ANCLAS ANCLADAS PARA SIEMPRE
En la Praia do Barril, en Tavira, en el Algarve portugués, se encuentra un curioso cementerio de anclas. Un lugar para el recuerdo de una época pretérita en la que los barcos atuneros portugueses surcaban los océanos para llenar sus bodegas de sustentos. Recuerdo a una época en la que los habitantes de Tavira escribían sus pequeña historias a miles de kilómetros de distancia de sus hogares.
Las anclas de los barcos varados por la falta de recursos fueron amontonándose en la playa como algo molesto e intrascendente. Así suele suceder cuando algo ha perdido ya su utilidad. El tiempo y el olvido hacen el resto.
Aunque estas anclas tuvieron más suerte. Los habitantes de la zona se percataron de que este peculiar abandono de pesados hierros llamaban la atención de los visitantes que acudían a la hermosa playa Do Barril y decidieron alinearlas para darles mayor prestancia y mejor acomodo. De esta manera, sobre una extensa duna de suave arena se disponen más de doscientas anclas, aparentemente todas iguales, y en perfecta formación. Miran al mar. A ese mar que un día bien conocieron y al que tantas veces se anclaron a sus fondos para oponerse a sus mareas.
Ahora son sólo privilegiadas espectadoras ancladas por su aplomo. Evocadoras de tiempos no tan remotos que parecen disimular su nostalgia entre el amanecer y la puesta del sol.
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