martes, 6 de agosto de 2024

01452 Los Helados

SENTADO Y EN COMPAÑÍA


Traigo en esta ocasión un doble placer. De una parte, el alimento. De otra, el momento de tomarlo y disfrutarlo. Juntos, helado y momento, me parecen un escándalo. ¡Y qué grandes helados he llegado a consumir y qué enormes momentos me han deparado!

El helado es uno de los grandes protagonistas del verano. Es bien cierto. Pero no lo es menos, decir que un buen helado siempre tiene su hueco en cualquier época del año. Hasta en pleno invierno , me siento incapaz de darle una negativa. También tiene sus momentos precisos. Entiendo que el helado ha dejado de ser un producto de temporada y que, gracias a los nuevos sabores y a las sorpresivas combinaciones gastronómicas, nos llega a acompañar durante todo el año.

Mientras escribía hace dos líneas “nuevos sabores”, me han venido a la cabeza los gustos más curiosos que he llegado a probar y todos han sido de mi agrado. Por ejemplo, recuerdo en una Feria del Jabalí que se celebraba en la localidad altoaragonesa de Boltaña, -no sé si sigue existiendo esta cita ferial-, llegué a probar, gentileza de la empresa Helados Sarrate, afincada en la localidad oscense de Alcampell, un helado de torteta blanca, (La torteta es un alimento típico altoaragonés elaborado a base de sangre de cerdo, pan rallado, harina y manteca. Las tortetas blancas, más dulces, sustituyen la sangre por manteca de cerdo), que me resultó todo un espectáculo al paladar, no así a mis acompañantes. En mi caso, hacía mucho tiempo que no probaba la torteta blanca y cuando la caté en versión helado, se me llenó la boca de gratos e inolvidables recuerdos. En Asturias, también hace muchos años, llegué a probar un helado de fabada. Curiosamente, por aquella época había visto en la televisión un reportaje sobre este helado. Mientras observaba la información pensé, ¡qué excentricidad! A los pocos meses en un viaje a esa hermosa tierra tuve la oportunidad de probarlo y me encantó. Estaba muy logrado. Sí, me gustó. Ya, más cercano a nuestros días, en un reciente viaje a Girona me acerqué hasta la heladería “Rocambolesc”, fundada por Alejandra Rivas y Jordi Roca, el reconocido pastelero de Celler de Can Roca. ¡Menudo espectáculo tanto de presentaciones como de sabores! No sabría reproducir en estos momentos el contenido del helado que llegué a tomar. Solo sé que estaba delicioso. Y ya no digo nada de los helados que he llegado a tomar en mis viajes a Italia y Cerdeña; son de otra división.

Como he comentado, tomarme un helado tiene su pequeña liturgia y su momento. Nunca lo tomo de pie o paseando, al igual que tampoco lo consumo en solitario. Para que su ingesta sea una dicha plena, tengo que degustarlo sentado, pausadamente y en compañía. Me da lo mismo que sea en cucurucho, copa o tarrina; depende del momento elegido. Y en cuanto a los sabores del helado, me gustan todos. Si bien, tengo especial querencia por los de stracciatella, los de menta after eight y los de vainilla acompañados con otros tradicionales sabores. Por cierto, acabo de leer que el de stracciatella es uno de los helados más consumidos del mundo. El padre de este helado fue Enrico Panattoni a principios de los años 60 del siglo pasado en su pastelería La Marianna.

También acabo de leer que el origen del helado data de al menos hace 3.000 años y que fue inventado por los chinos, quienes preparaban una especie de pasta de leche de arroz mezclada con nieve para su mejor conservación. Sería, según la tradición, Marco Polo, “después de viajar 20 años por Oriente”, quien lo introduciría en Italia a finales del siglo XIII. No obstante, hay historiadores que este dato lo ponen en duda, ya que, en sus escritos no se habla nada sobre los helados.

Más curiosidades, en Florencia, el arquitecto, escenógrafo e ingeniero militar Bernardo Buontalenti (1531-1608), que estaba al servicio de los Médicis, inventó el “gelato”, el precursor del helado, enriqueciendo el sorbete con una rica crema. En 1686, el siciliano Francesco Procopio dei Coltelli abrió en París la primera heladería del mundo: “Café Procope”. Una de sus recetas más famosas estaba compuesta por una mezcla de leche, crema, mantequilla y huevos. Francesco inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo, obteniendo lo que conocemos en la actualidad por crema. Y una última curiosidad de las muchas que acabo de leer y que me ha sorprendido. Según datos de la Asociación Internacional de Productos Lácteos, en Nueva Zelanda se consumen cada año por persona 26,3 litros de helado, casi cuatro veces más que en España. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario