"TENGO QUE VOLVER"
Aunque no es habitual, comenzaré por el final: “TENGO QUE
VOLVER”. Así reza la última línea de los apuntes que fui tomando sobre la
marcha, en un mini viaje vacacional por tierras almerienses y que me llevó de paso
por Mojácar, “Uno de los pueblos más bonitos de España”.
Permanecí recorriendo sus estrechas calles de blancos y flores,
de belleza íntima, con el acostumbrado café americano con hielo incluido,
apenas tres horas. Fueron ciento ochenta minutos de admiración, sin contar con el
asombro que mostré a mis acompañantes cuando esta hermosa localidad se pudo
avistar en la lejanía. Una vez metido al amparo de sus casas blancas y conocedor
de que el tiempo apremiaba, me dejé llevar por sus calles y casas colgadas de
la última estribación de la Sierra de Cabrera, custodiado por un cielo de
intenso azul.
Durante mi recorrido, varias cuestiones me llamaron
poderosamente la atención, por lo que ahora recuerdo y por lo que pude llegar a
escribir en mi cuaderno de viaje. A saber; su arquitectura, lo limpia y aseada
que “nos recibió” la localidad, sus hermosas vistas y las abiertas sonrisas con
las que me crucé.
Aproveché mi breve estancia todo lo que pude. Visité el
barrio del Arrabal, el antiguo barrio judío de Mojácar. Un barrio, según anoté,
“fuera de los muros de la ciudad y por donde Mojácar comenzó a crecer”. Un
barrio de calles sinuosas y muy estrechas, y donde el silencio y la calma te
llevan en volandas. La Plaza Nueva, centro neurálgico y de encuentro de vecinos
y visitantes y donde, en uno de sus laterales, se localiza “uno de los mejores
miradores al resto de la localidad y al valle en que se encuentra,
conocido como de las Pirámides, rodeado de las sierras de Bédar, Almagrera
y Cabrera”. Desde esta plaza se puede observar Mojácar la Vieja, el primigenio
asentamiento de esta hermosa localidad, bañada por el río Aguas. Su origen se
fecha en “el siglo XVI y ocupa en buena parte el espacio donde se encontraba la
mezquita principal. Luego, en el siglo XVIII, la plaza fue remodelada para
darle aún más luz. Hoy aparece flanqueada, entre otras construcciones, por la
ermita privada de Nuestra Señora de los Dolores y por Arco de la Plaza,
que la comunica con el resto de la localidad”. Ya casi en la despedida, todavía
me dio tiempo a pisar la Plaza del Ayuntamiento y poco más.
Las prisas nunca son buenas consejeras y desde luego,
visitar Mojácar como yo lo hice, me parece todo un despropósito. Por eso, tal y
como he comenzado diciendo en esta entrada, y tal y como escribí el día en el que
la mal visité: “TENGO QUE VOLVER”. Y añado ahora: “PARA HACERNOS JUSTICIA”.
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