domingo, 30 de septiembre de 2018

00819 El Olor de las Tomateras

EL AROMA DE UN VERANO

Si tuviera que identificar un olor con este verano, sin duda este sería el que se desprende de las tomateras. Así me lo dicen mis largas y felices horas que me he pasado entre plantas, frutos, agua, tierra y hierbas.

Un aroma que atrapa desde el momento en el que introduces las pequeñas tomateras en la tierra y que te impregnan las yemas de los dedos de un suave, delicado y dulce perfume de viejo recuerdo y esperanzada espera.

Cuando en el día a día visitaba el huerto este verano, la rutina de trabajo, salvo que apareciera algún que otro matiz inesperado, comenzaba por atender y asear las dos hileras de variados pimientos. Le seguían los calabacines, pepinos, lechugas, acelgas, borrajas, cebollas y calabazas. El laboreo era rápido y rutinario hasta llegar a la tomateras, en el centro del huerto, separando las judías, berenjenas, guindillas, guindillones, plantas africanas, más lechugas y cebollas, y las nuevas remesas de borrajas y acelgas. Aquí invertía más tiempo. No por el trabajo que dieran las tomateras sino por el placer que sentía estar entre ellas. El aroma que desprendían las plantas me enganchaba de tal manera que hacía que mi estancia entre ellas se prolongara sin importarme lo que marcaran las agujas del reloj. Me sentía feliz, como anestesiado. Cada roce de mi cuerpo con las plantas, un nuevo soplo de grato y apacible aliento. Lo que hubiera dado por poder guardar en un frasco la esencia de estos momentos y aspirarla en cualquier abatimiento. No entiendo de perfumes ni de esencias, pero yo sería el fan número uno si a alguien se le ocurriera crear un perfume con olor a dulce tomatera de campo, vida y huerta.

Y en la despedida de cada día, finalizada la tarea, un último respiro en el centro del huerto para llevarme a casa su recuerdo.





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