lunes, 17 de julio de 2017

00518 El Niño Que Llevamos Dentro

LA VIDA DESDE OTRA PERSPECTIVA



No me avergüenza sacar al niño que todavía llevo dentro. Sería como si una parte de mí dejara de vivir. Me gusta que ese niño se siga haciendo preguntas y que continúe soñando sin prejuicios desde la confianza. Hay quien considera que sacar al niño que llevamos dentro es un síntoma de inmadurez. Yo, sin entrar en discusión alguna, ya queda dicho que no me gusta discutir, hago observar que simplemente se trata de dar la oportunidad de apreciar la vida desde una perspectiva más abierta.

Sí, me gusta sacar al niño que todavía llevo dentro y recordar las bondades de esa etapa tan llena de espontaneidad y felicidad que nunca deberíamos olvidar. Creo que en ocasiones hasta se hace de urgente necesidad su llamada y reencuentro para dar un respiro a tan áspera realidad.

Me reafirmo en lo dicho viendo estas imágenes que hace escasas semanas capturé para mi colección. Las tomé de un escaparate del que ni siquiera llegué a interesarme por su mercadería interior. Me llamaron la atención el colorido y la fantasía que en mí despertó un palacio hecho de caramelo. A mí, que no doy un paso por lo dulce y menos por el azúcar de sabores. Pero con todo, algo había que me dejó prendado por unos instantes. Lo que hubiese dado por ver mi cara ante tan simpática y dulce obra de arte. Quiero pensar que fue el niño que llevo dentro quien me dijo, "eh! para, quédate aquí, déjame que pasee por el palacio encantado de luces y azúcar". Y yo, simplemente  le hice caso y le sonreí.

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