lunes, 30 de enero de 2017

00425 El Ideal

POEMA ANÓNIMO


Anónimo como los suspiros con los que me tropiezo por la calle en el caminar de cada día. De humilde y certero decir para describir una estampa repleta de armonía en la que el ideal se convierte en algo intangible y solo alcanzable ya para los sueños que buscan un cobijo en su sempiterno vagar. Un poema que se abrió a mis ojos por primera vez cuando mi alma todavía tenía muchos credos. El poema que aprendí de memoria cuando todos los errores estaban todavía por equivocar. Los versos que se quedaron grabados para siempre jamás, como un recordatorio, como una oración a la vida de por vida...

Una casa y no más: blanca y sencilla,
lejos del mundo y de los hombres vanos.
Un huerto en que frutezca la semilla
por la virtud humilde de mis manos
y del sudor labriego de mi frente.
Una vida sin odios cortesanos
ni incertidumbres del placer presente,
ni angustias mensajeras del mañana,
ni envidias, donde el mal abre su fuente.
Una vivienda pobre y aldeana,
cerca del bosque, y que del mar, amigo
de mi risa infantil, no esté lejana.
En su quietud, a solas, sin testigo,
he de labrar el alma como el huerto,
del vendaval poniéndome al abrigo.
Mi brazo en la labranza se hará experto.
Aguzaré del alma las pupilas
cuando en negrura el orbe esté cubierto
y las obras de Dios yazgan tranquilas.
Gustaré, de la amada biblioteca
la fruta idónea, entre apretadas filas,
cuyo zumo no se agria ni se seca.
El alma vestiré del recio lino
que la historia hubo hilado con su rueca.
Y acaso, cuando el gallo matutino
a medianoche el aquelarre ahuyente,
iré a besar con amoroso tino
el rostro sonrosado y sonriente
del infante gentil que hayamos hecho
en instantes de amor, puro y ardiente.
Después reclinaré sobre tu pecho
mi cabeza cansada y cavilosa;
y será un paraíso nuestro lecho.
Al otro día, entre la luz brumosa,
veremos en las flores el rocío,
y la tierra estará como una rosa
recién nacida. Yo diré: Dios mío,
que no nos huya nunca tanto bien.
Y al yo besarte, me dirás: Amén.

...  y pienso en su autor, en el poeta sin nombre. Y en si consiguió su ideal o solo construyó una morada de palabras para sus sueños.




domingo, 29 de enero de 2017

00424 Las Legumbres

JUDÍAS, GARBANZOS Y LENTEJAS


Olores de siempre, de recuerdo y compañía. Su remojo en vísperas era anuncio de un mañana con cuchara. Contadas de una a una, pacientemente, para que no se colara en el condumio algún "huesped" no deseado. Los pucheros tenían nombre, el de los garbanzos, el de las judías y el de las lentejas. Y también predicamento del bueno si no era tiempo de Cuaresma. Si era así, aceite, ajo y según,  huevo duro y laurel.

Del mar, de la tierra, del cielo y de la huerta. Todo lo admiten en justa medida y medido tiempo. Lento en su quehacer para un grato sustento que huele a cocina ancestra. Ya huele la olla desde sus adentros y llega el refranero con sus aciertos: "Judías todos los días, eso es mucha judería", "Marzo en lluvias, buen año de alubias", "Por San Simón y San Judas, las habas son orejudas", "Por San Marcos, el garbanzal ni nacido, ni por sembrar", "Tienes pan y lentejas, de qué te quejas", "El garbanzo, agua al cocer y nacer", "Garbanzos y judías, hacen buena compañía", "Habar que florece, a gloria huele"

Junto a los cereales, las legumbres han sido cultivadas desde hace siglo por distintas culturas y constituyen uno de los alimentos básicos de la población desde el neolítico. En algunas civilizaciones incluso llegaron a ser moneda de cambio. Aunque los historiadores no se ponen de acuerdo, parece ser que las legumbres entraron en Europa en los años posteriores al Descubrimiento para pronto formar parte de lo que hoy denominados Dieta Mediterránea. El escritor italiano Humberto Eco asegura que "las legumbres salvaron a Europa durante la Edad Media de su extinción, ya que las epidemias, guerras y hambrunas solo pudieron combatirse gracias a las judías".

En España, cocidos y potajes han acompañado las comidas de los hogares, pudientes o humildes, y ocupado miles de páginas de nuestra literatura y objeto de atención de numerosos pintores.






sábado, 28 de enero de 2017

00423 Noches en Naranja

DIÁLOGO CON LA BÁSCULA


Es lo que se avecina. Esta mañana he mantenido una breve conversación con la báscula y me ha dicho que si nos queremos llevar bien que ponga algo de mi parte, que ella está cansada ya de soportar mis muecas y exabruptos cada vez que me muestra sus dígitos. Que espabile y que me deje de tonterías. Yo le he dicho que para lo que comía ahora, ella no me hacía justicia. Esto le ha dolido, lo sé. Se lo ha tomado como un golpe bajo, traicionero y ruin, porque si de algo se enorgullece es de su talante justo, equilibrado y objetivo. De hecho, cuando me he subido a ella por segunda vez para comprobar que no estaba en un error, ni se ha inmutado. Ha guardado un silencio visual  con el que me ha querido mostrar su enojo. Ha sido en una tercera intentona cuando ha ratificado mi peso con cierto aire altanero. He querido adivinar en su actitud un estoesloquehay y punto. Tú mismo.


Para congraciarme con ella le he trasladado la culpa a la vida sedentaria en la que ando inmerso y a los esporádicos arrebatos de ansiedad que aplaco con lo primero que veo en el frigorífico. Me ha parecido notar entonces cierto alivio en su enfado.

Llegado a este extremo le he hablado de mis noches en naranja. En otras ocasiones, cenar solo naranjas o mandarinas me ha funcionado, aunque también es cierto que mi vida era muy distinta a la actual. Soy consciente de que no es lo más correcto desde un punto de vista nutricional, pero lo llevo de mejor agrado que otras alternativas sin duda alguna más saludables. El rito de liberarlas de sus respectivas pieles, comer gajo a gajo,  apartar el más dulce para el final por si los venideros llegan más peleones y dejarme llevar por los recuerdos a través de su olor, convierten a mis noches en naranja en entretenido alimento. Y si pasados unos minutos la ansiedad llama, buenas noches, hasta mañana.

Me ha parecido observar en la báscula cierta incredulidad y nula confianza. Tiempo al tiempo, amiga.










viernes, 27 de enero de 2017

00422 El Menú Infantil

APUESTA SEGURA


No será la primera ni la última vez que mi vista, tras leer en un restaurante una aparente carta vacía de contenido y no con pocas sospechas, se ha detenido y recreado en el epígrafe del menú infantil. Habitualmente es una apuesta segura. Mucha dedicación  y despropósitos hay que echarle para que los macarrones, fritos, croquetas, pollo asado o filete con patatas fritas no sea del agrado de los pequeños comensales. Y en casos excepcionales, socorro y auxilio de adultos.

En tan solo una ocasión, si mi memoria lleva bien la cuenta, ante el poco atractivo que ofrecía la carta, viendo los platos y las caras de los comensales que nos rodeaban y amparado en el buen número de chiquillería que nos acompañaba, colé para mí un menú infantil, que por cierto me supo a gloria. Ese día, más de un adulto de mi expedición se hubiese añadido al carro de la gente menuda. No digo nada acerca de la cara de pocos amigos que puso la camarera cuando dijo aquello de "me falta un niño por servir" y observó perpleja que el infante que buscaba era yo y que además portaba barba. No hubo palabras, solo miradas. A la hora de pagar dejé de "propina" los cuatro euros que había de diferencia entre el menú de adulto y el infantil.

En una multitudinaria comida familiar se produjo similar escenario al ya mencionado, salvo que en esa ocasión  fuimos varios los que contemplamos la posibilidad de adherirnos al menú infantil. Tuvimos que abortar la idea y entretenernos con los "engrudos" que nos sirvieron. Eso sí, acabamos con los restos que nuestros retoños fueron dejando en sus platos en su afán y premura por volver a jugar en el parque infantil de los aledaños del restaurante.

Confieso que en más de una ocasión, al margen de lo ya descrito, una voz de niño llama desde mi interior despojada de vergüenza reclamando el susodicho menú infantil.Y yo le digo, tranquilo que todo se andará. Cuando lleguemos a casa.












jueves, 26 de enero de 2017

00421 El Bacalao a la Vizcaína

ENTUSIASTA


En alguna entrada de este blog ya he comentado mi atención y devoción por el bacalao. Tengo la sensación de que es uno de esos alimentos que me han acompañado toda la vida. Desde los tiempos de Cuaresma hasta en mis contadas comidas de mocedad fuera de casa, pasando por los Soldaditos de Pavia como toda propuesta para un buen aperitivo o unos esponjosos buñuelos de bacalao cuando el capricho ha llamado a mi desgana, el bacalao siempre ha estado presente. Me gusta de cualquier manera y admito sea cual sea su presentación. Me tiene cogido el gusto y la querencia. No obstante, si tengo que decantarme por una elaboración por la que tenga especial predilección, esta no es otra que el bacalao a la vizcaína. El apellido lo dice todo. Por cierto, el bacalao es un pescado estrechamente vinculado a Bizkaia. En una ocasión leí que en el siglo XIX, un tal José María Gurtubay se dedicaba a la importación de este pescado procedente de aguas noruegas, escocesas o islandesas. Lo hacía en pequeñas cantidades para así pasar inadvertidas en las aduanas. A finales de 1835, se cuenta que Gurtubay pidió con una nota manuscrita a sus proveedores que le mandasen "100 o 120 bacaladas" en el primer barco que llegase a Bilbao.  Quien recibió el pedido,  en lugar de leer las mencionadas cantidades, interpretó que el bilbaíno demandaba 1.000.120 bacaladas. Dicen que intentó suicidarse al recibir semejante mercancía. Al final, la suerte se alió con él: en 1836, Bilbao fue sitiado en la primera Guerra Carlista y aquel bacalao empezó a valer su peso en oro. Durante los días que duró el sitio, el bacalao sirvió para alimentar a toda la población.


Todo esto viene a colación porque me encuentro delante de unos hermosos lomos de bacalao, pasados ya por sus tres aguas, que nos trajo mi hermano Antonio, precisamente desde Bilbao. Sería una falta de consideración no hacerlo a la vizcaína y un despropósito no elaborarlo como aprendí de mi madre. Seguro que habrá recetas más sugerentes y trabajadas al respecto, pero no tan entusiasta como la que paso a compartir.

Pasamos por harina los lomos de bacalao y los freímos en una sartén hasta que se doren, con abundante aceite y unos ajos cortados a láminas gruesas. Retiramos y dejamos que escurren el aceite. En otra sartén, freímos una cebolla en rodajas finas y cuando se doren le unimos trozos de tomate sin piel y dejamos sofreír lentamente. En una cacerola freímos dos dientes de ajo y una cebolla picada. Cuando ya estén fritos, añadimos un kilo de tomate en trozos más bien grandes, media docena de pimientos choriceros o carne de pimiento choricero y cuatro rebanadas de pan también frito. Dejamos cocer, pasamos por un colador y el resultante lo unimos al sofrito. En una cazuela, a ser posible de barro, sobre la mitad de la salsa conseguida, ponemos los lomos de bacalao con la piel hacia arriba y cubrimos con la salsa restante. Finalmente, extendemos por encima del guiso tiras delgadas de pimientos morrones ya asados. Dejamos cocer a fuego muy lento por espacio de unos veinte minutos o hasta que veamos que la salsa está bien ligada.























miércoles, 25 de enero de 2017

00420 Los Cardos Abrigados

Y EN PERFECTA FORMACIÓN



Regreso a la huerta, a esa tierra húmeda de promesas. La mañana deja pasar las horas sin bostezos y unas nubes sin amenaza que solo blanquean un cielo de espuma y estancia. Paciente calma sobre un terruño que parece adormecido. No hace frío en la queda estampa.

La ciudad, en la lejana cercanía, guarda su día festivo. El caminar se hace mirada curiosa y la vista viajera complacida. Sobra la prenda azul marino como estorba el ruido anacrónico y repentino. El espectáculo está servido. ¡Qué poco conformar tienen las jornadas en minúscula y cursiva!

Los días de apretado abrigo pronto serán humeante burbuja acompasada. Alimento de encuentro en una deseada noche de leche, harina, ajo y piñones. Lo siento, lo percibo, ya huelo el sustento humilde de reconocido e inapropiado nombre.

No sé qué tiene este paraje de mágico arraigo y contraste inusitado. Qué atracción ejerce a los afectos necesitados de regresos. Resulta maravilloso que en un rincón de alguna parte, el arropo sea un mañana cuidado y esperanzado.



lunes, 23 de enero de 2017

00419 El Limón

SIEMPRE A MANO


No concibo una cocina sin limones ni un patio sin limoneros. "Partan los gajos a lo exquisito y esquizoide, y saboreen la orgía que harán tus papilar; luego griten de emoción al enterrarle el cuchillo o la cuchara y que el jugo delicioso se eleve". Ni verano de polo en palo de ácido sabor electrizante. No es un guiño, es un gesto incontrolado al contacto de las papilas con el líquido no edulcorado. "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero"

"De las frutas del solar no hay una como el limón que tenga la condición de lucir y de curar. Muy buena para aplacar la sed dura y rigurosa. La limonada sabrosa, hecha de azúcar o miel que penetra hasta la piel, con su frescura aromosa". Siempre a mano para un por si acaso. Aunque sea para adornar, para pinchar alfileres, para perfumar o para sentir bienestar solo con un mirar.

Suena bien. Unas gotas de limón, ralladura de limón, elixir de limón, un gajo de limón, piel de limón, sorbete de limón, suspiros de limón. "En un limón limonero escrita está nuestra suerte, que puede ser un 'te quiero' o bien sentencia de muerte. Lo juraste por tu madre con la luna por testigo: 'Que la sangre se me pare si no me caso contigo'. Y vivo despavorida, esperando, compañero, me des la muerte o la vida bajo un limón limonero"

Hasta aquí un mero juego de palabras, olores, imágenes y sensaciones en torno a este sugerente, llamativo y amarillo fruto que no es  mas que un preámbulo, una forma de empezar cuando no se sabe cómo hacerlo. Un fruto que más allá de su bondad, vistosidad y  simpatía es de gran ayuda para nuestro organismo, un gran disolvente de sustancias tóxicas y magnífico depurativo. Cuentan que ya en el siglo XVII, antes de que se descubriese el poder de la vitamina C, la flota inglesa en sus travesías viajaba con un cargamento de limones para evitar que los marineros contrajesen la enfermedad del escorbuto, que se produce por la carencia casi total de esa vitamina. Aparte de la vitamina C, el limón contiene vitaminas del grupo B y vitamina E, así como muchos minerales: potasio, magnesio, calcio, fósforo, cobre, cinc, hierro y manganeso; un cóctel de vitaminas y minerales que refuerzan nuestro sistema inmunológico. Buen aliado con el sistema cardiovascular, hígado, vesícula e intestinos, así como contra los catarros, inflamaciones de garganta y procesos febriles.

Estoy viendo en el frutero unos hermosos limones que me están pidiendo a gritos ser voluntarios para una buena lemon curd. Quizás mañana.











jueves, 19 de enero de 2017

00418 Cuanto les Rodea

CARACOLES


Acabo de dar por concluido un debate conmigo mismo y al final he tomado una decisión. Sí, tienen que estar en el blog. La cuestión estribaba en si los caracoles me gustan tanto como para formar parte de este caleidoscopio vital o dejarlos en el cajón de la indiferencia. Después de mucho sopesar el asunto he decidido traerlos hasta aquí. No por ellos en sí, que pudiera ser que también con algún matiz, sino por cuanto les rodea cuando contemplo su imagen. 

En mi legión de fotografías que clasifico diariamente no hay imágenes de caracoles.  Las cuatro que acompañan a este texto las he recuperado de un archivo que lleva por nombre "De todo un poco". Se trata de fotografías que me han enviado a través del wasap, que en algún momento hice y no sé cómo clasificarlas, o que simplemente, me da pena hacerlas desaparecer y pienso en una segunda oportunidad. Hasta las imágenes tienen que tener una segunda o más oportunidades.

De vez en cuando abro este archivo y echo un vistazo a su contenido. En ocasiones saco de este temporal olvido alguna imagen para reubicarla y encontrarle un nuevo acomodo. Aunque casi me las sé de memoria, en alguna de estas incursiones me llevo una sorpresa sin saber el motivo. La mirada es variable. Los sentidos y los sentimientos, según el instante, también. Algo así me ha pasado hoy con los caracoles. Cuatro imágenes que hasta hoy veía sin intención alguna. No son de mí autoría. Son de mi hermano Antonio que de vez en cuando me envía testimonios para ponerme los dientes largos con alguna de sus elaboraciones culinarias. Tiene buena mano y mejor gusto. Si acaso, igual hice yo la de los que están en la llauna prestos a ser ingeridos en un restaurante leridano. No lo firmaría. Puede que sea también de Antonio. O de mi primo Josemary al que también le gusta obsequiarnos en el grupo de was familiar con sus andanzas gastronómicas.

Hoy no sé el por qué, pero me he detenido en estas imágenes de caracoles sin previa intención. Quizás me reclamaban en silencio una segunda oportunidad. Quizás la mirada, sentidos y sentimientos lo han querido así. El caso es que me han sobrevenido otras imágenes que nada tienen que ver con mi gusto o no por este gasterópodo. He recordado a mis hermanos Pepe y Antonio en peculiares y fraternales pugnas cuando mi madre hacía caracoles. Bien purgados, bien limpios, hervidos y con ali oli. Una carrera por demostrar quien era capaz de comer más. Todavía puedo escuchar sus voces al final de la gastronómica lid: ciento diez, ciento once y ciento doce. Y yo, que no concursaba, como mucho podía llegar a la treintena ayudado de buenas dosis de ali oli. He querido ver de nuevo la destreza de mi siempre recordada cuñada Montse ante la sopera repleta de caracoles. Como insertaba, con esmera habilidad, uno, dos tres, cuatro y hasta cinco caracoles en un palillo y los mojaba en su preparado de oli y pebre. Era un visto y no visto que a mí siempre me dejaba perplejo. He vuelto a querer oler los caracoles que mi tío Antonio,  tras cogerlos de su huerto en Montesusín y ante el anuncio de nuestra visita, cocinaba con receta personal de recio sabor y buenos predicamentos. He vuelto a dibujar la cara de satisfacción de mi también siempre recordado cuñado Enrique cuando nos enseñaba al llegar a casa su repleta caracolera después de "un nada, en un momento". Y como los caracoles siempre aglutinan gente.

Es cierto, puede que los caracoles no me gusten tanto como para estar aquí y que sean de mi agrado más por los ali oli, guisos y salsas que los acompañan. He llegado a la conclusión de que me gustan por cuanto les rodea y porque los recuerdos, como estas imágenes, también reclaman su oportunidad.








miércoles, 18 de enero de 2017

00417 La Crema de Arenque

CON ALCAPARRAS


En realidad,  tendría que dedicarle esta entrada al arenque encurtido, pero no dispongo de fotografías que lo ilustren. Desaparecidos los ultramarinos de toda la vida, olvidados los cubos en los que se ofrecía tan salado manjar. Así que lo dejaré para mejor ocasión y traeré al arenque con un buen disfraz en forma de crema.

Habitualmente, esta crema la suelo hacer con una lata de anchoas en aceite y queso cremoso, pero en esta ocasión y ante una cena de picoteo a la vista, de las que a mí me gustan y de las que al día siguiente me arrepiento, le voy a subir un tono al sabor y la haré con arenque y alcaparras.

Como ya he comentado, he buscado arenques de cubo pero no he encontrado. La alternativa, al vacío, lomos desescamados, sin piel y sin espinas. Más facilidades imposible. Manos a la obra. Echamos en un vaso de cocina una terrina de queso cremoso, cuatro lomos troceados de arenques y un par de cucharadas soperas de alcaparras en vinagre. Trituramos con el brazo de cocina hasta que quede una crema más bien suave. Si con las cantidades mencionadas queda todavía muy sólida, añadimos un poco más de crema de queso hasta conseguir la textura deseada. Lo de la textura va a gustos. Servimos la crema de arenque en pequeños recipientes y adornamos con tres o cuatro alcaparras enteras.

Se puede consumir bien en tartaletas, untada en pan tostado o natural,  e incluso con patatas chips o bastoncitos de snacks a modo de rancho. Todo sirve.





martes, 17 de enero de 2017

00416 Lugares

HONESTOS CON LA MIRADA


Lugares de ensueño y encanto, de auxilio, de paso y de regreso por un por si acaso. Lugares donde escribir con tinta verde el mejor recuerdo con una frase imprecisa. Nunca las frases son precisas, son solo de un momento para luego ser olvido.

Lugares de medio sol, de bruma entera, de aire que acaricia la ladera, la mejilla y la vida entera. Lugares con olor a lavanda y yerbabuena, a espliego y a atardecer entretejido de horizonte y tierra queda. Lugares de costumbre que no saben de monotonías ni cobijan palabras vacías.

Lugares de remedio para los males que no descansan, de respiración acompasada por temor a romper el hechizo que lo atrapa. Lugares de confesión desnuda y grito vestido para no arrojar la toalla. Lugares de guiños y abrazos, de caricias y aplausos y de lienzos de seda. Lugares reservados para cualquier tiempo de espera.

Lugares de agua y hojarasca, de musgo y piedra. Lugares de súbitos contrastes sin detalles. Honestos con la mirada, libres de afectos, dádivas para un alma restaurada.











lunes, 16 de enero de 2017

00415 El Croque-Monsieur

CRUJIENTE EMPAREDADO


Es mi sándwich preferido de fiesta y homenaje. Aún gustándome a rabiar, lo tomo de ciento a viento, para mí estómago es una bomba, y esto hace que, llegado el caso, me recree en su degustación. Empiezo por dar cuenta de las cuatro esquinas del emparedado para,  paso a paso, llegar hasta el centro donde se concentra todo el cremoso sabor del afrancesado y untuoso sándwich. Este último bocado se convierte en una auténtica delicia.

Llevado por la curiosidad, me he interesado por conocer su origen, pero nada se dice de su primer hacedor ni de las musas que inspiraron esta afamado y crujiente emparedado. Lo más que he llegado a leer al respecto es que "el croque-monsieur apareció por primera vez en la carta de un café parisino en el año 1910, si bien se desconoce el origen de la palabra". Marcel Proust en su obra "À l'ombre des jeunes filles en fleurs", publicada en 1919, lo menciona por primera vez: "ahora bien, al salir del concierto, como, al reanudar el camino que va hacia el hotel, nos habíamos detenido un momento sobre el muelle, mi abuela y yo, para intercambiar algunas palabras con la Sra. de Villeparisis que nos anunciaba que había solicitado para nosotros en el hotel unos 'croque-monsieur' con huevos a la crema..."

Hay muchas variantes para su elaboración. La que traslado a continuación es la que más me gusta y menos complicaciones tiene dentro de su sencillez. En primer lugar, prepararemos una salsa bechamel que dejaremos enfriar una vez elaborada. Hazla según tengas costumbre. A continuación, tomaremos dos rebanadas de pan de molde que sean un poco consistentes, capaces de soportar todos los ingredientes que iremos añadiendo. Untamos con generosidad una de las rebanadas de pan y añadimos una loncha de jamón cocido y otra de queso Emmental. Untamos la otra rebanada de pan de molde y la colocamos sobre el queso, de tal manera que la bechamel quede en contacto con él. Una vez montado el sándwich vertemos sobre él, de manera generosa, más bechamel y finalizamos espolvoreando una buena cantidad de queso para gratinar. Sólo nos quedará ya introducir el emparedado en el horno, precalentado a 200 grados centígrados, por espacio de unos 10 minutos. Transcurrido este tiempo, dejaremos el sándwich 5 minutos más en la función de gratinado para que se tueste ligeramente la parte superior. Los tiempos mencionados dependerán del tipo de horno. La clave está en conseguir un sándwich cremoso y que se funda el queso.



domingo, 15 de enero de 2017

00414 El Persimón

CAQUI, KAKI, PALOSANTO


Si de algún alimento me acuerdo de su  primera vez, este es el caqui. Fue en la localidad de Binéfar, en la finca de  unos amigos de mis padres. Mi padre acababa de fallecer y  mi madre y yo fuimos invitados a pasar allí un fin de semana. Tú, Engracia, te distraerás, y el crío disfrutará en el campo y en la piscina. Sí, supongo que en aquel momento disfruté de sendas propuestas pero sobre todo, lo que sí recuerdo como si fuese ayer, es de la devoción que desde aquel día profeso a un fruto por aquel entonces totalmente desconocido para mí y cuyo sabor se quedó enganchado en mi memoria gustativa.

En los límites de la finca había muchos árboles frutales, manzanos y perales en su mayoría, y unos pocos más que parecían, por sus frutos, tomateras gigantes. El tronco de estos árboles era muy llamativo por su color pardo verdoso. Sus hojas en verano se presentaban verdes y fuertes. No así en otoño que se tornaban rojas y que dejaban al árbol desnudo con la llegada del invierno para dejar al descubierto su llamativo fruto rojo. Un fruto rojo que me cautivó no solo por su peculiar sabor sino también por la forma de comerlo. Estaba tan maduro que era imposible desprenderlo de su piel, así que fui adiestrado para comerlo con cucharilla. El mero anuncio de mi madre de una nueva visita a aquella finca producía en mí una auténtica alegría festiva. Sí, el campo y la piscina, si era verano, estaban muy bien, pero a mí, lo que realmente me fascinaba, era volver a degustar esos "tomates rojos" que crecían de los árboles y que se comían con cucharilla. Desde entonces, siempre que como un caqui, ahora más persimón, regresan dulces recuerdos vestidos de sonrisa.

En mis habituales establecimientos de alimentación no suelo encontrar caquis, sí en cambio, persimón, que no es otra cosa que una variedad de caqui con denominación de origen protegida. En concreto, se trata de una variedad denominada "Rojo Brillante". El nombre de persimón es la marca comercial registrada de la "Denominación de Origen Kaki Rivera del Xúquer".

El caqui es una fruta que pierde muy pronto su turgencia. Cuando el caqui está aún verde y turgente presenta una gran cantidad de taninos solubles; un compuesto que le proporciona gran astringencia y da la sensación seca y arenosa como cuando mordemos un membrillo. En realidad, el caqui clásico y el persimón son la misma fruta. La diferencia estriba en su punto de madurez. Así el clásico se recolecta maduro y se comercializa tal cual, mientras que el persimón se recolecta semi maduro para ser sometido a un tratamiento de desastringentado. De esta manera, la pulpa del persimón se muestra dura y se puede pelar y cortar como una manzana, conservando el mismo sabor que el caqui tradicional y sin los inconvenientes habituales que produce su poca firmeza.

El cultivo del caqui se remonta al siglo VIII en China y Japón. A principios del siglo XIX llegó a Estados unidos y a España en en año 1870. El árbol del caqui es de la familia del ébano y puede llegar a medir hasta los 12 metros de altura. Se trata de un árbol caducifolio y su fruto es en realidad una baya, aunque lo consideremos como una fruta. Se recolecta en octubre.