del mismo y aventuraba el contenido de este caleidoscopio vital. El balance numérico es sencillo de contar: 237 entradas, 8.921 visitas al blog y 189.230 a la página creada por Google y que me tiene totalmente despistado. Observo también que las entradas que más aceptación han tenido hacen referencia a la gastronomía o las cosas del comer, así como algún que otro paraje vacacional apoyado en imágenes más o menos sugerentes. En el otro lado de la balanza se apilan las que recogen el menor número de visitas y que tienen que ver con el imperio de los sentidos más la suma de las sensaciones y emociones. Digno también de destacar, el escaso número de comentarios; 8.


Otro cantar es el mundo de facebook,  donde vengo compartiendo cada entrada del blog. La media de "me gusta" es de unos 7 por publicación. Hay bastantes más comentarios y la gastronomía lidera, al igual que en el propio blog, el interés de mis amigos.

Así las cosas, y desde mi total desconocimiento acerca de  las redes sociales, ignoro si el balance es bueno, malo o regular. Es el que es y sólo puedo mostrar satisfacción ante él y agradecimiento hacia quienes lo siguen. No puedo pedir más.

Ese día que inicié esta andadura debía tener el optimismo subido. Escribir sobre diez mil cosas que me gustan. En qué estaría yo pensando. Tras este primer año, la cuestión está clara. Me van a faltar años o sobrar cosas. Matemática pura. Si en un año he escrito sobre 237 cosas; en diez, lo habré hecho sobre 2.370. Lejos del objetivo. Si consigo sobrevivir 20 años más, habré podido escribir sobré 4.740 gustos. Sigue estando muy lejos la meta. Si..., mejor no pensar en ello, me digo.

A lo largo de este año he mostrado distintas actitudes en relación al blog. Desde el por qué, para qué y a quien, salvo a mí,  le interesa,  hasta convertirse en un reto, pasando por el total abandono e inapetencia por continuar. En junio pasé a engrosar la abultada lista de parados de este país y dudo mucho que pueda engancharme de nuevo al mundo laboral. No entraré en detalles. No es este el lugar. En este tiempo,  tanto mi auto estima como mis ilusiones han bajado muchos enteros y he puesto en crisis muchas de las cosas en las que creía. Mi lucha interior ha sido tremenda. Escribir sobre cosas que me gustan en momentos de brutal pesadumbre me resultaba excesivamente laborioso. Aquí no, aquí no quería ni quiero mentir ni engañar. Este es mi pequeño canto a la vida sin pretensiones. Y mientras esto sucedía, mi corazón, mis pensamientos y mis recuerdos sólo sabían hablar de injusticia y rebeldía. Me resultaba más fácil escribir sobre las cosas que no me gustan que sobre el mandato de este blog. Ahora creo que esas zozobras, junto a la timidez de desnudar mi alma,  las he superado. Me siento animado a seguir poniendo palabras a este caleidoscopio vital. Pero sería injusto no reconocer que esa superación no habría sido posible sin Gloria, Julián, Blanca, Inmaculada, Luis, Judith, María Astón, Gemma, Maruxa, Kiti, María, Antonio, Pepe, Cristina, Jesús, Josean, Pilar, Loreto, Vanessa, Noemí, Guillermo, Chema, Sara, Pablo, Chus, Marisa, Ángel... y otros, que me han animado con sus amables palabras a seguir adelante.

No corren buenos tiempos y menos para las cosas amables. De una cosa estoy seguro, gracias a esta ocurrencia nacida el 11 de febrero de 2015, todavía me mantengo en pie y esperanzado. Dudo que pueda escribir el dígito 10.000 en la entrada del blog, pero no será por no intentarlo. Gracias a todos a los que me habéis acompañado en este primer año de gustos compartidos.