miércoles, 31 de octubre de 2018

00854 Las Calles Empedradas

ALFOMBRAS PÉTREAS


He tenido que pensarlo varias veces antes de dar el sí definitivo a las calles empedradas y traerlas hasta este caleidoscopio vital o listado de mi relación con las cosas que me rodean. A mis ojos y sensaciones les encantan, no así a mi dolorido pie izquierdo donde hace años se asentó y acomodó un más que incómodo callo que cuando divisa un empedrado se teme lo peor. Al final, mi pie izquierdo me ha dado su consentimiento y me ha dicho que vale, que bueno, que todo sea por la originalidad, belleza y concienzudo y exclusivo trabajo que se aglutinan en estas alfombras pétreas y que tan caras de ver se hacen hoy en día.

Hasta hace unos años, las calles de los cascos históricos de muchas ciudades se cubrían a base de piedras y adoquines que fueron cediendo su espacio al asfalto en favor de la comodidad para su tránsito. Solo hay que echar un vistazo a fotografías y postales antiguas para comprobar cómo se han ido perdiendo estos suelos tradicionales por otros de aspecto "más urbano". Por eso, cuando en mis escapadas doy con una de estas alfombras pétreas me gusta mirarlas y admirarlas en su conjunto, en su espacio delimitado habitualmente por nobles edificios de recia piedra y curiosa historia. Me gusta transitarlas aunque mi pie izquierdo se queje. Es solo un momento, le digo, le engaño, solo un instante, lo que me cueste imaginar, recrear y sentir el cómo, el por qué y cuál fue su razón de ser. Porque también en este sentido, nada es azar. La piedra y su pétrea grafía no es un caprichoso, cada una tiene su por qué.






lunes, 29 de octubre de 2018

00853 Las Guindillas Rojas

EL ORO ROJO DE LA MESA

Con la recolección de las guindillas rojas se puede decir que mi huerto, versión verano, ha llegado a su fin. Ha habido una más que aceptable cosecha y ahora toca prepararlas para el invierno.

Me gusta el picante, con moderación, y tengo puestas en estas guindillas muchas expectativas que espero complementen un buen número de los guisos de la cocina tradicional de los fogones invernales.

Hay quien considera a este tipo de guindilla como el "oro rojo de la mesa", además de ser "una filosofía de vida". Esto último se lo leí en una entrevista a un chef italiano, Fabio Campoli, que tiene publicados varios libros con recetas picantes. Para este chef, "la guindilla es una filosofía de vida, no un simple ingrediente. Sus colores, la forma y su picante son sinónimos de alegría de vivir, sabor, carácter, emoción... Un mundo que conviene descubrir y que está hecho no solo de preciosas notas de gusto, sino también de ciencia y cultura".

He ojeado las bondades de la guindilla en relación con la salud y esto es con lo que me he encontrado. Es rica en vitaminas A, E, C, además de hierro. También es una buena aliada para combatir o prevenir ciertas enfermedades tales como la arteriosclerosis, artritis, reumatismo, enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Según estudios, la capsaicina reduce el crecimiento de las células cancerosas. Además, entre otras bondades, la guindilla es un buen alimento anti depresivo. En China, por ejemplo, el pimiento picante rojo se utiliza contra la depresión, y en la India, la medicina tradicional ayurvédica sostiene que la guindilla "estimula el espíritu y la sangre".

Por el contrario, no deben abusar del pimiento picante quienes sufren de acidez de estómago, úlcera, hepatitis o hemorroides. No obstante, leo que tomado en dosis terapeúticas, puede ser útil para aliviar algunas de estas últimas enfermedades. En cualquier caso, el consumo de guindillas no debe ser nunca excesivo.

Tras todo lo dicho, me voy a preparar estos hermosos ejemplares para cuando llegue el invierno o se avecine una nueva depresión.






domingo, 28 de octubre de 2018

00852 El Cardo con Bechamel

PIÑONES Y PASAS


Cocinar cardo me lleva inevitablemente a la cocina y recetario de mi madre y sobre todo a la cena de Nochebuena.

Me gusta el cardo y acostumbra a estar presente en la mesa. No como a mí me gustaría, sino de manera más frugal y echando mano de  la planta en conserva. Tras algún que otro fiasco, he dado con alguna que otra marca que no está mal.  Un poco de aceite en la sartén, unos dientes de ajo cortados a láminas y rehogar el cardo durante unos pocos minutos es todo lo que se requiere.

Nada que ver con esta otra elaboración de tradición y grato recuerdo, que comenzaba ya con la adquisición del cardo en la verdulería de "tía Celia", en la calle de San Lorenzo. ¡Esos sí que eran cardos! ¡Recién cogidos de la huerta de Huesca! Grandes y hermosos, como ramos de flores, con olor a frío y a verdura fresca. Después limpiarlos. Por decir algo, posiblemente lo más entregado y laborioso, Pero daba igual, eran años en los que había tiempo y las prisas apenas hacían compañía.  De cómo era ese cardo de recuerdo y tradición, lo contaré aquí llegado el mes de diciembre. Será un cardo, ya adelanto, de encuentro compartido.

El que hoy traigo es un pariente cercano de aquel; algo más cremoso y con el dulce añadido de las pasas.

Ingredientes: Un kilo y medio de cardos limpios, tres cucharadas de harina, un vaso de leche entera, 35 gramos de piñones, 35 gramos de pasas, 2 dientes de ajo, una nuez de mantequilla, sal y un par de cucharadas de aceite de oliva virgen.

Elaboración: Si los cardos son naturales, en primer lugar los limpiaremos, cortaremos en trozos y los cocinaremos en abundante agua con sal hasta que estén cocidos. Escurriremos y reservaremos. Si optamos por los cardos en conserva, simplemente los escurriremos. A continuación elaboraremos una salsa bechamel que nos quede más bien cremosa y que realizaremos como tengamos  por costumbre. Para esta ocasión, añadiremos a la salsa al inicio de la elaboración un par de dientes de ajo bien machacados. Mientras acabamos de hacer la salsa bechamel, pondremos en una cazuela un par de cucharadas de aceite de oliva y calentaremos. Cuando el aceite esté caliente le añadiremos los cardos y simplemente rehogaremos para calentarlos. A continuación añadiremos al cardo la salsa bechamel y espolvorearemos piñones y pasas. Removeremos y listo para servir.

Como ya he comentado este plato es un pariente cercano del tradicional cardo navideño. Resulta más dulce por la presencia de las pasas y también algo más contundente por la cremosidad de la salsa bechamel; en el cardo navideño la salsa no es tan espesa.



jueves, 25 de octubre de 2018

00851 Días en Verde

DÍAS NECESITADOS


Necesitamos días en verde donde sembrar la esperanza, el aliento y la reposada calma.

Días de arraigo en el futuro donde alojar el alma descontralada entre vaivenes y zozobras.

Necesitamos días en verde donde fijar la vista sin miedos ni horrores ni nada que no le asista.

Días de abrigo y cobijo, encuentro y remanso para las ilusiones errantes sin destino propicio.

Necesitamos días en verde para regresar al camino perdido; días perfectos desde donde retomar la nítida concepción de la vida.

miércoles, 24 de octubre de 2018

00850 El Lomo con Queso

BUENA PAREJA


Cuando las calorías y  michelines no estaban en mi vocabulario, uno de mis "bocatas" de diez, entre una larga, larguísima lista de ellos, era el de lomo con queso, cortado el primero bien fino, y el pan untado en tomate. Solo con pensarlo ahora se me alegra el estómago y tengo que decirle que no se cree falsas expectativas, que solo es un comentario traído de otros tiempos.

El último bocadillo que comí de estas características ni lo recuerdo por más que intento hacer memoria. Sin embargo, sí que me acuerdo cómo volvió a mi dieta el lomo con queso,  con cuchillo y tenedor, aunque sin el untuoso pan. Fue con motivo de un régimen al que me sometí hace algunos años y  a sugerencia de la báscula que con mudo sobresalto arrojaba el dígito 95.

Se trataba de una dieta fácil de llevar, entretenida y en ocasiones hasta atractiva. De aquellos días todavía hoy pongo en práctica alguna de las sencillas elaboraciones sugeridas. Como por ejemplo, el lomo a la plancha con queso. Cuando en el régimen diario y cambiante aparecía "lomo con queso", era como una fiesta en la mesa. Sí, para que fuera una fiesta con apoteosis final, le faltaba la chispa del pan con tomate. Pero estábamos a lo que estábamos y aunque la dicha no fuese completa, el sabor no engañaba al recuerdo ni a la báscula.

Ahora, cuando hay para comer lomo a la plancha, ya no se pregunta si va acompañado de queso; es una obviedad.














martes, 23 de octubre de 2018

00849 Los Mejillones al Vapor

A PECHO DESCUBIERTO


Seguimos en época de mejillones. Con este molusco se pueden realizar infinidad de elaboraciones de suma sencillez. Pero si hay una a la que se le puede colgar la medalla de oro de la sencillez, es la de los mejillones al vapor. Además, es la forma de hacer que respeta al máximo el sabor del mejillón.

A esta minimalista preparación hay quien le añade limón, granos de pimienta, clavo o laurel, si bien mi propuesta no lleva absolutamente nada; el mejillón a pecho descubierto y sin disimulos de sabor. La sencillez no está reñida con el sabor y en este mucho menos.

Una vez limpios los mejillones y eliminadas las barbas que presentan, los depositamos en una vaporera de cocina a la que habremos vertido un dedo de agua. Sé de quien incluso no pone ni una gota de agua y solo se sirve de la que van desprendiendo los propios moluscos. Tapamos la vaporera y llevamos a ebullición. Una vez que rompa el agua a hervir, dejamos que se cocinen los mejillones por espacio de unos diez minutos y retiramos del fuego. Liberamos la carne de sus caparazones, descartando aquellos moluscos que no se han abierto al vapor, y colocamos los mejillones en la fuente para sacar a la mesa.

Hay que aprovechar estos meses en los que los mejillones llegan a las pescaderías y supermercados con un más que notable aspecto y pletóricos de sabor.


00848 El Ficus de Gantel

ABSTRACCIÓN Y ENCANTO


Hace tiempo que no traigo plantas a este caleidoscopio vital. He estado entretenido en otros menesteres.y cuantas plantas y flores hay en mi entorno, ya he aireado por aquí mi gusto por ellas. Tengo alguna que otra planta fotografiada a la espera de sumarse a estas diez mil cosas, pero no doy con su nombre botánico, ni con su apodo popular y ni siquiera tengo historia que contar al respecto. Solo sé de ellas que me gustan y poco más.

Algo parecido me sucedía con la planta que hoy muestro. A la vista está que se trata de un ficus, pero de este género de plantas ya hablé en algún momento. En concreto, en algún instante de mis días en el Pasaje "El Mirador", en Sariñena, donde se encontraba mi recordada por siempre Radio Sariñena. Allí, en la primera planta del pasaje comercial,  espectaculares ficus benjamina convivían, conviven,  con unas no menos espectaculares y hermosas buganvillas, bajo el cuidado y atenta supervisión de mi entrañable Juan.

Hoy, revisando fotografías, me he reencontrado con este ficus y me he propuesto no dejarlo de la mano hasta encontrar su apellido, que no es otro, si mi enciclopedia de flores y plantas no me engaña, que el de Gantel. El ficus está estrechamente relacionado a la ornamentación interior por su espectacularidad de crecimiento y fácil cuidado. Se trata de una planta muy agradecida. En el caso del ficus de Gantel, para mi gusto, tiene un valor añadido de elegancia y vistosidad, gracias a sus hojas que parecen pintarse día a día. Se me antojan como cuadros inacabados en los que la naturaleza tiene la última palabra. Sus tonalidades verdes sobre un fondo blanco amarillento le transfieren una peculiar y atractiva personalidad que invitan a una especial atención. No hay dos hojas iguales y cada una tiene su abstracción. Supongo que aquí radica su encanto y mi atención por ella.

















lunes, 22 de octubre de 2018

00847 Los Almuerzos Improvisados

CON LO QUE SEA

No hay manera. Por más prisa que me dé y por más tiempo que invierta, no hay forma de controlar el archivo fotográfico. Cuando el número de fotografías sin archivar parece que lo tengo controlado, -para mí, tenerlo controlado es bajar del millar de fotografías a la espera de archivo-, observo con pavor que otras tantas están pendientes de destino en el teléfono móvil y similar número en la tarjeta de memoria de la cámara fotográfica. Es el cuento de nunca acabar.

Hay algunos bloques de fotografías que su archivo, por su temática, me resultan más fácilles ; una excursión, una reunión familiar, una elaboración gastronómica..., sin embargo, hay otras que aparecen como huérfanas de destino. Se trata, estas últimas, de imágenes sueltas, dos o tres, e incluso en la más absoluta soledad e independencia. Las voy guardando en el archivo general por si en algún momento me pueden ayudar a llevar adelante este proyecto personal consistente en llegar a escribir sobre diez mil cosas que me gustan. No siempre y en todo momento me sugieren algo y si lo hacen, no siempre y en todo momento acierto a  ponerles palabra.

A estas imágenes que ilustran el quid de esta entrada hacía tiempo que les había echado el ojo, pero no les encontraba el aquel. Aparentemente, no son más que un par de huevos fritos con unas piezas de pollo al chilindrón saboreados y bien saboreados en un almuerzo en el pasado mes de agosto; en concreto, en la mañana del día 9 de agosto. En algún momento de este blog ya he mostrado mi gusto por los huevos fritos y sus acompañamientos, por los almuerzos de este tan señalado día y por alguna que otra versión más. Así que me faltaba acompañar con un apellido a la palabra almuerzo. Y ha sido hoy cuando lo he encontrado.

Me ha venido a la mente cuando he recordado el momento de este almuerzo. No acostumbro a almorzar. Igual caen tres o cuatro almuerzos al año, no más. Surgió de manera improvisada. Una visita a alguien a quien aprecio como a un hermano y  un cómo estáis seguido de un qué os apetece tomar,  fueron suficientes. A los pocos minutos tenía delante de mí un par de huevos fritos acompañados de un delicioso pollo al chilindrón. Hacía días que no nos veíamos. Nos pusimos al corriente de nuestras vidas, de la de nuestros hijos, de nosotros, de lo que nos ocupa y preocupa, de cómo estamos y de cómo nos dejan estar.... Hablamos de todo menos de lo que cada día nos hierve la sangre. Bueno, alguna de esas cosas también, es inevitable, pero poca cosa.

Fueron cerca de tres horas de delicioso almuerzo improvisado. De hablar y no parar. De detener y prolongar el tiempo en una mañana no cualquiera del mes de agosto. Y en la despedida, un hasta cuando queráis que volveremos a improvisar otro par de huevos fritos con lo que sea.

viernes, 19 de octubre de 2018

00846 La Cocina de Puchero

DE NUEVO A ESCENA

Dejen paso las cocinas a los pucheros con sus legumbres, sopas y olores. Que garbanzos, alubias, lentejas, verduras y carnes inunden de aroma la doméstica estancia en su lento quehacer. Que la explosión de sabores de ancestro y tradición regresen a las mesas con entusiasmo y admiración.

Ya tenía ganas de volver a poner la mesa con la cuchara sobre el mantel. En los últimos meses, salvo días de excepción, la he echado en falta. Me encantan los platos de cuchara con su  contundente sabor y mezclas casi prohibidas. Caldos, potajes, cocidos, fabadas, sopas... Todo en reposada elaboración y anhelado resultado.

Puchero de olor que todo lo ocupa. De puertas adentro los recuerdos de siempre y de puertas afuera, regalada aspiración al paso y de bienvenida a quien llega.

Tenía ganas de que llegaran los días de puchero, morcillas, pancetas, chorizos, huesos y remedios. Todo le va bien al humilde y socorrido puchero impaciente por salir de nuevo a escena.

Un puchero que no es un llanto, salvo el que traiga el placer al llantarlo.



00845 Comer con los Dedos

LO REQUIERE LA OCASIÓN

Acabo de leer un artículo sobre "la buena o mala educación de comer con los dedos". Me ha parecido muy interesante lo esgrimido y  planteado, y cómo el mundo occidental incorporó a su cultura los cubiertos,  que en un principio nacieron como utensilios de ayuda en la cocina apenas hace tres siglos. Conclusión después de hacer un repaso por distintas culturas de este planeta, la relación que tenemos con todo lo que nos rodea desde que nacemos a través del tacto y la imposibilidad de comer según que alimentos si no es con los dedos: "Comer con los dedos no es cuestión ni de buena ni de mala educación, también esto, como tantas otras cosas, es relativo".

Me he acordado de un magnífico conejo con ajos, no al ajillo, que hace mi hermano Antonio y que está de chuparte los dedos. Nunca mejor dicho. No sé muy bien cómo lo hace pero está de vicio. El conejo está cortado en trozos muy pequeños, fritos, bien dorados y con abundantes dientes de ajos enteros. Tendré que preguntarle acerca de su elaboración para poder imitarlo.

El caso es que la primera vez que me lo ofreció, educado que es uno, comencé a comerlo con cuchillo y tenedor. Aunque ducho en la materia, según a qué piezas, me costaba sacarles todo el partido posible, dándome la impresión de que algo no estaba haciendo bien. En uno de los momentos de mi pelea y concentración con el conejo oí decir a mi hermano, mientras me miraba por el rabillo del ojo, "para disfrutarlo hay que comerlo con los dedos".

Liberado del cuchillo y tenedor, proseguí solo ayudado de mis dedos. Nada que ver. Se trataba de otro guiso, otro sabor y otro disfrute. Y en los huesos, ni un ápice de dorada carne. Y lo más grande, para finalizar, "y para no manchar las servilletas", chupar las yemas de los dedos, con delicadeza, eso sí, en las que se había ido depositando una ligera y pringosa película de sabor a ajo confitado.

Pues sí, todo en esta vida es relativo.






jueves, 18 de octubre de 2018

00844 Sin Título

SENTIR

Que me gusta mirar al cielo no es novedad; me distrae y hace compañía. Que me gustan las nubes, sus formas, colores y caprichos, tampoco;  me distraen, entretienen y vuelven a distraer.

He perdido la cuenta del número de nubes y cielos que tengo fotografiados. Todo en su momento me transmitió algo, me transfirió alguna sensación, me ocupó unos minutos en encontrar algún parecido con algún objeto, animal o cosa, como una adivinanza. No deja de ser un juego.

La imagen que hoy traslado aquí me la he encontrado mientras ordenaba carpetas y fotografías. No es mía. Intuyo quién me la envió en su día por otras imágenes que le acompañan. Si la guardé sería por algún motivo que no alcanzo a recordar, aunque también lo intuyo. La mira ahora de nuevo y aunque no me apetece jugar, veo un pescado abierto, una comunidad autónoma, un fantasma e incluso océanos y continentes imaginados. La mira de nuevo ahora y me apetece más ver un paraje enigmático, bello y todavía por soñar. Por eso no le pongo título. Para qué ponerle título. Prefiero que sea una imagen sin título, sin nombre, anónima como el cálido paisaje y la calidez de quien en algún momento me la quiso hacer llegar.

Hoy no veo, solo quiero sentir.

00843 Los Noodles con Calabacín

POR VARIAR

El huerto sigue regalándome pequeños frutos en la recta final de la temporada. Hay ya poca cosa, pero suficiente para continuar disfrutando de sus excelencias.

Es el caso de los calabacines que no encuentran el momento de decir adiós. Las plantas están hermosas y continúan sacando a la vida sus peculiares flores. Sus frutos ya no son lo espectaculares que han sido durante todo el  verano, si bien mantienen todo su particular sabor. Fundamentalmente los utilizo ahora para hacer sabrosas y siempre bienvenidas fritadas aragonesas, pero hoy me apetecía cambiar de registro. Se me han ocurrido varias alternativas y al final me he inclinado por hacer una "probatina" con inhabituales texturas y sabores. La culpa, unos noodles o fideos japoneses que he visto al abrir uno de los armarios de la cocina donde guardamos los alimentos y especias orientales. No será la bomba, he pensado, pero tampoco estará mal. Así que me he puesto manos a la obra.

Ingredientes: Un paquete de noodles, dos calabacines, una cebolla, aceite de oliva, salsa de soja y salsa teriyaki.

Elaboración: Cortamos a cuadraditos los calabacines y la cebolla y cocinamos en una sartén a fuego lento con un poco de aceite de oliva hasta que se ablanden los alimentos, que estén un poco al dente. Reservamos. A continuación, cocinamos en agua los noodles siguiendo las instrucciones del fabricante. Escurrimos y los añadimos a la sartén donde hemos cocinado calabacines y cebolla. Mezclamos y servimos acompañado de la salsa de soja y la salsa teriyaki para que cada comensal salsee los noodles a su gusto. Sugerencia tras la "probatina": no abusar de la salsa de soja, escasamente enseñársela al plato.

El resultado ha sido satisfactorio; agradable al paladar, ligero y curiosa presencia en el plato. Al resto de comensales, o les ha gustado tanto como a mí o han llegado a casa con mucha hambre; no ha quedado ni un fideo para muestra. Repetiremos.




miércoles, 17 de octubre de 2018

00842 Las Berenjenas

DIFÍCILES INICIOS


Ella es la culpable de mis pinitos y afición por la cocina; ella y mi hermana María Engracia. La berenjena, además de que me gusta a rabiar,  fue la primera gran protagonista de mis primeros ruidos entre cacharros de cocina a través de dos recetas que aprendí de mi hermana: un delicioso pastel de berenjenas al horno y unas berenjenas también al horno rellenas de anchoas en aceite y bechamel. Por cierto, que hace tiempo que no las hago. Me tomo nota para traerlas cualquier día de estos aquí.

En aquellos años de inicio y aprendizaje no había comida o cena que organizara en casa,  que una de estas elaboraciones, junto al solomillo de cerdo al roquefort o el conejo al chocolate, formaran parte del menú. Con los años he ido incorporando otras versiones con las berenjenas como titulares del plato, si bien en los últimos tiempos no me complico mucho la existencia y las cocino al horno o al micro ondas con ajo,  aceite y sal, rebozadas o en tempura. Me resultan deliciosas.

Leo que su cultivo es antiquísimo, desde antes de 2.000 a.C. Los datos más antiguos que se conocen la establecen en el estado de Assam, al noroeste de la India, Birmania y China. Llevada por comerciantes árabes pasó al norte de África y más tarde, en la Edad Media, entró a Europa por la España musulmana, desde donde se extendió su cultivo por los países cálidos del Mediterráneo.

Continuo leyendo que "es muy posible que por desconocimiento de cómo tratar culinariamente a la berenjena o por utilizar especies no comestibles, causara problemas digestivos, creándose una mala fama. Durante los primeros siglos de su entrada a Europa existió la creencia de que su consumo provocaba múltiples enfermedades como fiebre, epilepsia y la locura, por lo que la planta fue utilizada durante tiempo como un adorno decorativo y exótico y no como un alimento".

El valor energético y nutritivo es pequeño comparado con otro frutos, verduras y hortalizas. Contiene escasas vitaminas, hidratos de carbono, proteínas y minerales, siendo el componente mayoritario en su peso el agua, en un 92% de su composición. El mineral más abundante es el potasio.

Ciertos pigmentos de la piel de la berenjena tienen propiedades antioxidantes, por lo que se recomienda en la prevención de enfermedades cardiovasculares y degenerativas. Su consumo ayuda a reducir el colesterol y los niveles de glicemia.

00841 Tiempo de Setas

COMO BELLOS BODEGONES

En las últimas semanas, llegado el lunes, mi wasap es lo más parecido a un  bosque. Decenas de fotografías de amigos y familiares se cuelan, a modo de resumen de su fin de semana,  para alegrarme la vista. Hermosos parajes campestres, hayedos, colores de un incipiente otoño, sugerentes senderos... y setas, muchas setas, que me ponen los dientes largos no exentos de "cariñosa envidia".

Me las envían a mí, que cuando voy al monte a por ellas, parece que se avisan unas a otras para esconderse. A mí, que cuando cojo dos o tres me parece  una proeza. A mí, que cuando voy al monte solo veo setas con muy mala pinta; preciosas, eso sí, para fotografiar, pero con muy mala pinta.

Si voy solo, la cesta regresa a casa tal como salió, y si voy acompañado porque me llevan, la frase siempre es "la semana pasada este cado estaba repleto de setas". Tan solo cuando me ha llevado mi buen amigo Pablo he vuelto con trofeos, además de pasar un delicioso día, que en mi caso, de eso se trata.

Es tiempo de setas, así me lo indican las fotografías que me van llegando como sugerentes bodegones de una naturaleza viva. Una invitación a disfrutar de hermosos días, aunque las setas disimulen mi presencia.


martes, 16 de octubre de 2018

00840 Los Ahumados

¡BENDITA CASUALIDAD!


Tengo auténtica debilidad por los alimentos ahumados ya sean carnes, embutidos, quesos o pescados. Me resultan especialmente extraordinarios.

El humo aplicado a los alimentos, además de ayudar a alargar su caducidad, les transmite unas características organolépticas únicas y especiales. Se trata de una forma de preservar los alimentos que proviene de épocas remotas y que en la actualidad se incorpora a la cocina y a las mesas con "aires de distinción". Al menos, así me lo parece.

Posiblemente el ahumado naciera por casualidad al comprobar que los alimentos que colgaban sobre los fogones que servían tanto para cocinar como para calentar, duraban más que aquellos que no estaban en contacto con el humo. ¡Bendita casualidad!

Existen dos tipos de ahumados: fríos y calientes. En caliente se realiza entre 70 y 110 grados centígrados, y cocina a la vez que ahúma los alimentos. El ahumado en frío se obtiene con una temperatura entre 10 y 30 grados y a diferencia del ahumado en caliente, no cocina los alimentos; por ejemplo, el ahumado practicado a determinados quesos.

En torno a los alimentos ahumados hay un buen número de sensaciones, presentaciones y combinaciones que los hacen especialmente atractivos. Necesitan muy poco para que dejen un grato recuerdo. No será la única vez que aparezcan por este blog. En mi caleidoscopio vital también tienen su pequeña historia.

Hoy vienen aquí en forma de ensalada: salmón, bacalao, un variado de lechugas y tomate, y  regado sutilmente con unas gotas de aceite de oliva virgen extra y vinagre de Módena. Poco más se puede añadir para un recordado deleite.


00839 No Es Soledad

ES DESCANSO


No es soledad, es un descanso para que las cosas de la vida se apacigüen y reposen. No es soledad en un día de grises y brumas, es la contemplación de un paisaje de quietud y espera.

Hay días que se hace necesario pasar por el tamiz los interrogantes que se almacenan no sé dónde ni para qué, igual que el mar necesita tamizar el silencio para escuchar su acompasada melodía.

No es soledad en un paraje desierto y umbrío. Es un descanso en la espera sin pretextos a nuevos sueños que llegarán mañana o quizás algún otro día.

lunes, 15 de octubre de 2018

00838 La Parrillada Vegetal

CON PERSONALIDAD PROPIA

En numerosas ocasiones, verduras y hortalizas acompañan a los platos principales como meros y pintorescos pegotes y que raramente aportan algo. Son como una anécdota en el plato. Por eso, hoy quiero traerlas aquí como protagonistas que son a la hora de aportar sabor a la mesa y cocinadas a pecho descubierto, sin ningún tipo de añadidos ni florituras.

Solo se necesitan productos frescos, de buena calidad y que sean de temporada, una buena parrilla, un buen aceite de oliva virgen extra y sal común, aunque a mí particularmente y en contra de las doctas opiniones, me gusta sazonarlas con sal Maldon.

La parrillada vegetal cuanto más variada mejor: tomate, pimiento rojo y verde, cebolla, calabacín, berenjena, alcachofa, espárrago... Las verduras y hortalizas cortadas muy finas,  y en la parrilla muy poco aceite para evitar que se frían. Además, cada hortaliza por separado, ya que cada una necesita su tiempo. En todo caso, cuando hayamos pasado todas las verduras y hortalizas por la parrilla, reunirlas y darles a todas a la vez un último golpe de calor antes de servir a la mesa.

Un plato ligero, con personalidad y pleno de sabor. Ya lo creo.








00837 Los Mejillones en Salsa de Tomate

ENTRAN POR LOS OJOS


Regresan los mejillones a este caleidoscopio vital y lo hacen con un intenso y sugerente color. Estamos en la época de esplendor de este molusco de las costas gallegas y hay que aprovechar el momento. Solo al vapor sería más que suficiente, pero me apetece variar un poco y de paso,  aprovechar las últimas dádivas del huerto.

Como en tantas otras sencillas elaboraciones, cada "cocinetas tiene su libreta"  y le da a este guiso su toque personal o gusto particular. Yo, para no romper con el norte y guía de la tradición, plasmaré aquí la forma de hacer que tenía mi madre.

Ingredientes: Un par de kilos de mejillones, un vaso de vino blanco, tomates maduros, cebolla, pimiento verde, un par de cayenas, una pizca de azúcar, aceite de oliva virgen y sal.

Elaboración: Comenzaremos con los mejillones. Una vez limpios los depositamos en una cazuela con un vaso de vino blanco. Tapamos y cocinamos hasta que se abran. Reservamos. A continuación, elaboramos la salsa de tomate. Para ello, en una sartén grande incorporamos los tomates troceados, la cebolla, el pimiento verde, dos cayenas, todo también troceado, un generoso chorro  de aceite, sal y una pizca de azúcar. Cocinamos hasta que el tomate quede líquido y trituramos ayudados del brazo de cocina. Después pasamos por el chino y el resultante lo depositamos en una paellera o sartén grande. Solo quedará colocar en la salsa los mejillones desprovistos de una de sus vulvas, calentar ligeramente y servir. Si quedan, cosa que dudo mucho, se pueden tomar fríos arropados por la deliciosa salsa de tomate. Si es que entran por los ojos.


domingo, 14 de octubre de 2018

00836 Pequeño Gran Placer

UNA SENCILLA LATA DE ANCHOAS


Cuanto nos rodea en el día a día está lleno de pequeños grandes placeres. Bien se vale de ellos para sobrellevar los muchos desatinos que también en el día a día nos acompañan hasta el hartazgo.

Se trata de pequeños momentos placenteros que hasta puede que nos pasen desapercibidos o que ni siquiera les demos esta categoría por lo mundanos y cotidianos que nos resultan. Están por todas partes e incluso algunos llegan de imprevisto. No es necesaria mucha inversión ni tampoco requiere elaborar un anticipado plan estratégico para alcanzar un soñado objetivo. Es mucho más simple y sencillo. Para conseguir una sensación de gusto intensa y profunda solo se requiere un mínimo de atención y algo de  convencimiento. Un ejemplo, una lata de anchoas y dos trozos de pan. Aparentemente, poca cosa. Pero si sacamos con delicadeza los filetes de anchoa de la lata y los colocamos de forma ordenada sobre un trozo de pan, sin prisa, recreando el momento, y lo mordemos por su mitad para a continuación dejar que el mar y la sal ocupen la boca, mientras aspiramos el instante a la vez que cerramos los ojos y levantamos la cabeza para afianzar el deleite, parece otra cosa.

Miro la fotografía y me dan ganas de ir al frigorífico y abrir una lata de anchoas. Pero no, no es el momento. Ahora no toca. Además, nunca se debe ni abusar ni forzar, ni siquiera de los pequeños grandes placeres.