miércoles, 31 de julio de 2024

01445 El Azul de Prusia

EL COLOR DEL MAR


Hace dos décadas tuve la feliz idea de "aprender" a pintar. No es que recuerde el año, no me cansaré de repetir que tengo memoria de pez, sino que lo veo todos los días acompañando a la firma del primer cuadro que pinté.

Cuando comencé a asistir a las clases de pintura de mi maestro y amigo Pepe Alvira, y después de insistir en la práctica de las primeras nociones, que por cierto todavía guardo en algún lugar, tenía muy claro que mi primer cuadro tendría que estar protagonizado por el mar. Y no por un mar cualquiera, no. Pintaría el mar que me venía proporcionando tantas horas de felicidad y que se localizaba en la cántabra playa de Somo. Además, con mis pocas aptitudes, tenía que ser de fácil ejecución y muy visual. Así, que con estas premisas, acudí a mis álbumes de fotografías, por aquella época todas las imágenes que tomaba todavía las ordenaba en álbumes, y entre todas las posibles alternativas, elegí una. 

Se trataba de una imagen limpia y serena en un día radiante de sol. Y comencé a pintar. Recuerdo que me encontré muy a gusto mezclando colores y deslizando los pinceles sobre el alargado bastidor. La arena no me supuso problema alguno, al igual que el cielo y el acantilado que se muestra al fondo. Llegado el momento de pintar un tranquilo mar con unas pequeñas olas que llegaban a destino, Pepe me vio mezclar pintura blanca con un azul magenta que venía en la caja de pinturas recién estrenada y me bloqueó delicadamente la mano para decirme que no siguiera. Me explicó que el mar ganaría en expresividad y profundidad si utilizaba el azul de Prusia. Miré en la caja y la decepción vino a buscarme cuando descubrí que no había. Pepe se sonrió y me volvió a explicar que este color no estaba en las cajas de pinturas estándar, sino que había que comprarlo expresamente.

A la siguiente clase acudí con mi pequeño tubo de color azul de Prusia para acabar el cuadro. Y sí, lo terminé y bien orgulloso y pletórico que me fui con él a casa. Era mi primer cuadro, lo había disfrutado desde la primera pincelada a la última y el resultado era el que buscaba: recrear ese lugar que tantas horas de felicidad me había proporcionado. 

Durante muchos años estuvo colgado en el pequeño cuarto de estar de casa. Ahora, me acompaña en mi despacho. Si levanto la vista del ordenador, allí está recordándome que él fue el primero y que con él aprendí que existe un color llamado azul de Prusia, ideal para pintar olas, espumas y mares. Un color que desde entonces siempre me ha acompañado por mi querencia hacia las marinas.

Por cierto, no lo hice en su momento, y por curiosidad lo acabo de mirar ahora. Me he interesado por la historia de este color y tiene su aquel. Así que, por no alargarme más, lo dejaré, a no mucho tardar, para otro día. Solo adelantaré que fue creado gracias a un error y que no es un color cualquiera. Con todo, para mí siempre será el color del mar. 



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