miércoles, 12 de septiembre de 2018

00798 El San Jacobo

CON PATATAS DE LA ABUELA


Bueno, bueno, bueno, quién viene por aquí. Ya tenía ganas de que pasara a formar parte de este caleidoscopio de sensaciones, emociones y recuerdos, pero no encontraba el momento de ponerme manos a la obra. Y es que como se dice por estas tierras, "no adubo".

Parecerá una nimiedad, pero es de las sencillas y tradicionales elaboraciones gastronómicas con las que disfruto lo que no está escrito. Me parece un bocado delicioso, pleno de sabor y muy grato de comer. De auténtico disfrute.

A la hora de sentarme a la mesa intento ser comedido, aunque no siempre lo consiga. Y ya, tratándose de un buen San Jacobo, es que ya ni lo intento. Tengo auténtica devoción por él como se podrá observar. Un disfrute que comienza ya con su elaboración. Nada de pedir hacer que me hagan los "librillos" en la carnicería. Nada de eso. Me gusta hacerlos a mí. Una buena pieza de lomo de cerdo y a ejecutar de forma concienzuda. "Librillos" más bien fino y a ser posible todos iguales. Extenderlos sobre la tabla y sazonar. A continuación, poner "letra" a los librillos; un buen jamón cocido o serrano y un buen queso cremoso que se deshaga en la boca a la hora de ingerir el bocado. Doble rebozado de huevo y pan rallado, cerrar con un palillo atravesado, tal y como aprendí de mi madre,  y a burbujear en la sartén en  un buen aceite virgen de oliva. Y por supuesto, acompañado con patatas al estilo de la abuela Genoveva. No se puede pedir más.

He tenido curiosidad por conocer el nombre dado a tan por mí loada exquisitez. Después de consultar varias páginas en internet aquí va un curioso resumen. Según wikipedia, su nombre hace referencia a Santiago-Jacobo-Yago, patrono de la ciudad de Basilea, Suiza, y a la peregrinación por parte de cristianos hasta Santiago de Compostela. Se trataba de un tipo de plato a base de filete de ternera sólo apto para el consumo por parte de los cristianos, al contener jamón, prohibido para los judíos en el Levítico y también para los mulsulmanes en el Corán, y queso.

En otras entradas leo que procede de las posadas y hospederías del Camino de Santiago en las que se obsequiaba con este plato a los peregrinos que hubieran hecho algún tipo de gesta, ya que en aquella época se consideraba un plato de lujo. También se cuenta que era un plato reivindicativo; el que lo consumía demostraba que no tenía sangre judía o musulmana.

Es una receta que tiene alguna que otra parentela: el Cordon Bleu, un escalope de ternera enrollado alrededor de una loncha de jamón y queso y empanado; los cachopos asturianos, dos filetes de ternera grandes y entre ellos, jamón serrano y queso; o los flamenquines andaluces, jamón y queso envueltos en finos filetes de ternera empanados y fritos.







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