¡AY, LOS HELADOS!
Creo que ya es suficiente para dejar claro que me chiflan los helados. Pero bueno, una cosa es que me gusten a rabiar y otra, que los consuma a diario. Lo haría si no fuese por ese Pepito Grillo que acostumbramos a tener al lado. Es él quien me tiene controlado. Tanto, que pueden pasar semanas y yo, sin catarlos.
Llevo últimamente tal abstinencia, tal control a mi afición sin pecado, que para más castigo, he mirado al cielo y me ha parecido ver un frío helado blanco.
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