domingo, 22 de septiembre de 2024

01498 Alghero

 UN VIAJE A LA ÉPOCA MEDIEVAL


Esta localidad, situada en la costa noroeste de la isla de Cerdeña, la he visitado en dos ocasiones. La primera vez fue en un visto y no visto. Acababa de llegar con la familia después de 14 horas de navegación y todavía nos quedaba un trecho para llegar en coche a nuestro destino. Dimos un rápido paseo por las calles céntricas, por el entorno de sus murallas que miran al mar, comimos, muy bien por cierto y barato, y poco más. Pese a la brevedad de la visita, me llevé una buena impresión.

Después de siete días de disfrutar de la hermosa isla, otrora territorio de la Corona de Aragón, en la despedida, apostado a la popa del barco que nos regresó a casa, mi último pensamiento, mientras se alejaba la tierra, escribió en mi mente: “Volveré. No sé cuándo, pero volveré”. Fue en la Semana Santa de 2018.

Cinco años después, en octubre, regresé. En la hoja de ruta de los días vacacionales en la isla, marqué con mayúsculas la ciudad de Alghero para dedicarle toda una jornada. Y así lo hice.

Me reencontré con una ciudad, aunque poco recorrida aquella primera vez, nada desconocida. Conforme paseaba, me fueron llegando recuerdos e imágenes de una limpia y atractiva ciudad, llena contrastes, matices, bellos rincones y curiosidades.

El nombre original de la ciudad es L'Alguerium, en referencia a un alga que se encontraba en la costa. Fundada en el siglo XI por los genoveses, no pasó de ser un pequeño asentamiento de pescadores. No obstante, su posición estratégica no tardaría en ser motivo de atracción de otros pueblos. Así, los pisanos fueron los primeros en llegar y gobernar la ciudad durante un corto periodo de tiempo. A partir de 1354, colonos catalanes procedentes en su mayoría del área de Tarragona y del Penedés, traídos por Pedro IV, repoblaron la ciudad, mientras que la población originaria sarda fue expulsada o deportada a la cercana Villanova Montelone. A partir de ahí, se remonta el uso de un dialecto del catalán oriental que todavía perdura. La ciudad pasaría a manos de los Saboya en 1720. En la década de 1920, Alghero contaba con diez mil habitantes. La población se redujo considerablemente cuando la ciudad fue bombardeada en 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, por la aviación estadounidense, dejando, además, grandes daños en su centro histórico. En la actualidad, el número de habitantes censados ronda los 45.000.

Pasear por Alghero es transportarte a otro tiempo. Un viaje a la época medieval, cuando la pequeña ciudad formaba parte de la Corona de Aragón y pasó de ser un pueblo pesquero a una de las fortalezas más importantes de la isla de Cerdeña. En la actualidad, todavía se la conoce como la Barceloneta sarda y conserva el uso de la lengua catalana, “reconocida como un valor a proteger por la región de Cerdeña, bajo el nombre de dialecto alguerés”.

Alghero se ha convertido en un atractivo destino turístico. Caminar por su casco antiguo, como he mencionado, es toda una delicia. Casas de arquitectura tradicional, murallas medievales, calles estrechas y sus vías empedradas invitan a un paseo de ensueño. Rodear la ciudad al amparo de la muralla que la protege, me fascinó. Una muralla que se extiende desde Porta Mare hasta Piazza Sulis y con la compañía de un mar Mediterráneo de fantasía y aventura.

En esta segunda visita a Alghero, aunque me quedaron algunas cosas por ver, empleé mucho tiempo en pasear. Pude disfrutar de varios lugares emblemáticos de la ciudad como la Torre Porta a Terra, la Catedral de Santa María, la Iglesia y Claustro de San Francisco, el Museo del Coral, la Plaza Cívica y la Vía Príncipe Umberto.

A modo de resumen diré que la Torre Porta a Terra data del siglo XIV, mide 23 metros de altura y alberga un museo multimedia que cuenta la historia de la ciudad. Desde la terraza del segundo piso se puede disfrutar de una fabulosa vista de 360 grados. La Catedral de Santa María, construida en el siglo XVI, de estilo gótico catalán, con varias modificaciones. La Iglesia y Claustro de San Francisco donde se puede observar la gran influencia que la cultura catalana ejerció sobre la arquitectura de la ciudad. El Museo del Coral, próximo al puerto, donde conocer uno de los recursos y símbolo de identidad de la localidad. La Plaza Cívica, junto a Porta a Mare, centro neurálgico de la ciudad. Y la Vía Príncipe Umberto, jalonada de atractivos edificios antiguos.

La oferta gastronómica en Alghero, por lo que pude observar, es muy amplia. Reconocido esto, me incliné, a la hora de comer, por una focaccia en la Focaccería Milese. Ya me quedé con ganas de probarla en mi viaje anterior, pero en aquella ocasión estaba cerrada. No me decepcionó para nada la que llegué a comer a base de “atún, huevo, tomate, lechuga, cebolla y jamón, con alguna salsa que no llegué a determinar”.

Se me hizo corta la jornada, así, que en la despedida, tal y como hiciera la primera vez que la visité, no le dije adiós, sino hasta pronto. 













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