Dicho de forma burda, hoy me he levantado un tanto zen. Sería que así lo necesitaba. Cero complicaciones, ausencia de abatimientos innecesarios y fuera de mi cabeza interrogantes sin respuesta. Hoy he decidido plantearme un día de mera simplicidad.
He decidido ir al oculista y no me ha dado hora hasta después de Navidades. Ni me he inmutado. Si la última vez en visitarle fue hace tres años, podré esperar dos o tres meses más, a pesar de que veo menos que un "maneki-neko", el insufrible gato chino de la suerte.
A la hora de comer tampoco me he complicado la existencia: Pechugas de pollo a la plancha como pimientos de Padrón. Lo más laborioso y esforzado ha sido contar veinticinco pimientos, es mi número ideal de pequeños y verdes ejemplares como acompañamiento. Podría ahora contar al respecto alguna historia o sucedido tal y como acostumbro. Pero no, no lo voy a hacer. Hoy es un día de simplicidad. Solo diré que pollo y pimientos estaban deliciosos. Así de simple, como este día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario