Acabo de ordenar y clasificar las imágenes que recogí en el pasado mes de mayo en nuestro viaje familiar a la hermosa y acogedora ciudad de León, invitado por nuestra amiga y leonesa Ana Aller, y quien sumó en su persona las veces de anfitriona y cicerone. ¡Qué cantidad de cosas que me gustan he podido enumerar! Algunas ya las he mostrado en este caleidoscopio vital. Otras irán apareciendo, según me lo vayan reclamando los sentidos.
Me apetecía traer aquí y ahora una de esas muchas cosas. No acababa por decirme hasta que he recordado el simpático y breve monólogo que mantuve con el gran Antonio Gaudí, sentados en un banco ubicado en frente a una de las tres obras que imaginó y construyó fuera de Cataluña: la Casa Fernández y Andrés, conocida popularmente como Casa de Botines.
La primera visión de este edificio neogótico con influencias propias de Gaudí, me deslumbró tanto por lo inesperado en mi urbano caminar como por su espectacularidad y belleza. La cámara fotográfica me pedía una y otra vez que la acercara a mi ojo. Una fachada, una ventana, un torreón, un pináculo, buhardillas, un contra picado de su faz principal, un detalle, otro y otro más, la recia piedra... Me enganchó el fantástico edificio que por un momento me recordó a una construcción de Exin Castillos.
El edificio, declarado Monumento Histórico en el año 1969, fue construido entre los años 1892 y 1893, y es en la actualidad propiedad de Caja España que lo habilitó para su sede central. Según información que en ese momento recogí, mientras Antonio Gaudí se encontraba terminando la Casa Episcopal de Astorga, Eusebio Güell, amigo y mecenas, le recomendó para que construyera la sede de una empresa textil en el centro de León. Simón Fernández y Mariano Andrés, propietarios de la empresa que antes fuera de Joan Homs y Botinas, de ahí el apodo del edificio, encargaron al arquitecto catalán la construcción de un edificio de viviendas con almacén. Gaudí diseñó un palacio con aire medieval y numerosas características del neogótico que reforzó con cuatro torres cilíndricas rematadas con pínáculos que instaló en cada una de las esquinas.
La construcción se realizó en tan solo diez meses, lo que dio pie a que la población local extendiera rumores sobre la fragilidad del edificio y su posible derrumbamiento. Indignado Gaudí, solicitó un informe técnico para frenar la falta de confianza de los ciudadanos. Los ingenieros no encontraron indicios sobre problemas de estructura, quedando así desmentidos los rumores.
El edificio consta de cuatro pisos, un sótano y un ático: los sótanos para almacenamiento de mercancías de la empresa textil, la planta baja para oficinas, viviendas de los propietarios en el primer piso y el resto de plantas para alquiler.
La entrada principal está coronada por una escultura de piedra de San Jorge, que muestra cómo éste mata un dragón con una lanza. Durante unos trabajos de restauración en el año 1050, los trabajadores descubrieron un tubo de plomo dentro de la escultura en cuyo interior se encontraban planos originales firmados por Gaudí y recortes de prensa de la época.
Sobre el contenido de la perorata que le lancé al afamado arquitecto mientras pensativo tomaba unas notas en un banco, mejor lo dejaré para otra ocasión.
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