miércoles, 5 de junio de 2024

01363 El Día del Mejillón

 MEJILLÓN EGUNA


Acabo de comprobar que el mejillón, en sus distintas versiones culinarias, ha aparecido por este caleidoscopio vital en doce ocasiones. Será que me gustan, tanto como le encantaban a mi hermano Antonio.

Llevo toda la mañana meditando si subir la dedicada al "Día del mejillón" o "Mejillón eguna", tal y como le gustaba decir, no sin cierta ironía, a Toño. Digo que llevo buen rato dándole vueltas a la cabeza, porque las imágenes que ilustran la entrada, después de cinco años que Antonio no está entre nosotros y con nosotros, me siguen produciendo mucho dolor. Y este blog, huye de ello. Las imágenes fueron tomadas en el último y doméstico "Día del mejillón" que hizo y que compartí con él, todavía yo ávido de esperanza y convencido de que su enfermedad era un mal sueño.

Finalmente, he decidido abordar ese momento. He pensado que a Antonio le hubiese gustado que ese día, que tanto disfrutamos, pasara a formar parte de las diez mil cosas que me gustan. Y es que fue un día memorable. Cuando llegamos a su casa en Bilbao para pasar un fin de semana con él, lo tenía todo preparado. No sé cuántos kilos de mejillones nos esperaban. Fue el 15 de septiembre de 2018. Cocina despejada para trabajar cómodos y cientos de mejillones. A su orden, nos dispusimos todos a cocinar: mi cuñada y hermana Ana, su hermana Sara, Gloria y yo. Primero, limpiar uno por uno. A continuación, seleccionar los que irían rellenos, los llamados tigres,  los destinados para cocinarlos con tomate y los que simplemente se servirían al vapor. 

Los más laboriosos serían los tigres y a los que más tiempo les dedicaríamos. Primero, limpiaríamos una por una las conchas de los mejillones, para ir colocándolas boca abajo sobre unas hojas de periódico, depositadas sobre la isla de la cocina. Sara sería la encargada de cortar fina y delicadamente molusco por molusco. Antonio los cocinaría posteriormente, y el resto, nos dedicaríamos a rellenarlos. Ana cocinaría la bechamel, un poco espesa, y Sara, con el resto de participantes, iríamos colocando una cucharada de la blanca crema sobre los mejillones ya rellenos. Una vez acabadas todas las faenas, la mayoría de los tigres, con su bechamel incluida, irían al congelador. El resto, solo faltaría freírlos para sacarlos a la mesa. Mientras tanto, Antonio, adelantaría la faena "mejillonil", preparando unos moluscos con una deliciosa salsa de tomate. Los ejemplares más hermosos serían destinados para cocinarlos al vapor.

Y así se fue pasando la hermosa mañana entre mejillones, risas, un vino ahora y otro después, sonrisas y esperanza. Recuerdo esta jornada como un tesoro, como algo parecido a la felicidad. A Antonio también se le veía feliz y distraído, eso era lo más importante en ese momento.

Mucho me gustó el "Día del mejillón" o "Mejillón eguna", pero nunca más lo volveré a vivir; no sin él. Porque muchas cosas han dejado de saber igual. Y esta es una de ellas. 












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