miércoles, 15 de mayo de 2024

01345 Las Sopas de Pan

 UN ANTES Y UN DESPUÉS


En mi infancia y juventud es que no las podía ni ver. Cada vez que mi madre me ponía, habitualmente para cenar, un plato de sopa de pan, la cantidad de arcadas que tenía que disimular. Esta sopa era superior a mis fuerzas. Pero como en mi casa estaba terminantemente prohibido decir "no me gusta", para adentro que iba la sopa y sin rechistar. 

Cuando veía que en la panera se iban acumulando chuscos de pan, sabía que tarde o temprano, acabarían convirtiéndose en sopa. Una sopa, la que hacía mi madre, muy sui géneris. Había días que le añadía tomate frito, que para mí era la menos nauseabunda, otros con cebolla, también más o menos pasable..., pero con la que no podía y me costaba un auténtico sacrificio, era cuando le añadía huevo. Con esta, en alguna ocasión tuve que ir al baño a vomitar. La textura, por aquel entonces, me parecía de lo más desagradable. Eran los tiempos que fueron y la economía doméstica no era muy boyante. 

Nunca me interesé por esta receta, así que no tengo ni idea de cómo la hacía mi madre.

En una ocasión, hace ya algún tiempo de esto, mi hermano Antonio me invitó a comer a  un restaurante que a él le encantaba. Se empeñó en que probara una de las especialidades de la casa, que no era otra cosa que la sopa de pan. Pensé, "tierra, trágame". Por no decepcionarle, acepté, con gran agrado por fuera, pero con toda la preocupación del mundo por dentro. Cuando tuve el plato de sopa delante de mí, comenzaron a llegarme recuerdos de los días anteriormente descritos. No obstante, lo cierto, es que esta sopa, nada tenía que ver con la que yo detestaba. Olía bien, a comida de puchero. Y su aspecto, por lo menos era prometedor. Comencé a tomarla con sumo cuidado y me encantó. El sabor era muy agradable y su ingesta muy ligera. Tanto me entusiasmó, que repetí con un par de cazos más. Nada de arcadas, ni aspavientos, ni el más mínimo rechazo. Estaba excepcional. Desde ese momento, mi relación con la sopa de pan, cambió. Ahora, cuando la hago en casa, me acuerdo de mi madre y de aquellos días, Si bien, nunca supo ella, mi rechazo a esta sopa, aunque creo que lo intuyó.

La receta que comparto es la que pongo en práctica cuando tengo antojo de esta sopa. Es sencilla de elaborar y está rica. No tanto como la de aquel restaurante al que me invitó mi hermano Antonio y donde me congracié con la sopa de pan, pero da la talla.

Ingredientes: Pan seco, 1 cebolla, 4 dientes de ajo, caldo vegetal o de carne, aceite de oliva virgen extra y sal.

Elaboración: Sofreír en una olla con un poco de aceite, la cebolla cortada en juliana y los ajos cortados en láminas. Añadir una taza y media de caldo por persona y el pan seco. Cocer durante unos diez minutos. Retirar del fuego y triturar ligeramente. Servir.


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