Tengo auténtica debilidad por los alimentos ahumados ya sean carnes, embutidos, quesos o pescados. Me resultan especialmente extraordinarios.
Existen dos tipos de ahumados: fríos y calientes. En caliente se realiza entre 70 y 110 grados centígrados, y cocina a la vez que ahúma los alimentos. El ahumado en frío se obtiene con una temperatura entre 10 y 30 grados y a diferencia del ahumado en caliente, no cocina los alimentos; por ejemplo, el ahumado practicado a determinados quesos.
En torno a los alimentos ahumados hay un buen número de sensaciones, presentaciones y combinaciones que los hacen especialmente atractivos. Necesitan muy poco para que dejen un grato recuerdo. No será la única vez que aparezcan por este blog. En mi caleidoscopio vital también tienen su pequeña historia.
Hoy vienen aquí en forma de ensalada: salmón, bacalao, un variado de lechugas y tomate, y regado sutilmente con unas gotas de aceite de oliva virgen extra y vinagre de Módena. Poco más se puede añadir para un recordado deleite.
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