DEL AZUL AL TURQUESA
Conocí esta playa en nuestro segundo viaje familiar a la
atractiva isla de Cerdeña. Fue en un mes de octubre con un tiempo magnífico,
pero sin intención de echar la toalla y mucho menos bañarnos. Acudimos a la
playa de La Pelosa ante el reclamo de su belleza y su buen número de peculiaridades.
Esta playa se encuentra en el extremo noroeste de Cerdeña,
en Stintino, un pueblo en su origen de pescadores, pero reconvertido en la
actualidad en un atractivo destino turístico. Sus aguas van del azul al
turquesa y la arena de la playa es blanca y muy fina, como granitos de arroz, con
dunas salpicadas de maquis mediterráneo. Dicen que es la mejor playa de Cerdeña.
No seré yo quien lo discuta. El agua, tal y como pude comprobar, está siempre
tranquila “al estar protegida de las mareas y el mistral por una barrera
natural creada por los escollos de Capo Falcone, la isla Piana y las rocas de
Asinara”. El pequeño golfo sobre el que se asoma la playa La Pelosa “es llamado
por los sardos ‘mar de interior’, a diferencia del ‘mar fuera’ de la costa más
occidental expuesta al viento”.
Como he comentado con anterioridad, fuimos a esta playa de
visita. Era octubre y no había problema alguno para visitarla. El problema, por
denominarlo de alguna manera, estriba en la época veraniega, ya que el acceso
está limitado a 1.500 personas por día. También digo, que hay que hacer un
máster si quieres acceder. (Para los suspicaces, lo del máster es una broma).
Las fechas en las que se debe reservar acceso a la playa son
entre el 1 de junio y el 31 de octubre. El resto del año o fuera del horario de
control, de 20 a 08 horas, no es necesario reservar. La reserva es de 4
personas máximo. Se puede reservar un máximo de 31 días consecutivos. La
reserva tiene un precio de 3,5 euros por persona y día. La reserva es obligatoria
para todos los mayores de 12 años. Hay más opciones, pero lo mejor es ir a la
página web https://spiaggialapelosa.it
Estaríamos durante un par de horas sentados en una roca para
contemplar el bello paisaje y francamente, no diré que era como estar en el
paraíso, pero casi.
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