La primera de las muchas exclamaciones se pronuncia a la llegada. Un primer ¡oh!, de asombro, para tan plácido paisaje; el segundo, de aseveración, dedicado al silencio. Sólo dos casas erguidas para acoger temporales almas.Almuerzo con huevos fritos antes de adentrarnos en el bosque. Tolón, tolón, tolón... Se aproximan fijas y penetrantes las miradas de unas vacas. Nos curiosean. Igual hasta nos lamerían. Sus rabos trazan semicírculos con leves movimientos. No se van. Parece gustarles nuestra presencia. La suya me produce ternura. Las vacas siempre me han transmitido una enorme ternura.
No muy lejos, unos caballos pastan. Les importamos un bledo.
Huele a húmeda tierra y a boj en la despedida. Y en el adiós del paraje, nuestra gratitud a Begoña y Miguel Ángel quienes nos recordaron que la grandeza también tiene su sitio en la sencillez de las pequeñas cosas.
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