Son el premio al final del camino. La recompensa para un fácil conformar. Un ritual en las mañanas de verano de pies inquietos y ánimo subido. Sólo si hay compañía. En solitario me da pena. Con jamón y el mollete untado en tomate, simplemente con aceite y sal, o aceite, sal y tomate. Sientan bien, son bien recibidos, dejan un grato recuerdo para una necesidad de alivio.

Y lo hago en Huelva. Fue allí donde comí por primera vez un mollete. Lo hice al llegar a destino tras mi caminar entre el Nuevo Portil y El Rompido. Poca cosa, unos seis kilómetros aproximadamente. Una excusa veraniega.
En días y años sucesivos, en nuestras vacaciones en Huelva, he seguido uniendo con mis pasos el Nuevo Portil con El Rompido. Me resulta un paseo agradable y gratificante. No siempre hay mollete al llegar a la meta. Sólo cuando voy acompañado de mis sobrinos Juan e Isabel. El mollete, como tantas otras cosas en esta vida, sabe mejor en compañía. Se disfruta más, se digiere mejor con una amable conversación.
Leo que el "mollete" es una pieza de pan de miga blanda de posible origen en los panes ácimos utilizados antiguamente para la misa y de origen hebreo. Es el protagonista, junto con el aceite de oliva, del típico desayuno andaluz (mollete o rebanada de pan con aceite de oliva, sal y en ocasiones tomate y/o ajo). Los hay de diversos tipos: enharinados por fuera, al estilo antiguo, siendo los más afamados los de Antequera en Málaga y los de Puerto Serrano y Algodonales en Cádiz. También son típicos de Espera, en Cádiz, y de Écija, en Sevilla, untados con la también típica "manteca colorá". El mollete es un tipo de pan que cumple perfectamente con la dieta mediterránea ya que es un pan elaborado a partir de ingredientes básicos y ausencia total de grasa. La combinación de mollete y aceite de oliva virgen es beneficioso para la salud ya que aporta hidratos de carbono y ayuda a controlar el colesterol.
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