lunes, 13 de junio de 2022

01002 Añorados Bodegones

 BENDITO HUERTO


Este año tendré que conformarme con mirar fotografías y vivir del recuerdo. Sí, en contra de muchas opiniones, soy de los convencidos de que también se puede vivir de los recuerdos, de los buenos recuerdos. Ya lo creo que sí. Ah! que todavía no lo he dicho. Este año no tengo huerto. La llegada a mi vida de Humphry, a la sazón, el nuevo miembro de la familia de cuatro patas y ladra, me lo ha impedido.

En mayo, cuando tanto mi cuerpo como mi mente y la propia tierra pedían semillas y plantas, Humphry solo quería jugar, revolcarse en la tierra y correr de aquí para allá como si no hubiese un mañana. Intenté encontrar soluciones pero todas resultaron fallidas. Lo até y ladraba sin parar como si se lo llevaran los diablos. Lo solté y bebía donde no tenía que beber, pasaba por donde no debía pasar o desaparecía de mi vista cada dos por tres. Un auténtico estrés. Así que decidí abandonar la idea de poner huerto este año. Y ya que lo siento. No entraré en más detalles.

Para aliviar mi desazón he recurrido a las imágenes que he ido tomando en los últimos años en el huerto que tan grandes momentos me ha deparado en todos los sentidos. Hay de todo. Desde el huerto lleno de hierbas hasta limpio como una patena, después de grandes palizas de laboreo al sol. Desde diminutas plantas apenas asidas a la tierra, a grandes y frondosas matas de cuanto la tierra puede regalar en el estío. Fotografías al atardecer tras regar el huerto y sus reflejos sobre el agua. Las primeras flores, los primeros y últimos frutos. Aperos, Willy, el espantapájaros, la higuera, el níspero, los lirios, los rosales, la parra, el carretillo lleno de malas hierbas. Vistas del huerto desde distintos perspectivas, abejas, hormigas, caracoles, mariquitas..... y hermosos bodegones realizados con la bendita recolecta diaria del huerto. Dicho así, suena a cotidiano y vulgar. Pero no, detrás de cada fotografía leo en mi memoria momentos felices y placenteros de mañanas y tardes al sol. De esa placidez y felicidad siempre tan necesitada. Anécdotas, dejémoslo así, de mi ignorancia hortícola. Me llegan aromas salidos de los verdores en formación y de las fantásticas, dulces y  hermosas peonias que pasan sus días en un rincón.

Miro ahora los bodegones realizados en los últimos años con los frutos que del huerto cogía cada día y me acuerdo de un amigo pintor de delicado pincel. Como maestro de la pintura que lo considero, en una ocasión me regaló una enseñanza, un punto de vista. "Para mí, me indicó, en la pintura, el resultado final no es lo más importante, lo más satisfactorio. Lo satisfactorio y lo más importante se encuentra en el proceso de creación. Allí está el goce y disfrute de la pintura". Y sí, tengo que darle la razón. Observo mis fotografiados bodegones y aún siendo el resultado generoso y satisfactorio, no seré ingenuo, no lo es más que mis ahora recordados días de huerta, sol y necesitada paz conmigo mismo.






domingo, 12 de junio de 2022

01001 Los Huevos Poché con Gulas

 FUENTE DE INSPIRACIÓN


Esta tarde ha tocado reorganizar fotografías. Hacía tiempo que no dedicaba la atención necesaria a tal menester. De vez en cuando se hace necesario reorganizar algo, aunque sean unas imágenes. Además, tengo que hacer acopio de imágenes y situaciones para seguir alimentando este caleidoscopio vital.

Me he encontrado con alguna que otra sorpresa, agradable sorpresa, como la imagen que ilustra esta nueva entrada. Se trata de la instantánea de unos deliciosos huevos poché con gulas que me envió mi hermana María Engracia y que elaboró para alguna de las múltiples comidas que organiza en su casa. Rara es la vez que hablo con ella que no tiene algún "sarao" a la vista. Así como también es rara la vez que no me comparte sus éxitos a través del wasap. La verdad es que mi hermana es una fuente de inspiración y no solo para las cuestiones gastronómicas.

Cuando recibí esta fotografía, acompañada del resto del menú de uno de sus festivales gastronómicos, me pareció un plato muy sugerente, apetitoso, original y atractivo. Me encantan tanto los huevos poché como las gulas. Así que libreta en mano, la llamé para que compartiera la receta.

Como siempre, me adelantó que era un plato sencillo de elaborar. Le mostré mi preocupación a la hora de hacer los huevos poché, no había hecho en mi vida,  pero me dijo que si seguía los pasos que me iba a dar, no tendría problema alguno. Transcribo cuanto me dijo acerca de esta receta.

Huevo poché: Poner al fuego un cazo con agua. Cubrir el interior de una taza con papel film y añadir una gota de aceite para evitar que el huevo se pegue al plástico durante la cocción. Cascar el huevo en la taza cubierta con el papel film. Añadir una pizca de sal, pimienta y perejil machacado en el mortero. Cerrar el papel film formando un saquito. Conviene sacar todo el aire del saquito antes de cerrarlo para evitar que flote durante la cocción. Sumergir el saquito en agua hirviendo y cocer durante 4 minutos. Transcurrido este tiempo, sacar el saquito del agua, cortar el papel film con una tijera y sacar con cuidado el huevo poché.

Gulas: Mientras se hacen los huevos poche, preparamos las gulas al estilo tradicional. Es decir, en un poco de aceite dorar unas láminas de ajo y cuando estén doradas añadir las gulas. Remover con una cuchara de madera y sacar del fuego.

Presentación: Colocar sobre el lecho de gulas los huevos poché y servir.

Me parece un plato fantástico con el que difícilmente se puede fallar y más, viniendo de quien viene. 



sábado, 11 de junio de 2022

01000 Mil

 DE DIEZ MIL COSAS


Acabo de mirar que el 11 de febrero de 2015 inicié este caleidoscopio vital, como así fue definido por mi añorado hermano Antonio. Han pasado siete años desde aquel día en el que me marqué como objetivo escribir sobre diez mil cosas que me gustaran e ilustradas con imágenes que fueran marcando mis días. Podía caber de todo; paisajes, gastronomía, personas importantes en mi vida, relatos, recuerdos, pueblos y ciudades, abstracciones..., pero sobre todo, desde un principio he querido plasmar y compartir sensaciones,  emociones y espacios de encuentro.

Recuerdo que comenté el proyecto a la gente de mi entorno. Recuerdo también que no fue muy bien entendido y que incluso llegaron a pensar, esto simplemente lo intuyo, que se trataba de una fernandada más, como tantas otras. Lo percibía en sus caras.

En lo que sí que coincidieron en indicar a los que trasladé mi aventura, es en lo excesivo, por inalcanzable, del proyecto. Diez mil cosas son muchas cosas, me decían. Solo enumerarlas ya costaría. Me sugerían que bajara el listón y que lo colocara en quinientas o mil cosas a las que prestar mi atención. En ese momento, ilusionado por el proyecto como estaba (ahora, con algún que otro altibajo lo sigo estando) me pareció factible alcanzar las diez mil cosas. 

Llegado a este punto, y como siempre, tengo que reconocer que en el término medio está la virtud y el equilibrio. Soy consciente de que las diez mil entradas no las llegaré a escribir por más que me lo proponga. Pero también es cierto que si hubiera hecho caso a los que me aconsejaban reducir el número, el blog, hoy, hubiese llegado a su fin. 

Echo la vista atrás y no sé si han sido largos o cortos estos siete años en los que han pasado muchas cosas,  tanto en lo personal como en este planeta. Como contradictorio que me considero, hay días que me parece que fue ayer y otros que ha pasado una eternidad. Vuelvo a leer la introducción que escribí hace siete años y tengo que reconocer que me he ido un poco de su filosofía inicial. Es algo que, al parecer, no he podido controlar.

Tengo muchas dudas sobre este blog. Calidad e interés al margen, tengo ya una edad como para dejar ya de demostrar nada. Para mí, lo único cierto es que lo sigo necesitando. Necesito de su existir porque me hace seguir ilusionado, porque me ayuda a aprender a escribir, a quitarme prejuicios, a seguir idealizando la vida, a mirar esta con otros ojos y otras perspectivas..... y porque me hace feliz. Creo, me digo, que son motivos suficientes como para seguir hacia adelante, hasta donde llegue.







viernes, 10 de junio de 2022

00999 El Cocido Montañés

COCIDO CON FUNDAMENTO


En numerosas ocasiones he dejado constancia de mi gusto por los platos de cuchara. El que traigo en esta ocasión a colación no lo he elaborado nunca, pero lo he tomado siempre que he tenido oportunidad. Se trata del cocido montañés, una receta típica de mi querida y tantas veces disfrutada Cantabria. Es un plato de invierno, contundente y que se toma calentito. Ahora que lo pienso, no es un plato para hablar de él, en el mes de junio y con 33 grados centígrados a las siete y media de la tarde, pero como este caleidoscopio vital no entiende de distingos, y menos estacionales, aquí que lo trae. A diferencia de otros cocidos que se elaboran en otras zonas geográficas de España, el montañés se sirve en “un golpe”, es decir, todo en el mismo plato, y está elaborado a base de alubias blancas, compango de la tierra - chorizo, costilla, morcilla y unto- y berza.  

Es un guiso de matacía, y por lo que he podido comprobar, cuando lo he disfrutado en los pueblos del interior de Cantabria, no hay dos cocidos montañeses iguales. Parecidos, sí. Pero iguales, no. No sé cuántas recetas he podido llegar a ver, no con intención de elaborarlo, es un plato de los que hay que comer en el lugar de origen, sino por conocer sus entresijos. Y efectivamente, cada receta que he leído tiene su particularidad, si bien sus autores coinciden en señalar que no es difícil su ejecución, aunque se requiere tiempo y “mimo” en la cocción. También se aconseja hacerlo de un día para otro, pues el cocido está más reposado y sus sabores más unidos.

De todos cuantos cocidos montañeses he probado en el valle de Cabuérnaga, -al decir de los entendidos, zona del cocido montañés por excelencia-, en la Vega de Pas, en Carmona o en el valle de Saja, por citar algunos ejemplos, no sabría con cual quedarme. Me gustaría citar algunos de los establecimientos en los que disfruté de este potente plato, pero por aquellos años que ahora intento rememorar, todavía ni guardaba tarjetas ni tenía libro de viajes ni apuntaba nada de nada. Me fiaba de mi cabeza, algo que la experiencia me dice que no es en absoluto aconsejable.

Las fotografías que ilustran esta entrada se corresponden con el último cocido montañés que tomé hace tres años. Fue en el Restaurante La Ermita, en Puente de San Miguel, de viaje a Galicia. Me pareció muy sabroso y menos contundente en relación a otros que recuerdo. (Por esas fechas tomaba ya notas de todo lo que me gustaba para alimentar este blog)

Por cierto, cada primer domingo de septiembre, en la localidad de Ucieda, se celebra la fiesta del cocido montañés, con más de 35 ediciones a sus espaldas.

 




miércoles, 8 de junio de 2022

00998 Sueños de Papel

 IN MEMORIAM


Son las diez de la noche de una noche cualquiera de 1987. En la radio de la pequeña ciudad sonaba Mark Knopler y su aplaudido Local Hero. Una voz daba salida a un programa que invitaba a soñar durante dos horas: "La noche es el país donde habitan los sueños y la radio monta guardia para que nadie los rompa, porque los sueños son débiles y frágiles como el papel. Ayúdame a no romper mis sueños de papel". 

Hoy, querido, entrañable y añorado amigo Ángel, revisando unos papeles me he encontrado con una carta que publicaste cuando dejé, laboralmente,  mi querido Monzón por tercera y última vez, y en la que recordabas aquel "Sueños de papel" que tanto nos unió.

La casualidad ha querido que diera con este documento a las diez de la noche, la hora en la que comenzaba el programa y que tantos sueños aglutinó en torno a él. ¡Qué curioso!. 

He vuelto a leer la carta con el mismo cariño con el que imagino tú la escribiste. Tengo que confesar que me he vuelto a emocionar recordando tantos y tan buenos momentos que nos brindó nuestro "sueños de papel". Al recordar nuestras largas conservaciones, una vez acabado el programa, y que parecían no tener fin. Al recordar nuestra complicidad, tú en el control, y yo frente al micrófono, para llenar la noche con los sueños e ilusiones de toda la gente que pasó por los micrófonos de Radio Monzón. Para  mí, el poder realizar ese programa ya era un sueño, igual que para ti. 

Hace algunos años ya que nos dejaste, no así para mis buenos recuerdos. El azar o la casualidad ha querido que esta noche diera con esa carta y traerte así, querido Ángel, a este caleidoscopio vital. Siempre en mi recuerdo.


00997 Las Tellinas

 LAS "PIPAS" DEL MAR


Al principio fueron un entretenimiento, una diversión. Pasados los años, muchos años, se convirtieron en un delicioso "vicio". Me explicaré.

Las coquinas, tellinas, tellerinas o tallarinas, las conocí en mi edad infantil en las playas de Cambrils y Comarruga. Por aquel entonces acostumbraba a pasar los veranos en Barcelona con mi hermana María Engracia, su marido Enrique y mis dos sobrinos, Kike y Gloria. Son tan pocos los años que me llevo con mis sobrinos, que en numerosas ocasiones la gente que no nos conocía pensaba que yo era el hermano mayor y no el tío de las dos pequeñas criaturas. 

Entre semana, los días se pasaban entre las compras de avituallamiento doméstico y los juegos infantiles en el parque próximo a casa. Por las tardes, y siempre después de dormir la siesta, acto de obligado cumplimiento, mi hermana acostumbraba a tenernos preparado algún apetecible plan. Había que entretener a toda costa al personal entre cines, meriendas, parque, paseos..... y los viajes en los Ferrocarriles Catalanes desde la calle Balmes hasta la Plaza de Cataluña, y la posterior visita a El Corte Inglés. Para mí, cuando esto último sucedía, era como un premio. De todos los planes, este es el que más me encantaba. Todavía puedo reproducir olores y sensaciones aprendidas en esas "excursiones" urbanas.

Llegado el fin de semana, las playas de Comarruga y Cambrils se convertían en nuestro destino prioritario, si no había otro quehacer previsto. Y claro, aún en la playa, había que seguir entreteniendo a la tropa. Además de los consabidos flanes y de los poco originales castillos de arena, nuestro mayor entretenimiento era encontrar, debajo de la arena y a la orilla del mar, unas pequeñas, alargadas y planas conchas, que según iban apareciendo a nuestros ojos,  depositábamos en un cubo con el "encargo" de llenarlo. Evidentemente, nunca lo conseguimos a pesar de las horas que le echábamos a la "busca y captura" de las tallarinas, tal y como creo recordar que en esta zona denominan a este pequeño molusco bivalvo.

Los primeros días las cogíamos a mano, introduciendo nuestros dedos entre la arena y que el azar hiciera el resto. Más adelante, dispondríamos de unos rastrillos con red que compró mi cuñado Enrique para tal menester. No recuerdo si llegamos a coger más tellinas con los rastrillos, pero sí que evitaron algún que otro corte en los dedos producido por el filo de las conchas enterradas. Con el fruto de la pesca obtenida, que tapaban la base del cubo y poco más, una treintena de ejemplares, mi hermana, al llegar a casa, preparaba unos sabrosos arroces. Arroces que por aquel entonces nos parecían únicos, ya que llevaban algo de nuestro trabajo y empeño. ¡Qué cosas!

Aquellos días pasaron a mejor vida. Tendrían que transcurrir cuatro décadas hasta que me reencontrara con tan preciado molusco. Sería en Huelva, nuestro destino vacacional familiar durante algunos años. Al día siguiente de nuestro primer verano por aquellas hermosas tierras andaluzas, visitamos, como no podía ser de otra manera, el mercado municipal de "El Carmen". Y allí estaban, dispuestas a la venta en un puesto de mariscos. Parecerá una tontería, pero el corazón me dio un vuelco al verlas y rememorar aquellos años ya citados.

Se vendían con el nombre de coquinas de Huelva, a 5 euros el kilo. No sé cuál será ahora su precio, pero hace diez años, ese era. Durante los quince días que pasamos, y qué bien lo pasamos, en tierras onubenses, raro fue el día que no comimos como aperitivo un generoso plato de coquinas. Yo era el encargado de cocinarlas. Siempre de la misma manera. Limpiarlas bien bajo el grifo, escurrirlas y ponerlas en una sartén con un poco de aceite de oliva bien caliente, justo el tiempo para que los moluscos abrieran su concha y mostraran su interior. Sacarlas del fuego y antes de servirlas a la mesa, sazonarlas con un poco de sal y pimentón rojo, remover y listo. Y así, un día tras otro. Duraban en la mesa, como popularmente se dice, apenas un Padrenuestro. Y más que siempre hubiera habido. En una ocasión alguien las definió como las "pipas" del mar. Ese verano entendí a quien así las bautizó.

Este molusco bivalvo, preciado tesoro escondido en las arenas, tiene un intenso sabor a mar y un punto dulce. Es común verlo en zonas salobres y de playas, excavando en la arena, por lo que las mareas bajas son el terreno ideal para localizarlo. Leo que en España, "los puertos donde este molusco está presente son los gaditanos y onubenses, además de algunas localidades de las Rías Baixas, como Corcubión, Bayona o Pindo. También en Cataluña, principalmente en el Delta del Ebro". 

Acabo de releer lo escrito y menudo rollo he soltado. Pero es lo que tiene este blog, nunca sé cómo empezar, acabar y hasta dónde puedo contar. 


 






lunes, 6 de junio de 2022

00996 Rosa Sola

LIBRE ROSA


Rosa sola, 
háblame de tu soledad
alejada de las multitudes.
Cuéntame cómo te sonríe la vida
desde el solitario rosal sin espinas.


Rosa sola, 
dime como son tus horas y tus días,
tus páginas en blanco, 
tu existencia sin milagros.


Rosa sola, 
te observo y te admiro
                                                                                    como el aire que te roza,
                                                                                    como el agua que, 
                                                                                    cuando se acuerda,
                                                                                    te moja.

                                                                                            
                                                                                    Rosa sola, 
                                                                                    antes de que me dé cuenta,
                                                                                    serás un fugaz recuerdo de quien aprendí
                                                                                    que no hay una flor más libre
                                                                                    que la que sabe dónde quiere brotar.



00995 Las Tostadas de Aguacate

 Y ALGO MÁS


Tengo que reconocer que la primera vez que entré en contacto con el aguacate no me hizo mucha gracia. Lo probé con una tostada de pan a modo de mantequilla. Me resultó soso y sin gracia alguna. Comí la tostada y punto. Sin más.

Pasaron varios años sin que volviera a probarlo, por lo menos de forma consciente, hasta que conocí el guacamole, típica salsa mejicana en la que este exótico fruto tiene mucho que decir. A partir de aquí, no sé por qué, aunque imagino que atraído por sus extraordinarias propiedades alimenticias, comenzó a incorporarse a mi dieta diaria de forma espectacular. ¡Quién me lo iba a decir!

Tostadas y ensaladas acogen espléndidamente a tan singular fruta, aportando untuosidad y consistencia a muchas recetas. Un ejemplo es la que traigo en esta ocasión y que en casa acostumbramos a incluir en los aperitivos o "frugales" cenas. Basta con una rebanada de pan tostado, untada en tomate, y sobre él, unas rodajas de tomate, una buena anchoa del cantábrico, para finalizar con unas rodajas de aguacate. Chorrito de aceite, pizca de sal y a disfrutar del momento tostada.

Las propiedades del aguacate son múltiples. Nutricionalmente, lo más curioso es que siendo una fruta fresca, su principal componente no son los hidratos de carbono, sino las grasas, las grasas del tipo más sano: las monoinsaturadas, como las del aceite de oliva. Además, el aguacate destaca sobre todo por su contenido en vitamina E, que protege la membrana de las células y su núcleo. También aporta vitamina C, provitamina A y minerales como el potasio, calcio, magnesio, fósforo, cobre, hierro y cinc. 

Es recomendable para nuestra salud cardiovascular, relaja el sistema nervioso, ejerce un efecto protector de la visión y nutre y suaviza la piel.

El aguacate, toda una auténtica joyita.




sábado, 4 de junio de 2022

00994 El Real Monasterio de San Victorián

 SAN BETURIÁN, EN EL SOBRARBE OSCENSE


Vuelve este caleidoscopio vital a recrear sus sentidos en el Sobrarbe oscense. Y lo hace centrándose en todo un referente histórico de esta comarca altoaragonesa como es el Real Monasterio de San Victorián o San Beturián.

La primera vez que lo visité fue hace más de dos décadas. Creo recordar que una parte de la propiedad del edificio se encontraba por aquel entonces en manos privadas y sobre él prometían un interesante futuro. En aquella ocasión solo pude “disfrutar” del exterior y del entorno donde se ubica el cenobio. Por un buen puñado de razones, que no vienen al caso, guardo un grato recuerdo de aquella visita.

En agosto de 2020, tras varias intervenciones de rehabilitación practicadas en el histórico edificio, y que más adelante significaré, volví a visitarlo participando en una visita guiada. Ubicado en el término municipal de El Pueyo de Araguás, según los expertos, está considerado como el más antiguo de España, fijando su origen en la época visigoda, en el siglo VI.

Según cuenta la leyenda, “San Victorián llegó a los Pirineos huyendo de las tentaciones terrenales. Tras una vida de eremita en la Cueva de la Espelunga y realizando grandes prodigios, fue nombrado abad del monasterio, que en un principio se llamó San Martín de Asán. Tiempo después, en el siglo XI, el monasterio tomó su nombre pasándose a llamar de San Victorián o San Beturián”.

Reconstruido por Ramiro I de Aragón, aquí fue donde se reunieron Ramiro el Monje y Ramón de Berenguer IV para decidir los esponsales entre este último y doña Petronila, unión que posteriormente daría como fruto la formación de la Corona de Aragón. Protegido por reyes y papas, durante siglos se configuró como centro político, económico y espiritual de Sobrarbe. Es Panteón Real y aquí se conservan los sepulcros de Gonzalo I y de Íñigo Arista.

Sería a finales del siglo XVI cuando comenzaría la decadencia del cenobio tras la pérdida de propiedades por las políticas reales y eclesiásticas, creándose el Obispado de Barbastro, pasando de controlar más de 50 localidades a solo 20.

“En el siglo XVII, gracias a una ayuda real, se realizan obras de restauración en el conjunto monástico y en la hospedería. Durante el siglo posterior, el abad consigue el apoyo de Felipe V para reedificar la iglesia y se ornamentó con la sillería del coro. Un rayo y fuertes vientos provocan grandes daños en el edificio que son reparados con la ayuda del marqués de Avilés y Esquilache, que lograron que Carlos III les concediese 60.000 reales”.

La economía del cenobio sobrarbense sufriría un nefasto golpe con la desamortización eclesial de Mendizábal, al perder gran parte de sus tierras. En 1844 estuvo previsto vender el monasterio pero se suspendió la venta por su valor histórico, según un Real Decreto,  y San Victorián quedó encomendado al Ayuntamiento de Los Molinos.

La puntilla final para el histórico cenobio llegaría con la Guerra Civil que traería expolios, incendios y bombardeos. Finalmente, una resolución del Obispado de Barbastro de 1950, le arrebataría sus retablos y otras piezas artísticas.

La iglesia fue construida en el siglo XVII sobre una anterior medieval. Presenta planta de cruz latina, de tres naves y cabecera recta orientada al oeste, con capillas adosadas. En la del constado meridional hay una cripta para enterramientos. En el costado sur se alza la torre con dos cuerpos, rematados en un chapitel octogonal.

El claustro presenta tres galerías cubiertas con arcos de medio punto y apuntados. En un dintel hay un pequeño relieve románico, enmarcado en una mandorla, del siglo XII.

Desde aquella primera y ya lejana visita, muchas cosas han cambiado en torno a esta histórica joya arquitectónica. Tras la compra por parte del Gobierno de Aragón de la parte privada, hospedería y palacio abacial, se consolidó todo el conjunto con el objetivo de detener el avance de la ruina.

La recuperación se inició en 1990, gracias a un acuerdo entre el Ministerio de Cultura y el Gobierno de Aragón. En un principio se restauró la iglesia y en 2003 se mejoraron los accesos a la iglesia y la consolidación de la torre.

Recientemente leí en un medio de comunicación que el Gobierno de Aragón invertirá un total de 670.000 euros hasta finales de 2023 en las obras de restauración y conservación del palacio abacial del monasterio. Cabe recordar que el Monasterio de San Victorián forma parte de la red de panteones reales impulsado por el Gobierno de Aragón, junto con los de San Pedro el Viejo de Huesca, San Juan de la Peña, Sijena y el Castillo de Montearagón.

Según se explicaba, el proyecto prevé la restauración y consolidación del ala noroeste, con un avanzado estado de deterioro, el recalce de la cimentación, la restauración de paramentos verticales, el arriostramiento de los forjados y la sustitución de la cubierta.

Las actuaciones previstas consisten en el recalce de la cimentación, la restauración de paramentos verticales, el arriostramiento de los forjados y la sustitución de la cubierta. Además, se señala que es necesario desescombrar algunas estancias de la zona sur del palacio abacial, con el objetivo de profundizar en el conocimiento del monumento y mejorar el sistema de recogida de aguas y evitar de esta manera filtraciones al terreno.

El Monasterio de San Victorián, Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento desde marzo de 2002, constituye un conjunto arquitectónico monacal del siglo XVI formado por diferentes construcciones, ubicado en un lugar montañoso y aislado y rodeado por un recinto amurallado.

El recinto del monasterio se compone de una Casa Abadía, una Hospedería y dos construcciones rectangulares entre sí y dispuestas en torno a un espacio abierto con una fuente y una cruz.

En el centro se dispone el claustro de la comunidad, cuya crujía oriental es el único vestigio de la construcción medieval sobre la que se levantó el nuevo monasterio.

La iglesia, del siglo XVIII, tiene tres naves, en origen cubiertas por una bóveda de cañón con lunetos encamonada, y cabecera recta, y adosada a la iglesia destaca una gran torre de planta cuadrada y dos cuerpos en altura, tras la cual se encontraba el cementerio.

Espero y deseo que este anuncio de inversiones en el Monasterio de San Victorián sea una efectiva realidad a no mucho tardar y que no pase como en tantas otras ocasiones, que solo sirva para regalar atractivos titulares a los ojos del olvido.

Disfruté de la visita al cenobio sobrarbense, pero también tengo que reconocer que me entristeció ver hasta qué punto se puede dejar al albur de la desidia y de la falta de interés tan preciado patrimonio histórico y cultural.

 









miércoles, 1 de junio de 2022

00993 La Ensalada de Sardinas

 FUENTE DE SALUD


Una de las muchísimas ventajas que tienen las ensaladas es que lo soportan todo. Con mayor o menor acierto, pero lo soportan todo.

En esta ocasión a mis habituales ensaladas, y como preparación al verano que se nos avecina, he añadido las tan siempre deliciosas y socorridas sardinas en lata. Por sí mismas ya son un deleite para cualquier momento del día y cuántas veces no habremos acudido a ellas cuan comodín de la despensa.

En España es uno de los pescados azules más consumidos. Gracias, precisamente, por su condición de pescado azul, contienen numerosos nutrientes y beneficios. Según la Fundación Española de Nutrición, "las sardinas contienen un aporte de ácidos grasos poliinsaturados Omega 3, por una ración, que casi cubre el 100% de los objetivos nutricionales recomendados para la ingesta diaria de la población". 

En el caso que nos ocupa de las sardinas en lata, son ricas en vitaminas B12, B6, A, D y E, calcio, Omega 3, yodo, magnesio, hierro, yodo, fósforo y calcio, entre otros muchos nutrientes. Trasladado todo esto a nuestra salud, se puede decir que las sardinas en conserva ayudan a nuestro desarrollo muscular, reducen tanto el colesterol como la depresión, fortalecen el sistema inmune, mejoran la calidad de los huesos y son saludables para el corazón, entre sus numerosas bondades.

Con semejante carta de presentación, cómo no incluir en las diarias ensaladas a las sardinas en conserva. Para la elaboración de esta ensalada, que tampoco tiene mucha explicación, he apostado por alimentos que aporten color y vistosidad al plato. Así, sobre un lecho de lechuga,  he dispuesto tomate con tiras de pimiento rojo en el entorno del plato. En el centro he colocado un aguacate cortado a tiras y sobre este, unos huevos duros. Y como colofón, unas sardinas en conserva de aceite de oliva.

A la vista ha entrado como un cañón y no digo nada sobre lo bien que ha entrado en el cuerpo. Con qué poca cosa nos conformamos ya a estas alturas del camino.