Es hermoso el día y mi ánimo lo sabe. Fin de semana en familia, de mucha y numerosa familia en torno a un cumpleaños feliz. La imagen testigo del esperado y deseado encuentro, la foto de nuevo en familia, arriba, en un pequeño paraíso de meandros, vistas placenteras, horizonte finito y luz entera. El valle de Aguas Tuertas es su nombre.
De Hecho a la Selva de Oza atravesando el congosto conocido como Boca del Infierno, antesala del recreo de los sentidos. Oza y su Selva nos recibe, nos invita a ser admirada, elogiada, compartida en un día entusiasmado y provisto de armoniosos contrastes. Ya se oyen las primeras historias de campamentos en pantalón corto, los recuerdos en presente en torno a un haya centenaria recia y hermosa, los primeros pasos hacia una meta prometida.
Hayedos, abetos, árboles en comunidad, solitarios, vestidos de por siempre o desnudos por un rato. Comienza la ligera subida entre risas, respiros y algún que otro suspiro. Sí, también se oyen ladridos. Todo es diversión y asombro. De vez en cuando la vista atrás para ver cómo vamos. Hacia adelante también, el paisaje es hermoso, colorista, auténtico, apreciado.
El valle de Guarrinza nos guía por la izquierda. La margen derecha mientras tanto nos entretiene con sus sorpresas. Ahora llego. Ahora voy. Me entretengo con un barranco y sus preciosas piedras.
Empieza a sobrarme todo; la prenda de abrigo, la sudadera y hasta el tabaco. Oigo que dicen que los primeros ya han llegado. Digo por lo bajo, que esperen, que yo aún tengo para un rato. Y mientras esto sucede veo a toda mi gente y me siento aliviado, contento, feliz de estar a su lado.
Estoy casi llegando. Entre las rocas o sigo el camino aunque sea más largo. Pregunto a mis pies, pero sobre todo a mi callo. Me parece oír una insinuación: "por el camino aunque sea un poco más largooooo". Y allá que voy obediente, por el camino llano.
Una verja, unos pocos pasos y el edén, el paraíso permitido. Me he guardado el mayor de los asombros para pagar la enorme bocanada de aire limpio que he recibido al asomarme a la planicie de praderas de Aguas Tuertas. Para agradecer tanta gratuita belleza, tantos reflejos, tanto color, tanta paz estancada y guardada entre la silenciosa vigilia de los farallones.
Un momento de ensueño y mente en blanco. Sólo mirar a lo lejos. Respirar. Dejarse mecer por una luz que todo lo invade, que penetra hasta limar el más nimio pesar. Sólo mirar. Ahora de cerca, examinando palmo a palmo tamaña grandeza. Me cuesta contarlo.
Una llamada de atención. El que no esté ya, no sale en la foto. Un momento, una última distracción, un último provecho. Ya estamos todos? Clik, clik, clik, clik, clik... alguna saldrá bien. El descenso se hace ligero entre risas, confesiones, sin suspiros, y correrías de niños.
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