viernes, 27 de enero de 2017

00422 El Menú Infantil

APUESTA SEGURA


No será la primera ni la última vez que mi vista, tras leer en un restaurante una aparente carta vacía de contenido y no con pocas sospechas, se ha detenido y recreado en el epígrafe del menú infantil. Habitualmente es una apuesta segura. Mucha dedicación  y despropósitos hay que echarle para que los macarrones, fritos, croquetas, pollo asado o filete con patatas fritas no sea del agrado de los pequeños comensales. Y en casos excepcionales, socorro y auxilio de adultos.

En tan solo una ocasión, si mi memoria lleva bien la cuenta, ante el poco atractivo que ofrecía la carta, viendo los platos y las caras de los comensales que nos rodeaban y amparado en el buen número de chiquillería que nos acompañaba, colé para mí un menú infantil, que por cierto me supo a gloria. Ese día, más de un adulto de mi expedición se hubiese añadido al carro de la gente menuda. No digo nada acerca de la cara de pocos amigos que puso la camarera cuando dijo aquello de "me falta un niño por servir" y observó perpleja que el infante que buscaba era yo y que además portaba barba. No hubo palabras, solo miradas. A la hora de pagar dejé de "propina" los cuatro euros que había de diferencia entre el menú de adulto y el infantil.

En una multitudinaria comida familiar se produjo similar escenario al ya mencionado, salvo que en esa ocasión  fuimos varios los que contemplamos la posibilidad de adherirnos al menú infantil. Tuvimos que abortar la idea y entretenernos con los "engrudos" que nos sirvieron. Eso sí, acabamos con los restos que nuestros retoños fueron dejando en sus platos en su afán y premura por volver a jugar en el parque infantil de los aledaños del restaurante.

Confieso que en más de una ocasión, al margen de lo ya descrito, una voz de niño llama desde mi interior despojada de vergüenza reclamando el susodicho menú infantil.Y yo le digo, tranquilo que todo se andará. Cuando lleguemos a casa.












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