martes, 11 de julio de 2017

00513 El Patio del Museo Provincial

DE HUESCA


Aquí me siento bien, a gusto. No me preguntéis el por qué. Simplemente me encuentro en paz y relajado. Me gusta el sitio, su composición, su estética, el silencio del que se alimenta el aire, sólo amablemente interrumpido por el cantar de algunas pequeñas aves que en su descuidado vuelo alparcean el enclave.

Creo que todos tenemos un espacio en el lugar en el que habitamos, que sin saber bien el por qué, en momentos de desánimo y debilidad, nos hace una llamada. Este es uno de mis auxilios en Huesca, junto a otros enclaves que supongo irán apareciendo en este caleidoscopio vital.

Adentrarme en este recogido y singular escenario me reconforta. No sé si es la luz, el pausado caminar entre los arcos que lo circundan, su coqueta y callada fuente, su especial color..., el caso es que siempre que acudo hasta aquí, me impregno de una necesitada serenidad. El escenario, como pocos, consigue aislarme de cualquier tropiezo o sufrimiento. No digo nada, tampoco pienso, sólo me dejo llevar por su empedrado y rojizas baldosas. Me paro y miro. Y vuelvo a emprender mi acotado camino. Ni siquiera me percato de que este espacio fue Universidad Sertoriana y Palacio de los Reyes de Aragón. Tampoco tengo en cuenta que con tan solo cruzar una puerta puedo admirar magníficas colecciones de arqueología y artísticas. Sólo quiero mirar, pasear y escuchar un silencio que me parece un regalo.





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