Dicen que quizás es una de las plantas medicinales más conocidas y utilizadas desde la antigüedad y una de las más imprescindibles en la medicina popular gracias a sus propiedades medicinales y beneficios que ofrece para cuidar y mantener nuestra salud de forma natural.
Leo que posee efecto diurético, analgésico, antiséptico, relajante, carminativo, insecticida, cicatrizante, calmante, antirreumático, antibacteriano,antivírico, además de ser un buen estimulante de la circulación sanguínea y regenerar la piel. Se usa para relajar y aliviar el estrés emocional y físico, favorece el sistema nervioso, elimina el acné, mejora las afecciones de la garganta, ayuda a bajar la fiebre, facilita la eliminación de los gases acumulados.... y hay quien incluso, utiliza sus flores en la cocina, especialmente en ensaladas. Por no hablar de su capacidad para eliminar los malos olores y ahuyentar a las polillas.
Con todo, que no es poco, me quedo con su olor. Un aroma que me transporta a refugios de infancia y plácidos paseos campestres. A recuerdos de jardines y maceteros perdidos. A tiempos limpios, como su fragancia, y a ropa recién planchada. Su olor es una tentación como lo es ver un ramo de florida lavanda y acariciarlo para remover sus finos tallos e impregnar las manos de su suave y refrescante elixir.
Huele a baño dominical, de los de antes, en bañera y sin tiempo. A colegial con raya a un lado y a rastro de silencio. A cajón de limpias mudas y a colgado dormitorio de abrigos a la espera de un próximo invierno. A sonrisa en el clarear de la mañana y a imagen de lienzo de unos campos sin nombre.
La lavanda, el espliego, es una pequeña pensión para los errantes recuerdos.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario