TRIÁNGULO PERFECTO
Cuando ordené en su día el archivo fotográfico de esas vacaciones, las reservé con la idea de plasmar ese momento en un óleo. Lo tienen todo. Luz, color, reflejos... Imaginé que podría quedar un atractivo y paradisíaco cuadro. Y así quedó la cosa, salvo que las hamacas, las sombrillas y el mar, todavía están esperando a que me decida pintar tan veraniega estampa. Igual ahora, que he vuelto a retomar los pinceles.
De momento, me contentaré con volverlas a ver. Y no es una forma de hablar. Trece años después, me sigue pareciendo un momento dulce, amable e inspirador. Un instante de esos que hay que tener a mano para cuando la realidad se empecina en mostrar su cara menos amable.
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