UN TODO TERRENO
Esta planta me ha acompañado, salvo en pequeños lapsus de
tiempo, toda mi vida. Ya no solo en las distintas casas en las que he vivido,
sino también en mis lugares de trabajo. Ha sobrevivido a traslados y a algún
que otro descuido. He tenido potos hermosos y también raquíticos, pero su sola
presencia siempre me ha alegrado los días.
Que recuerde, los he tenido en maceteros de macramé, en la
cocina, buscando su vida trepadora en una alacena del comedor, en una estantería
e incluso en el baño. Menos en el dormitorio, creo que ha ocupado todas las estancias
de la casa. Y es que se trata de una planta de lo más resistente y de las más
fáciles de cuidar y mantener. Anda que no le he hecho perrerías a la pobre. Es
lo que tiene ser una planta nada complicada. Se conforma con poco: luz,
temperaturas sin excesos y humedad. Si será agradecida, que durante muchos años
se conformó con vivir en el despacho de casa en una taza con agua hasta que su
raíz ya no tuvo más espacio. Fue entonces cuando la trasplanté a una maceta y
aquí sigue conmigo como una campeona.
Sí, me gustan los potos. Me alegra su presencia y sobre
todo, le agradezco que no de problemas.
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