PLENO DE EMOCIÓN
Traigo hasta este caleidoscopio vital uno de los platos que en otro tiempo acompañó muchas de mis comidas y que me parecía un lujo. Me remonto a mi época universitaria en Bilbao y a las comidas que hacía indistintamente mi hermano Antonio o su suegra Sara, que como buena “ama” vasca, tenía muy buena mano en la cocina. Es un plato de tradición, con muy pocos ingredientes, pero pleno de sabor. Se trata del bonito con tomate.
Hacía tiempo que no lo probaba. Recientemente tuve la
oportunidad de volver a recuperar su gusto y me siguió pareciendo algo
delicioso. Un sabor fácilmente reconocible y pleno de emociones.
Como digo, tan solo se necesitan unos buenos tacos de bonito
del norte frescos, cebolla, tomate, pimiento verde, unos dientes de ajo,
laurel, sal y aceite de oliva. El único cuidado que hay que tener es que el
bonito no se reseque y mejor prepararlo de un día para otro. O por lo menos,
así lo dictan mis entendederas. Para acompañar este cocinado de auténtico
vicio, un buen vino, un buen pan y tira millas. Fue un reencuentro feliz.
Elaboración: Poner un poco de aceite de oliva en una sartén,
salar el bonito y dorarlo a fuego alto durante un minuto por cada lado.
Reservar. Picar muy fino tanto la cebolla como el pimiento. Triturar los
tomates. Majar los ajos en un mortero. Pochar la cebolla en un poco de aceite y
a fuego bajo. Añadir el pimiento hasta que se reblandezca. Incorporar el ajo y
cocinar durante un minuto. Añadir el tomate triturado y la hoja de laurel, y
reducir la salsa a fuego bajo. Sazonar. Incorporar las rodajas de bonito y
cocinar durante un minuto. Apagar el fuego, tapar el recipiente donde se ha
cocinado y dejar que el bonito acabe de cocinarse con el calor. Dejar reposar
el guiso para que gane sabor.
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