lunes, 28 de octubre de 2024

01540 Recuerdo de Nápoles

 CORNICELLO


No acostumbro a comprar recuerdos de las ciudades que visito. Me es suficiente con las imágenes fotográficas que capturo o con aquello que seleccione mi memoria. Esto no quita para que, en contadas ocasiones, por algún motivo, regrese a casa con un popular referente del lugar visitado. Por ejemplo, cuando visité con mi familia la ciudad italiana de Nápoles. Curiosa población que, por supuesto, en otro momento engrosará este caleidoscopio vital.

El caso es que, en nuestros habituales paseos diarios por la bulliciosa, personal y variopinta Nápoles, algo nos llamó poderosamente la atención y que no teníamos del todo controlado en nuestra información previa a su visita. Fuese donde fuese allí que los encontrabas. En joyerías, tiendas de souvenirs, quioscos, en pequeñas tiendas en las que había de todo un poco, en bazares… difícilmente pasaban desapercibidos la cantidad de cuernos y rojas guindillas que se ofrecían a la venta, con mejor o peor manufactura. Algo habíamos leído al respecto, pero no imaginábamos que fuese tan profuso. Tanto es así, que acabamos comprando, yo que sé cuántos cuernos, para regalar a nuestros familiares más allegados al regreso del viaje. Porque, según la tradición napolitana, el famoso cuerno tiene que ser regalado para que surta efecto su carácter mágico. De hecho, nosotros nos los fuimos regalando unos a otros con el objeto de ser fieles a la tradición napolitana.

Tal y como pude informarme, el “cornicello”, en dialecto napolitano, o “curniciello”, también llamado cuerno de la fortuna, es un objeto de carácter mágico y místico que contiene una larga historia, y en Nápoles se usa para defenderse de la mala fortuna, el mal de ojo y las influencias negativas.

Según la web italian-traditions.com, “Su origen se remonta, al menos, a hace 3500 años, durante el Neolítico, cuando se ponía fuera de la puerta un objeto con forma de cuerno para garantizar la fertilidad y el bienestar. El cuerno recordaba la fuerza de los animales y sabemos que la riqueza y el bienestar de una familia se medían según el número de animales y los recursos alimenticios y agrícolas. Además, la grandeza del cuerno era un elemento indispensable: cuanto más grandes más fuerza representaban, por lo que se convirtió en un elemento esencial de los guerreros. Sin embargo, hay que decir que el cuerno tiene la forma de un pimiento `picante o chile. Esta forma, junto con la del cuerno, tiene especiales referencias sexuales: el chile tiene propiedades afrodisíacas y recuerda al culto del dios greco romano Príapo. Es una representación fálica de color rojo relacionada con el culto de la fertilidad. Además, se puede ver en muchas casas de Pompeya y Herculano sobre las paredes. Príapo además de ser el dios de la fertilidad, era el protector de las tumbas y defendía a los mortales del mal de ojo. Por lo que esta antigua tradición, que en Nápoles tiene su máxima expresión, pasa a través del culto de Príapo, divinidad venerada en la que siglos ha fue llamada Parténope y después Neapolis”.

Con el paso de los siglos, este elemento se convirtió en uso cotidiano bajo la forma de amuletos que representaban pequeños cuernos y que posteriormente se convirtieron en joyas hechas con materiales preciosos. La tradición dice que el cuerno, para que traiga suerte, tiene que cumplir con una serie de requisitos: ser rígido, estar vacío, con forma sinusoidal y en punta. Además, tiene que ser artesanal y ser regalado.

Aunque ya todos teníamos nuestro pequeño cuerno rojo regalado, el último día de estancia en Nápoles, aún adquirimos una ristra de ajos y guindillas rojas para colgarla en la cocina de casa. No sé si no defiende de la mala fortuna, el mal de ojo o las influencias negativas. Solo sé que la veo cada día varias veces, las mismas que recuerdo con cariño y con ganas de volver a la ciudad de Nápoles.

 

 






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