lunes, 30 de septiembre de 2024

01519 Los Hojaldres de Astorga

 MIELITOS


Contra todo pronóstico, no fue mi hija Jara quien nos los trajo de uno de sus viajes. Fuimos Gloria y yo quienes, también contra todo pronóstico, los compramos. Me explicaré.

Los hojaldres de Astorga los conocíamos de verlos en las estanterías de un buen número de restaurantes de carretera y áreas de servicio de las zonas centro y norte de España, que es por donde más viajamos. No acostumbramos a comprar nada, aunque sí nos gusta mirar y ver cosas cuando menos curiosas. Mucho nos tiene que llamar la atención para que adquiramos alguno de estos productos.

En un reciente viaje a tierras gallegas, pasamos por la provincia de León. Hicimos una parada técnica en un área de servicio y mientras yo me tomaba mi acostumbrado café americano, Gloria invirtió su tiempo en ver lo que allí se ofrecía. Cuál fue mi sorpresa al verla aparecer con una caja de hojaldres de Astorga. Me hizo saber que nos vendrían muy bien para los desayunos en el apartamento de nuestro destino gallego.

Y así fue, como a la mañana siguiente de nuestra llegada a Sanxenxo, conocí estos afamados bocados tantas veces vistos, pero nunca catado. Esa mañana, abrí la caja, cogí un dulce, lo desenvolví del plástico que lo preservaba y me llevé medio a la boca. Me encantó. Tanto, que me comí tres como el que no quiere la cosa. Me parecieron adictivos, pues no solo me nutría de ellos en el desayuno, sino que por la noche, aun habiendo cenado opíparamente, antes de acostarme sucumbían otros tres. Así, hasta agotar existencias.

Pero la historia no acaba aquí. Al regreso de las mini vacaciones gallegas, en una incursión a la despensa de casa, sobre una de las estanterías vi una caja igualita a la que Gloria había comprado en el viaje. Pregunté. Y me respondió que como me habían gustado tanto, ya en Huesca, compró otra caja. 

Y aquí que ando desayunando tres hojaldres cada día, más alguno que se despista durante la jornada. Ya le he dicho a Gloria que sí, que me encantan, pero que no vuelva a comprar más, que me conozco.

El dulce en cuestión consiste en dos placas de hojaldre superpuestas y horneadas, bañadas en un almíbar hecho con azúcar y miel. Por lo que he podido leer, comenzaron a comercializarse sobre los años 60 del pasado siglo y, aunque son típicos de Astorga, se encuentran también en otros lugares de la geografía española.

En cuanto a su origen no está muy claro. Así, que lo dejaremos estar. Solo sé que son buenísimos. Ah! Y se pueden hacer en casa. No parece complicado, pero sí entretenido. Lo que me faltaba. Mi perdición.





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