PATATAS BRAVAS CASERAS
Si hay en casa una auténtica fan de este popular plato, esa es mi hija Jara. Es experta en degustar tan humilde manjar. E incluso tiene su particular listado de dónde comerlas, lugares de grato recuerdo, así como de decepciones.
Cuando en casa Jara dice que le apetecen unas patatas bravas, no se habla más. Yo soy el primero en secundar su propuesta. Solo hay un problema, que nunca sabes de qué manera se van a cocinar. Y es que todo depende de las últimas que haya probado fuera de casa y que le encantaron. Intuye cómo estaban cocinadas y las pone en práctica. Así, que las hemos degustado de todos los pelajes. Que si en gajos, en cuadraditos, chasqueadas, tersas, blandas, solo cocidas, cocidas y pasadas ligeramente por la sartén con un poco de aceite de oliva, en el microondas, con patatas nuevas, con unas bolsas de patatas preparadas para microondas... yo que sé de cuántas maneras. Lo único que hasta hace poco las igualaba a todas era la tradicional salsa picante. Y hablo en pasado, porque hasta esto, últimamente, también tiene su aquel con la inclusión de algún nuevo sabor, aportado por alguna salsa invitada al agasajo.
Pero todo da lo mismo. Al final, aunque nunca igual, todas están deliciosas. Lo más importante para mí, es que es la forma de improvisar una merienda/cena con todos a la mesa, ante la llegada del otoño. Y yo, tan feliz.
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