miércoles, 7 de octubre de 2015

00138 Pinceladas Oscenses

LUIS TESA AYALA

Es un libro sencillo. Un trabajo de poeta, pintor, melómano y humanista. Pinceladas oscenses no se lee. Está escrito para ser recitado e interiorizado, para ver la vida de una ciudad y sus cosas. Sus palabras pintan paisajes, calles, plazas, retratos, recuerdos y hasta dances. Todo es sensible y enorme. Todo es sublime en cada escrita pincelada. Un libro para ser contemplado y dejar que sus frases te paseen por una ciudad, Huesca, desde una mirada que buscó el detalle, lo bello, grato, extraño y recóndito de una pequeña urbe. Y entre sus páginas, dibujos y grabados, otra de las pasiones de Luis Tesa, autor de "Pinceladas Oscenses".

Mi tío Luis fue mucho más que el lazo de  un parentesco. Fue, junto con su esposa Mariví, tía Mariví, la muleta necesaria en tiempos de dolor. El auxilio fraterno en momentos de masiva e innecesaria huida. Siempre estuvo allí, hasta el final. Siempre supimos que estaba allí, restando importancia a las pesadas cargas de los años confusos, alumbrando con su especial sonrisa y pequeño porte cualquier atisbo de oscuridad. Desde la serenidad y la templanza, desde el cariño y la bonhomía.

Hoy, querido y recordado tío Luis, he vuelto a retomar tus pinceladas y pasear por sus páginas. A pasear contigo por la Costanilla de Ricafort, por el mercado, los porches y la Plaza de Navarra. Por esa ciudad desconocida de capazo, feria y tubo. Por sus huertas y el trasmuro. Me he sentado, con tu permiso, en el banco azul de recuerdos perdidos y escuchado las Completas. "Cantar es la mejor ofrenda, une a los hombres, no solo en armonía dela música, sino en los corazones. Ningún instrumento como la voz humana tiene alma", escribías. Y entre página y página, sensaciones, emociones y alguna que otra asomada lágrima, te he vuelto a recordar en uno de nuestros muchos cafés y cortados en el Bar Correos donde la palabra, tu palabra,  se hacía grande y certera. Allí donde hasta lo más cruel, la enfermedad, se convertía en una anécdota llevadera.

Sobrinico, me decías. Sobrinico, estudia, lee, escribe, vuela, observa, disfruta, aprende, nunca desanimes... Sobrinico, estoy muy mal, me dijiste un día cuando te llamé por teléfon
o al hospital. Me temí lo peor. Esa frase de tu boca era nueva para mí. No me pude despedir. Tampoco pude expresarte cuanto significaste y todo el bien que en mí hiciste. Por eso y por mucho más, querido Luis, te traigo hasta este caleidoscopio vital,  tal y como lo ha definido tu sobrino Antonio.

Así las cosas, con todo, te recuerdo y admiro todos los días a través de dos de tus creaciones que tengo colgadas en el salón de casa. "Danzante descansando", un dibujo que regalaste a mis padres y que durante muchos años fue imagen inequívoca en el pasillo familiar del Coso Bajo, y un grabado, que tu ya no me pudiste entregar, lo hizo tía Mariví en tu nombre, de la Plaza Mosen Rafael Ayerbe de Alquézar, recuerdo de un inolvidable día en esta hermosa villa que tantas veces inmortalizaste. Están juntos. Es tu rincón. Mi rincón de la gratitud.














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