martes, 23 de febrero de 2016

00236 Camporrotuno

DE PAISAJE Y PAISANAJE

De nuevo regreso al paisaje y al paisanaje. Al pausado y callado devenir de los días. A la imagen amiga de la piedra querida.

Quien sabe de mis andanzas conoce mi querencia hacia la tierra de Sobrarbe. Un territorio del que un día se quedaron prendados mis sentidos. Fue su paisaje, fueron sus gentes, fue el olor a tradición y ventura. Fueron las largas sobremesas donde aprendí a interpretar la esperanza queda. Paréntesis necesitados de palabra, miradas profundas y pasos con los que compartir sendero. 

Durante algunos años el Sobrarbe se convirtió en el destino de la multitudinaria escapada familiar de fin de semana en casa de turismo rural. Cualquier excusa era buena. Un cumpleaños, unas jornadas micológicas, un porque sí o un porque también. El caso era reunirnos, ser piña,  y qué mejor lugar que esta tierra de canto necesitado y entrañable ronda. Sieste, Boltaña, Plan, Laspuña, Aínsa, Guaso, Latorrecilla y Camporrotuno serían las localidades sobrarbenses en las que dejamos nuestras risas y consuelos.

Si mal no recuerdo, Camporrotuno fue nuestra última estancia de los citados y añorados encuentros en familia por esas tierras. Se trata de un pueblo muy pequeño. Antes de que se construyera el embalse de Mediano llegó a superar el centenar de habitantes. Ahora, no creo que supere la veintena de almas. Su núcleo urbano todavía atesora un extraordinario tipismo, con pasadizos abovedados que unen las viviendas entre sí. La mayoría de los edificios se construyeron en el siglo XVI y el resto en el XIX. Sobre el dintel de muchas de las casas se puede ver grabado el año de su origen.

Con anterioridad ya había visitado esta entrañable localidad por varios motivos. La primera ocasión fue para hacer unas fotografías y sumar así un pueblo más en mi empeño por visitar todas y cada una de las localidades de la provincia oscense. En otra ocasión para comer en casa de mi amigo Jesús, de mi época montisonense. También para hacer una fotografía a un enorme olmo centenario a petición no expresa de Iñaki Gabilondo. Por cierto, cuando lo fotografié estaba ya contando sus días. No sé si todavía estará o sólo quedará su vacío.

 Acabo de ver fotografías de Camporrotuno y tengo que confesar que me han trasladado cierta nostalgia al recordar aquellos años y aquellas tierras. Nosotros ya no somos los mismos. Los sentidos sí. Son ellos los que me empujan a vencer la repentina nostalgia,  con el compromiso de volver a acercarles al paisaje y paisanaje de una tierra querida. Alí donde duerme la giganta.




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