miércoles, 28 de febrero de 2024

01279 El Deseo

AQUELLA JUVENTUD


No quiero que mis besos te sepan a fresa.
Solo deseo,
que queden en tus labios
el sabor del mar
y aquella puesta de sol con la que aprendimos a amar.


01278 Yunie Kebab

 EL KEBAB DE LA REALEZA


Para qué nos vamos a engañar: me gustan los kebabs. Y eso, a pesar de las contrarias, y en ocasiones, hasta desagradables opiniones que he venido recogiendo sobre este preparado cárnico. ¡Ay, si nos paráramos a pensar!

De vez en cuando, muy de vez en cuando, me gusta deleitarme con un kebab y su peculiar sabor. En los últimos años, acostumbra a coincidir cuando alguna de mis hijas, llegado el sábado, propone una cena de estos mimbres. Nunca digo un no por respuesta. Reconozco que lo disfruto y que hasta me sienta bien.

En uno de nuestros últimos viajes en familia a Madrid, en el guion de los preparativos, siempre vamos con listado, dejando muy poco margen a la improvisación, Gloria incluyó la visita, “a vosotros que os gustan los kebabs”, dijo, a un kebab, con una muy buena carta de presentación. “Se llama Yunie Kebab, prosiguió, y he leído que es el Kebab de referencia del Rey Felipe VI”. Y allí que fuimos, no sin antes informarme, más que nada por curiosidad, sobre lo que se había escrito y opinado de este establecimiento.

Se encuentra muy cerca de Moncloa y al frente del negocio está Georges, “un amable señor de Beirut, que se vino a España en 1976. George era un reconocido chef de comida tradicional libanesa, pero al estallar la guerra, él y su mujer Amal, tuvieron que abandonar Beirut y establecerse en España”. Comenzó trabajando en el mundo del catering. “Su comida libanesa lo petó tanto, que su teléfono ardía con llamadas de la Casa Real cada vez que venían reyes árabes a Madrid”. Algo a lo que, al parecer, nunca le ha dado importancia, “porque abrió su modesta cafetería sin ningún tipo de lujo para poder seguir haciendo lo que más le gustaba: cocina sencilla, pero de gran calidad y buenas elaboraciones a un precio más que razonable. “A pesar de que haya servido en múltiples recepciones de gala, a expresa petición de la Casa Real, George lo tiene claro: prefiere cocinar en un local modesto y económico que en uno lujoso, ya que así su comida llega a más gente”.

Según pude leer en una entrevista que le hicieron a George, es él mismo quien compra los filetes de pollo y de ternera en el mercado ubicado cerca del local. “Los adoba a mano el día previo a cocinarlos y los va pinchando en el estilete giratorio de metal, para ir asándolos poco a poco. Después, con el cuchillo jamonero va partiendo tiras para que caigan al plato antes de hacer los bocadillos. Todas las salsas son caseras, elaboradas por ellos en el mismo local”.

Con esta información y un buen número de opiniones favorables, acudimos al Yunie Kebab. Era el medio día de un domingo. Muy poca gente, en un modesto local, muy limpio, por cierto, atendido por un amable y atento camarero, y tras el mostrador, George y su mujer Amal. Nos sentamos en la mesa que nos indicó el camarero. En una mesa contigua a nosotros, se encontraba un individuo dando buena cuenta de un buen plato de falafel. Por la cara que ponía, estaba disfrutando. El camarero nos trajo la carta, pero ya sabíamos los que queríamos de antemano: unos durum kebab de ternera y unas cañas para acompañar. No tardaron mucho en servirnos. El durum ofrecía un aspecto espectacular. Bien cerrado y bien marcada la oblea. Solo faltaba conocer su sabor. Desde el primer bocado hasta el último, este con pena, degusté el kebab más sabroso y jugoso jamás probado por mí. Me pareció, y aquí voy a hacer una gracieta, “un bocado de reyes”.

Para mí, del todo recomendable, y por supuesto, para repetir en la primera ocasión que se presente.




martes, 27 de febrero de 2024

01277 El Tomate Deshidratado

 SIEMPRE EN LA DESPENSA


No hace muchos años que descubrí los tomates deshidratados. Me encantaron, además de comprobar que son unos grandes aliados en la cocina. Desde entonces, siempre he tenido algunos botes dispuestos en la despensa para un “nunca se sabe”.

Habitualmente los consumimos en casa como condimento o aderezo en los platos de pasta o ensaladas. También como aperitivo con un queso fresco tipo mozzarella, feta o de rulo de cabra o en tostadas junto a unas anchoas, bonito o sardinillas. Aunque no les sacamos todo el provecho, todo se andará, poco a poco los vamos incorporando a otras propuestas gastronómicas, sobre todo aquellas que vienen de Italia, donde son unos expertos en esta materia. Allí se les conoce como “pomodori secchi” o “pomodori essiccati”.

La humedad es uno de los grandes enemigos de los alimentos. Así, si se elimina el agua que contienen, se consigue alargar su vida útil durante meses e incluso años. De esta manera, el secado de los alimentos es una de las técnicas de conservación de alimentos más antigua que el hombre comenzó a practicar. He leído, y visto en algún programa de televisión, que en Italia todavía se siguen preparando los tomates deshidratados siguiendo el método tradicional. Es decir, secando los tomates directamente al sol. Los tomates frescos, una vez lavados y seleccionados, se cortan por la mitad de forma longitudinal, se colocan sobre unas tablas de madera o rejillas con el corte expuesto hacia arriba en un lugar donde reciban luz solar, y se espolvorean con abundante sal.

Durante el proceso de secado, que dura algunos días, los tomates pierden su volumen y se arrugan. Queda una textura reseca por la parte no expuesta al sol y algo más carnosa por la cara oculta, manteniendo las semillas. Después se envasan al vacío o en botes esterilizados, aunque resultan más prácticos en conserva con aceite de oliva y algunas hierbas aromáticas.

Salvo en rara ocasiones, en casa acostumbramos a consumir los tomates deshidratados en conserva con aceite de oliva. Resultan más cómodos, pues no hay que desalarlos ni hidratarlos. Tal cual salen del frasco, van directamente al plato ideado.

Para mí, la verdad que es un mundo este del tomate deshidratado, al que poco a poco le voy cogiendo el tranquillo, que no el gusto, pues me encantan de cualquier manera.

Las imágenes que ilustran esta entrada se corresponden con una ensalada a base de diferentes tipos de lechuga, mozzarella, tomate deshidratado y conservado en aceite de oliva, y un poco de aceite, vinagre y sal. El sabor que el tomate le confiere a la ensalada es excepcional.

 

 




01276 La Tortilla Paisana

 SUAVE, JUGOSA Y DELICIOSA


Solo el nombre ostenta una buena carta de presentación: tortilla y paisana. Suena bien y sabe mejor. Ya se ha dicho en este caleidoscopio vital, que una de las muchas bondades de la tortilla es su versatilidad y fácil elaboración. No he pensado mucho al respecto, tampoco hay mucho que pensar, pero me da la impresión que la tortilla es capaz de envolver todo lo que se nos ocurra sin temor a equivocarnos.

Un ejemplo fácil es la tortilla paisana, que no deja de ser una variante más de nuestra clásica tortilla de patatas, y a la que se le añaden verduras y algún embutido. El resultado no es otra cosa que una monumental, atractiva, suave, jugosa y deliciosa tortilla.

No sé con exactitud qué lleva la original o más extendida receta de esta rica tortilla, ya que hay una inmensa variedad de sugerencias. Sí que sé la que más me gusta a mí y que contiene pimiento rojo, pimiento verde, cebolla, calabacín, patata y jamón o chorizo, o chorizo y también jamón. El pecado mortal de esta tortilla es cuando, además, coronas la tortilla, una vez cocinada, con una mayonesa y la gratinas al horno. Así fue como la comí por última vez en casa de mi querida amiga Chus, que nos sorprendió con este inmenso e inolvidable “tortillón”. Solo volver a ver ahora las imágenes me hace salivar.

Ingredientes para 4 personas: 6 huevos, 2 patatas medianas, ½ ristra de chorizo, o unos tacos de jamón al gusto, o sendas posibilidades, 1 pimiento verde, 1 pimiento rojo, ½ calabacín, ½ cebolla, aceite y sal.

Elaboración: Pelar y cortar las patatas en rodajas finas. Freírlas en aceite de oliva a fuego medio y cocinar hasta que se muestren blandas y doradas. Escurrir y reservar. Pochar la cebolla y añadir los pimientos troceados y el calabacín en rodajas. Cocinar durante unos 10 minutos e incorporar el chorizo y/o el jamón cortados a tacos. Cocinar 5 minutos más. Probar el punto de sal. Finalmente añadir las patatas ya fritas, mezclar y remover fuera del fuego. Batir los huevos con un poco de sal. Escurrir el sofrito de verduras y patatas para eliminar el exceso de aceite e incorporarlo a los huevos batidos. Verter la mezcla en una sartén con aceite bien caliente y cuajar la tortilla. Servir. Si se quiere, como he mencionado con anterioridad, se puede hacer una mayonesa espesa y untar la superficie de la tortilla una vez cocinada y gratinarla al horno.

 

 




01275 Flores sin Importancia

 DE ALEGRE COMPAÑÍA


Después de tantos años, sigo sin saber tu nombre. Sé que estás allí. Y si no apareces, espero tu llegada con impaciencia y deseo. Eso es lo que importa; saber que alguien siempre te espera.

Cada año renaces de la aparente nada, para convertirte en alegre compañía de mis soleados días de huerto veraniego. Con toda seguridad, de nacer en otro lugar, sin consideración alguna, desaparecerías junto con las malas hierbas. Pero allí, en ese lugar de cemento y mortero, mientras tu y la naturaleza lo considere, tendrás un lugar de cuidado privilegio. Al fin y a lo postre, como yo, eres una superviviente. Quizás sea esta tu grandeza.

 Ahora no hay nada de ti. Ni siquiera un atisbo de esperanza de que vuelvas a aparecer. Pero no me preocupa. Sé, que cuando el calor te busque, volverás a revivir y me regalarás tu compañía en los soleados días de huerto. Y te miraré una y cien veces, para ensalzar tu floreada humildad sin importancia.



lunes, 26 de febrero de 2024

01274 El Bonito Frito en Escabeche

 DE TRADICIÓN


Solo lo como dos veces al año, en Nochebuena y Navidad. Forma parte del más que tradicional menú navideño que prepara mi cuñado Jesús. El bonito frito en escabeche va acompañado de unos pimientos asados del piquillo y forman una pareja ideal.

Me encanta y podría tomarlo en cualquier momento del año. Pero no, prefiero mantener esta sencilla tradición y apreciarlo en estas dos fechas tan señaladas.

                                                                                    Soy hombre de tradiciones tanto en la mesa como fuera de ella, y aunque reconozco que hoy en día cuesta mantenerlas, por lo menos lo intento. Cada uno tenemos nuestras manías. Esta combinación a modo de entrante, se ha convertido en las últimas décadas de mi vida, con todos los honores, en uno de los sabores de mi Navidad, como en otro tiempo lo fueron los langostinos a la americana, el cardo, los entremeses con huevo hilado, el besugo al horno o el pollo relleno.

Cuando veo en la mesa el bonito frito en escabeche, siempre digo lo mismo: un año más y Dios quiera que por muchos más.



                                                                                     

                                                                                    






01273 Las Berenjenas Fritas con Miel

INOLVIDABLE CONTRASTE DE SABORES


Las berenjenas fritas con miel es uno de los sabores gastronómicos que me traje de mi viaje a la deliciosa, monumental, atractiva y no sé cuántos adjetivos más, ciudad de Granada. ¡Qué pasada de localidad!

El caso es que en uno de los muchos aperitivos que nos ofrecieron durante nuestra estancia, nos dieron a degustar unas berenjenas fritas con miel de caña. Ya iba sobre aviso y era conocedor de lo típico que era en esta ciudad este plato. Dada mi afición a la berenjena, tenía que gustarme sí o también. La incógnita era averiguar hasta qué punto. Y puedo decir que fue de sobresaliente. Había probado la berenjena de un buen número de facturas, pero nunca así, y me pareció todo un acierto. El contraste de sabores es digno de mención y comerlas un auténtico placer. Tanto me gustaron, que no tardé en hacerme con una receta para prepararlas en casa a nuestro regreso.

Según pude leer, esta receta es de origen árabe y muy típica en Granada, Córdoba, Málaga, Jaén y prácticamente en toda Andalucía. El secreto de este cocinado, a tenor de los entendidos, es conseguir una textura crujiente por fuera, como sabrosa por dentro. La forma de presentación habitual es en bastones o en ruedas. Las probé de sendas maneras, las dos excepcionales, si bien, me hicieron más tilín en bastones. Más fácil y entretenido de comer.

En síntesis, un plato para compartir, disfrutar y de grato recuerdo.

Cuando me interesé por la receta, me hice con varias. Cada una tenía su peculiaridad. Finalmente, me decanté por la que a continuación comparto y cuya autoría es de Damián Serrano y su blog Bon Viveur, al que sigo con asiduidad.

Ingredientes para 2 personas: 1 berenjena grande, miel de flores o miel de caña, cerveza, leche o agua con gas, harina de trigo fina para enharinar, aceite para freír y sal.

Elaboración: Lo primero de todo es lavar muy bien o pelar la berenjena, dependiendo si la prefieres preparar con o sin piel. Luego, hay que cortarla en rodajas gruesas y, después, cada rodaja en bastones. Una vez cortada, poner las rodajas en un recipiente y cubrirlas con la cerveza, la leche o el agua con gas. Este remojo es el primero de los consejos para que la berenjena coja menos aceite. Dejarla en remojo una media hora. Si fuera necesario, colocar un poco de peso encima para que quede completamente sumergida en el líquido. Escurrir la berenjena. Sazonar con sal. Enharinar los bastones y eliminar el exceso de harina. Una manera fácil de realizar este enharinado es colocando un puñado de bastones en un recipiente con tapa junto con una cucharada de harina. Cerrar muy bien y agitar para que queden enharinados. Calentar el aceite para freír. La temperatura ideal para esta fritura está entre los 170 ºC-180 ºC, sin que el aceite llegue a humear. Si tienes una freidora eléctrica o un termómetro de cocina este paso es bastante fácil ya que podemos medir esa temperatura. Para comprobarlo en la sartén, puedes ayudarte friendo un trocito de pan. Si se queda abajo, el aceite está frío. Si se queda arriba y se dora muy rápido, el aceite estaba demasiado caliente. Lo ideal es que baje e inmediatamente suba. Cuando el aceite esté a temperatura, freír la berenjena por tandas unos 3 o 4 minutos, hasta que se doren los bastones. No hay que sobrecargar la fritura para que mantenga la temperatura. Si echamos mucho a la vez, el aceite se va a enfriar, la berenjena va a tardar más en freírse y, durante ese tiempo, va a ir absorbiendo cada vez más y más aceite. Conforme se van sacando los bastones de berenjena de la sartén, se van dejando reposar sobre papel de cocina para retirarles el exceso de aceite. Por último, salar ligeramente, colocar en el plato de servir y repartir una o dos cucharadas de miel por encima. Se puede acompañar con un poco más de miel por si cada comensal desea completar con un poco más.

 

 

 

 

 




domingo, 25 de febrero de 2024

01272 No Me Amueles

 NO ME FASTIDIES


Soy muy amigo de nuestro "sabio" refranero, así como de las populares y curiosas frases hechas. Una de ellas es la que traigo a colación en esta ocasión. Una frase que empleaba muy a menudo tanto mi madre como su hermana Blanca, que se me quedó grabada a fuego,  y que no es otra que la de "No me amueles". Frase que viene a significar, "no me fastidies". 

Hacía tiempo que no la pronunciaba. Habitualmente utilizo otra frase más soez y que obviaré. Hace unos días, a raíz de un divertido hecho que me sucedió, salió de mi boca como un resorte.

Me encontraba sentado, de espera, a las puertas de una residencia de mayores, cuando apareció un hombre de mediana edad junto a un pequeño y saltarín perro. Mientras el hombre, de mediana edad, se adentraba en la residencia, el can correteaba de un lado a otro de forma ágil y alegre. A los pocos minutos volvió a aparecer el citado individuo junto, en esta ocasión, a una señora mayor, ayudada de un andador. El perrito, nada más verla, acudió a saludarle y a mostrarle su afecto. Les perdí de vista y seguí de espera.

Al cuarto de hora, más o menos, volvieron a aparecer. Mientras el hombre y la señora se introducían de nuevo en la residencia, el can, en un visto y no visto, se subió a mis rodillas como si me conociera de toda la vida. Empecé a acariciarle para hacerle la espera de su dueño más placentera. Así estuvimos durante una media hora, que volvió a aparecer su dueño por la puerta del centro residencial. El cariñoso perrito, nada más verle, abandonó su improvisada zona de confort, para reunirse con su amo.

Mi desconocido personaje me dirigió un escueto buenos días y se dispuso a abandonar el recinto. No daría ni dos pasos que se volvió hacia mí y me dijo, pensando que yo era un residente más: ¿No entra ya a comer? Yo no sabía qué decir ni dónde meterme. Y fue en ese instante cuando me vino a mi cabeza la frase de "no me amueles", que pronuncié, seguida de un "de momento estoy de visita. Todo se andará".

Al día siguiente, me corté el pelo y rasuré mi frondosa y blanca barba. 


viernes, 23 de febrero de 2024

01271 Las Gildas

 DEL BAR NEGRESCO DE BILBAO


Mi gusto por esta popular tapa, ya ha quedado latente en este caleidoscopio vital en las entradas números 00608 y 00924. Pero las gildas que traigo hasta aquí en esta ocasión, tienen algo muy, muy especial.

Me refiero a las gildas del bar Negresco, ubicado en la Plaza Nueva de Bilbao. Podría hablar de la excelente oferta de pintxos variados de la que se puede disfrutar en este establecimiento hostelero, de su tortilla de patata, de su berenjena rellena de zancarrón, de sus callos o de sus mejillones con tomate, por poner algunos ejemplos. Pero no, a estas diez mil cosas que me gustan, quiero traer sus gildas. Además de estar deliciosas, lo acredita el hecho de haber ganado el Concurso de Gildas en el Casco Viejo bilbaíno, dos años consecutivos, tienen para mí, apego y nostalgia de días felices.

Acudir simplemente a la Plaza Nueva bilbaína, es ya todo un aliciente, -su historia, el ambiente que se respira, el carácter del lugar-, pero si lo haces en grata y querida compañía para, además, degustar y disfrutar de unas gildas en el Negresco, es un pequeño gran placer difícil de olvidar.

Inevitablemente, hablar de las cosas que me gustan de Bilbao en este caleidoscopio vital, es mentar a mi siempre y permanentemente recordado hermano Antonio. Compartíamos afición, entre otras muchas, por las gildas y por la Plaza Nueva. Así, que, cuando íbamos a visitarle, y conocedor él de lo que me gustaban la Plaza Nueva y las gildas, para complacerme, siempre encontraba un momento para acudir y agasajarnos con unas gildas del Negresco, y empaparnos del amable y cordial ambiente que allí se respira.

En las horas punta, aperitivo y anochecer, que era cuando acudíamos habitualmente a este emblemático lugar bilbaíno, estaba a rebosar. Pero curiosamente, la espera para hacernos con unas gildas no era larga. Antonio tenía muchas habilidades, sobre todo sociales. Y en un visto y no visto, a pesar de las aglomeraciones que pudiera haber, se presentaba con unos zuritos y unas gildas. Un auténtico trofeo. Yo, que soy muy dado a detener el tiempo, este momento era uno de ellos. Gustábamos con deleite de las gildas y de la estancia, entre sonrisas, aúpas y algún que otro canto de los improvisados chiquiteros. Y me sentía feliz.

No hace mucho regresé al Negresco, ya sin Antonio. Y no fue lo mismo. Nada desde su ausencia es lo mismo. Pero algo en mi interior me decía que intentara disfrutar de ese feliz instante como antes. Me costó hacerme con unas gildas, pero al final lo conseguí. Y una voz me decía, “disfruta gigante, disfruta”. Y siguiendo tu mandato, así lo hice, Antonio. Las gildas, en tu recuerdo, como siempre, espectaculares. 




miércoles, 21 de febrero de 2024

01270 El Chorizo a la Brasa

 PARA RECIBIR AL AÑO NUEVO EN FAMILIA


Una mañana limpia y soleada
recibe a un nuevo Año, bisiesto.
Nada extraño,
pues sucede cada cuatro años.

Sueño y legaña van de la mano,
para afrontar,
no sin cierto desgano,
la jornada que acabo de mentar.

Alguna tibia sonrisa
                                   y vagos gestos.
                                   Todo sin prisa,
                                   pues no hay aprestos.

                                   De la cercana barbacoa llega un olor.
                                   Es profundo, familiar y cautivador.
                                   Huele a antiguo y evocador,
                                   y parece que hiciera las veces de un despertador.

                                   Las almas, hasta ahora, ausentes
                                   husmean ya aires diferentes.
                                   Crepitar de leña, que luego serán brasas,
                                   donde cocinar sabrosas viandas grasas.

                                   Mientras en la parrilla reposa un redondo manjar, 
                                   las miradas declinan el verbo regocijar.
                                   Ya huele a braseada carne pimentada y embutida.
                                   Ya se ve vida tras una larga noche de despedida.

Sobre hogazas de pan teñidas de rojo color,
se disponen pequeños bocados del preciado sabor.
¡Trae un vaso de vino!, que no es competidor,
y brindemos por un buen año lleno de esplendor.

Y así, entre risas y alboroto,
el chorizo va cayendo una tras otro.
Alabanzas y vítores para tan humilde yantar
y que el año termine como este iniciar.


Para mi sobrino Miguel Artazos, alma y unión de nuestras reuniones familiares de fin de año.

Enciso, 1 de enero de 2024








                                    
                                                                                     
                                                                                     
                                   
                                   
                                   

                                   
                                   
                                   
                                   
                                   
                                                                                    
                                                                                    







viernes, 16 de febrero de 2024

01269 Los Pastissets

 MANTENIENDO LA TRADICIÓN


Crujientes por fuera y jugosos por dentro, así son los pastissets o pastelitos, que forman parte de la tradición gastronómica de la atractiva localidad castellonense de Peñíscola. Y ya que hablamos de tradición, tradición es en mi familia, que cuando regresamos de algún viaje, por corto que sea, nos acordemos de quien no pudo venir y le traigamos un pequeño detalle en forma de dulce.

Una tradición que mi pequeña Jara mantiene a rajatabla, ahora que tiene posibles. No hay viaje que realice con sus amigos, que a su regreso a casa, no se presente con alguna delicia que llevarnos a la boca. Uno de sus últimos viajes, tuvo como destino la siempre atractiva localidad de Peñíscola, y a su regreso nos obsequió con una caja de pastissets. Yo desconocía la existencia de estos pastelitos. Jara nos informó de que ella tampoco los había probado, pero que preguntó el último día de su estancia en Peñíscola sobre algo tradicional que llevar a casa y le recomendaron que se hiciera con unos pastissets, que gustan a todo el mundo.

Y así fue cómo conocí los pastissets, unos pastelitos en forma de empanadillas, rellenas de calabaza y rebozadas en azúcar. Por fuera son crujientes, con una masa a base de harina, aceite, azúcar, almendra molida, limón, moscatel y anís, que envuelven un relleno de confitura de calabaza o lo que es lo mismo, cabello de ángel, con un toque de canela.

Y nos gustaron, ya lo creo que nos gustaron. Prueba de ello es, que acabamos con todos los que contenía la caja en una sentada. Pero lo que más me entusiasmo y me sigue fascinando, es que Jara siga manteniendo nuestra pequeña tradición y su recuerdo para quienes esperan su feliz regreso a casa.  





01268 Verde Vida

 QUE EL TIEMPO APREMIA


Anhelo tu verde en mi paisaje,
tu semblante erguido y placentero.
Armonía sutil de un lenguaje,
pronunciado con tesón y esmero.

Verde vida de largo linaje,
resucita mi mirar de arquero,
que el tiempo apremia, ya sin equipaje,
tu verdad de leal compañero.


jueves, 15 de febrero de 2024

01267 Los Taralli

 ENGANCHE TOTAL


Despejad la cocina que vamos a hacer unos taralli. Me encantan los taralli italianos y sobre todo, me divierte elaborarlos en casa. Los probé por primera vez no hace muchos años y desde entonces, siempre ha habido en nuestra despensa. O los compramos o los preparamos en casa. Si se trata de la segunda opción, hay que echarle ganas, tiempo, paciencia y que nada entorpezca en la cocina. Y es que tienen su aquel.

Los taralli italianos son como nuestros picos de pan o regañas andaluzas, pero más tiernos y, para mi gusto, más sabrosos, dadas las posibilidades que admite a la hora de elaborarlos. Aunque la base para su elaboración es similar (harina, aceite y vino), se personalizan de cientos de formas, según su autor o de la región italiana de donde procedan. En Italia se acostumbra a tomarlos para acompañar un vino, un queso o unos embutidos. A mí, sin acompañamiento alguno, me parecen una delicia y, sobre todo, si tienen un toque picante.

La receta que ponemos en práctica en casa se conoce como “taralli a la pizaaiola”, que además de los tres ingredientes mencionados con anterioridad, contienen tomate, guindillas o cayenas y orégano. Son una pasada de buenos y un auténtico vicio comerlos. Son de esos caprichos alimenticios que sabes cuándo empiezas, pero nunca encuentras el momento de acabar. Cuando me dispongo a comerlos y llevo un rato dándole al taralli, digo, el último. Pero no, no es posible. Así, que me curo en salud y ahora siempre digo, el penúltimo. Un horror lo enganchado que estoy al taralli.

Me voy a atrever a dar un consejo, yo que no acostumbro a dar. Si llegas a leer estas líneas y finalmente te decides a elaborar unos taralli, no escatimes en hacer una buena cantidad, para luego no tener que arrepentirte. Lo digo por experiencia. Una vez que te pones…

Ingredientes: Para 500 gramos de sémola de trigo, 160 gramos de vino blanco seco, 120 gramos de aceite de oliva virgen extra, 10 gramos de sal, 2 cucharadas de concentrado de tomate, guindilla o cayenas al gusto y una cucharada de orégano.

Elaboración: Introducir en un bol todos los ingredientes por este orden: harina, vino, aceite, sal, salsa de tomate, orégano y la guindillas o cayenas desmenuzadas. Remover y amasar hasta obtener una masa homogénea y elástica. Envolver la masa en papel film transparente y dejar reposar en el frigorífico durante unos 30 minutos. Volver a amasar. Cortar pequeñas porciones de masa y con las palmas de las manos, obtener churros alargados del grosor del dedo meñique. Obtenido el churro, coger trocitos de entre diez y quince centímetros y enrollar la masa sobre sí misma, dejando un agujero en el medio. Acabada la masa, llenar una olla con abundante agua y echar un puñado de sal. Llevar a ebullición y echar los taralli en tandas, no demasiados a la vez. Remover suavemente con una espumadera de abajo hacia arriba y sacarlos del agua una vez que suban a la superficie. Colocar los taralli sobre un paño de cocina, bien distanciados entre ellos, y dejar secar un par de horas, dándoles la vuelta cuando lleven sesenta minutos secándose. Colocar los taralli en una bandeja de horno, también bien separados, e introducir en el horno precalentado a 170 grados centígrados durante unos 40 minutos o hasta ver que queden dorados. Antes de sacarlos definitivamente del horno, probar uno para comprobar que haya quedado crujiente. Dejar enfriar y guardar en un bote o caja metálica.

 










miércoles, 14 de febrero de 2024

01266 La Tortilla Que Mira al Mar

 LA TORTILLA DE LAS BRISAS Y DE LAS OLAS


Llegamos con hambre tras el viaje. Era tarde para sentarnos a comer. Y teníamos cosquillas en el estómago. Se nos antojó entonces un pincho de tortilla de patata. Decidimos ir a una terraza frente al mar. Allí, seguro que tienen tortilla de patata. Pero no, se había acabado. La tortilla y casi todo lo demás. En una esquina de la barra del bar asomaba algo comestible. En la distancia tenía aspecto de tortilla de algo. No preguntamos de qué era. Simplemente, pedimos unas raciones de "aquello".

Ya, sentados en la terraza frente al mar y con un día espectacular sobre nosotros, diseccionamos la ración. ¡Qué cosa más deliciosa! Se trataba de una tortilla de patata, a medio cuajar el huevo, bañada con una mayonesa de ajo, y coronada con unos diminutos tacos de jamón serrano. Una tortilla que se deshacía en la boca y plena de sabor.

Mientras la vista se regodeaba con un paisaje de verde mar y los oídos se congraciaban con el silencio, el gusto se relamía con la exquisitez de cada bocado de tortilla. Tanto nos gustó y tan grato recuerdo nos dejó, que en días venideros acudimos a esa terraza, ya no solo a tomar una tortilla de patata y otros manjares, sino también, esa tortilla que bautizamos como "la tortilla que mira al mar". 

Tortilla degustada y disfrutada en el Surf Café Somo (Cantabria)


01265 Mi Poema

 "EL IDEAL"


Muchos son los poemas que me han venido acompañando a lo largo de mi vida, nacidos de las sensaciones, vivencias y sentimientos de poetas como Neruda, Pessoa, Juan Ramón Jiménez, Alberti, Gerardo Diego, Bécquer, Gloria Fuertes, Kavafis, Walt Whitman, García Lorca o Antonio Machado, entre otros. Llegaron en distintos momentos de mi trayectoria vital e incluso alguno de ellos, no con poco esfuerzo, dada mi escasa capacidad retentiva, llegué a aprendérmelos de memoria. Cada uno tuvo su impronta en su momento. Pero hubo uno que descubrí en mi adolescencia a través de la antología sobre "Las mil mejores poesías de la lengua castellana". Se trata de la antología más divulgada de la poesía en lengua castellana y fue publicada por primera vez en su propia editorial por Juan Bautista Bergua. La selección corrió a cargo de intelectuales y poetas del 27, quienes propusieron los mil mejores poemas desde los orígenes de la métrica castellana y casi diez siglos de poesía. Este libro, junto con otros libros de poesía, ha sido mi libro poético de cabecera. Fue en él, dónde encontré un poema anónimo que me marcaría para toda la vida y convertirse así, en mi norte y guía. Su título, "El Ideal", para mí, un ejemplo de vida, además de deleite y belleza poética. Es el momento de traerlo hasta este caleidoscopio vital.

Una casa y no más; blanca y sencilla,

lejos del mundo y de los hombres vanos.

Un huerto en que frutezca la semilla

por la virtud humilde de mis manos

y del sudor labriego de mi frente. 

Una vida sin odios cortesanos

ni incertidumbre del placer presente,

ni angustias mensajeras del mañana,

ni envidias, donde el mal abre su fuente.

Una vivienda pobre y aldeana,

cerca del bosque, y que del mar, amigo

de mi risa infantil, no esté lejana.

En su quietud, a solas, sin testigo,

he de labrar el alma como el huerto,

del vendaval poniéndome el abrigo.

Mi brazo en la labranza se hará experto.

Aguzaré del alma las pupilas

cuando en negrura el orbe esté cubierto

y las obras de Dios yazgan tranquilas.

Gustaré, de la amada biblioteca

la fruta idónea, entre apretadas filas,

cuyo zumo ni se agria ni se seca.

El alma vestiré de recio lino

que la historia hubo hilado con su rueca. 

Y acaso, cuando el gallo matutino

a medianoche el aquelarre ahuyente, 

iré a besar con amoroso tino

el rostro sonrosado y sonriente

del infante gentil que hayamos hecho

en instantes de amor, puro y ardiente. 

Después reclinaré sobre tu pecho

mi cabeza cansada y cavilosa; 

y será un paraíso nuestro lecho.

Al otro día, entre la luz brumosa, 

veremos en las flores el rocío,

y la tierra estará como una rosa

recién nacida. Yo diré: Dios mío,

que no nos huya nunca tanto bien.

Y al yo besarte, me dirás. Amén.




martes, 13 de febrero de 2024

01264 El Pollo Agridulce al Estilo Chino

 CURIOSO SABOR


Vuelve la cocina china hasta este caleidoscopio vital. Y lo hace a través de uno de los platos más típicos de la cocina de ese país: el pollo agridulce. Un plato lleno de sabores y matices, además de curioso. Creo que cuando he visitado un restaurante chino, siempre, siempre, ha formado parte del menú. A mí, me encanta.

Se trata de un plato de origen cantonés, cuya cocina es la más conocida y popular fuera de China. En esta cocina no se acostumbra a utilizar picantes ni especias muy llamativas como otros estilos de cocina oriental y sus preparaciones, en líneas generales, son sencillas.

En el caso que me ocupa en esta ocasión, el pollo agridulce al estilo chino, cumple las líneas argumentales de lo citado con anterioridad. Si bien es cierto que, tal y como sucede con la gran mayoría de las recetas, cada restaurante y cada hogar lo hace a su manera. La receta que a continuación comparto está sacada de un libro de recetas de comida asiática que compré hace muchos años y que me ha deparado grandes momentos gastronómicos. Es de las recetas que yo denomino cariñosamente, “receta follón”, por la cantidad de ingredientes con los que hay que contar. Pero vamos, que tan poco es para tanto. Solo hay que seguir al pie de la letra la receta y disfrutar de su agridulce resultado.

Ingredientes para 6 personas: 1 kilo de pechugas de pollo, 2 dientes de ajo, 10 gramos de jengibre, 250 gramos de piña, 1 cebolla, 1 pimiento morrón rojo, 1 pimiento morrón verde, 1 zanahoria, 80 gramos de salsa de tomate kétchup, 150 ml de agua, 4 cucharadas soperas de salsa de soja, 4 cucharadas soperas de vinagre de arroz, 10 ml de vino de arroz, 4 cucharadas soperas de azúcar moreno, 4 cucharadas soperas de aceite de girasol, huevo y maicena.

Elaboración: Cortar la pechuga a dados y poner a marinar con 1 huevo, 2 cucharadas de salsa de soja y 10 ml de vino de arroz. Mezclar y dejar reposar en la nevera unos 30 minutos. Transcurrido este tiempo, sacar el pollo del frigorífico, rebozar en maicena y freír en aceite de girasol. Reservar. A continuación, preparar la salsa agridulce. Para ello, poner en un cazo el agua, la salsa de soja, el vinagre de arroz, el tomate kétchup y el azúcar moreno. Mezclar y poner el cazo a fuego medio. Cuando empiece a hervir, mantener el hervor durante unos tres minutos, hasta ver que la salsa reduce y queda algo espesa. Retirar del fuego y reservar. Cortar la cebolla, los pimientos y la zanahoria en cuadrados y a ser posible del mismo tamaño. Reservar. Picar muy fino el ajo y el jengibre y cortar la piña en triángulos. Sofreír el ajo y el jengibre, y añadir la cebolla, los pimientos y la zanahoria. Mezclar y saltear a fuego alto durante un par de minutos. Añadir la piña, mezclar y saltear durante un par de minutos. Añadir la salsa agridulce y cocinar un par de minutos más. Incorporar el pollo, mezclar y cocinar durante un minuto. Servir.

 




01263 No Sobra Nada

 SIEMPRE HAY UN ALMA NECESITADA


Llegaron atraídas por unas migajas,
que alguien descuidó
sin saber que eran alhajas.

No sobra nada.
Todo hace falta.
Siempre hay un alma necesitada.





lunes, 12 de febrero de 2024

01262 Las Navajas con Salsa de Aceite, Ajo y Perejil

 AJOPEREJIL


Para mis humildes entendederas, el ajoperejil es una de las salsas que más capacidad tiene de realzar el sabor de muchos de los platos que cocinamos a diario. Se elabora en un visto y no visto, es un buen acompañante y se atreve con todo.

Los puristas de los sabores de los alimentos en su más estricta esencia, pensarán que estoy diciendo una barbaridad. Y puede que así sea, pero a mí, aunque sea de vez en cuando, me encanta incorporarlo, en su justa medida, a según qué alimentos.

En esta ocasión, las "agraciadas" han sido unas navajas a la plancha. Habitualmente, cuando las consumo, lo hago sin acompañamiento alguno. Ni tan siquiera con el consabido limón. Tal cual, salidas de la plancha. Tenía mis dudas al respecto, pues igual el ajoperejil les comía todo el sabor. Pero no, no ha sido así. Se han complementado bien y el resultado ha sido excepcional. 

De vez en cuando, me gusta transgredir las normas sin hacer daño a nadie, por supuesto. Y en este caso, ha sido todo un placer. Repetiré.



01261 La Cataplana Portuguesa

SEÑA DE IDENTIDAD GASTRONÍMICA DE "EL ALGARVE"


Recreándome con las fotografías de uno de mis viajes a las siempre apetecibles tierras portuguesas, me he topado con la primera cataplana de arroz con pescado que probé en el Algarve. La cataplana es uno de los símbolos de esta tierra portuguesa; una cazuela muy llamativa y peculiar, de forma esférica, en la que se disponen todos los ingredientes que se van a cocinar.

Según he podido leer, apenas existe documentación escrita sobre los orígenes de este utensilio de cocina. No obstante, el gastrónomo portugués Virgilio Gomes apunta que en el siglo XVI se la conocía como “conserverira” o conservera y que se puede apreciar en una ilustración en un libro publicado en 1570, “Opera dell´arte del cucinare, de Bartolomeo Scappi, cocinero del Papa Pío V.

La cataplana no es solo un utensilio de cocina, sino también las elaboraciones que propicia. Al decir de los estudiosos, los artesanos portugueses descubrieron en esta pieza las peculiaridades de una confección a baja temperatura y una lenta cocción con resultados sorprendentes. “Lo idearon mediante la unión de dos marmitas de metal noble que se cerraban como un lacre para garantizar un excelente sabor y la preservación de los aromas”. Primero utilizaron el zinc como material base, para posteriormente elaborarlas en cobre, que es como se conocen en la actualidad.

Pero la cataplana, como he mencionado con anterioridad, no es solo el nombre de un utensilio de cocina hecho de cobre, con forma de concha, sino también, el apelativo de los sabrosos platos que se preparan en él. La variedad de propuestas es innumerable: arroces, en toda su extensión y expresión, almejas, carnes, pescados… Es tal el protagonismo que tiene este utensilio en el Algarve portugués que, en junio, en la localidad de Castro Marim, se organiza la Fiesta de la Cataplana.

De aquella primera cataplana de arroz y pescado, y que tanto interés tenía en probar, recuerdo dos cosas: su extraordinario sabor y que me puse las botas, tanto, que antes de sentarme al volante de nuevo, tuve que darme un buen paseo. Y es que me pasé comiendo veinte pueblos. La susodicha cataplana llevaba mucho cilantro, planta que no es del agrado de Gloria. Así, que por no dejar más de media cataplana, me la fui comiendo casi hasta reventar. Quizás, si que es cierto, que sabía excesivamente a cilantro y que se apoderaba del sabor a pescado. Pero bueno, a mí no me desagradó. También es cierto que las degusté mejor en ocasiones futuras.

Aunque no he hecho nunca en casa una cataplana, lo que le falta a nuestra cocina doméstica, otro utensilio más para sacarnos definitivamente de casa, comparto una receta de la Escuela de Turismo y Hostelería de Lisboa.

Ingredientes: 1 kilo de mezcla de pescados (raya, rape, cazón…), 400 gramos de almejas, 300 gramos de gambas, una cebolla, 6 patatas, un pimiento verde, un pimiento rojo, 2 tomates, 20 gramos de pulpa de tomate, 5 gramos de pimentón dulce, 2 dientes de ajo, 50 ml de aceite de oliva, una hoja de laurel, perejil, hierbabuena, sal, pimienta y 100 ml de vino blanco.

Elaboración: Cortar el pescado en cubos de un tamaño similar. Cortar las cebollas en medias lunas, las patatas y los tomates en rodajas, los pimientos en juliana y los dientes de ajo en rodajas gruesas. Para preparar la cataplana, colocar en la base un generoso hilo de aceite de oliva, seguido de la cebolla, los ajos, la hoja de laurel, los tomates, los pimientos y las patatas. Todo en capas. Agregar un poco de pulpa de tomate y repetir el proceso. Sazonar con sal y pimienta, un poco de pulpa de tomate y pimentón dulce. Colocar el pescado sobre la última capa y sobre ésta, las almejas y las gambas. Rociar con el vino blanco y un chorro de aceite de oliva. Tapar y dejar cocinar a fuego medio bajo durante 30 minutos. Servir con hierbas frescas picadas.