viernes, 2 de octubre de 2015

00133 La Comida Campestre

PÍCNIC

Cada día estoy más convencido de que hay que recuperar algunos de los viejos usos de los que tan buenos recuerdos guardamos. No es cuestión de enfrentar al ayer con el hoy, bastante tenemos con las confrontaciones del día a día,  sino de materializar descartes y quedarnos con lo gratificante de sendos tiempos.

Una de esas amables costumbres es la comida campestre o  pícnic,  que se ha convertido en los últimos meses en una manera diferente y económica de disfrutar comiendo fuera de casa en familia o con amigos. Cualquier paraje es idóneo para "plantar" el mantel y salir de la rutina. Cambiar el azulejo doméstico y el sube y baja del ascensor por otros sonidos, otras luces, otros vientos y otros colores.

En el suelo, al lado del río o una fuente, debajo de un árbol al cobijo de su sombra. Este puede ser un buen lugar. Extendemos el mantel. Platos, cubiertos y vaso. Ensaladilla rusa, tortilla de patata, filetes de lomo o pechugas empanadas, embutidos, sándwiches, empanada, empanadillas, queso, croquetas, ensalada al gusto, huevos duros, alguna pieza de fruta y pan,  pan que no falte. Bebida fresca, alguna cerveza y algo de vino. A elegir.

Alguien dice que todo sabe distinto. Tampoco lo voy a discutir. No me gusta polemizar. Mientras bebo un sorbo de vino pienso que no es que todo sepa distinto, sino que todo es distinto. En este instante no hay prisas, no hay tiempos. Nuestra actitud y semblante es también bien distinto al cotidiano. No hay paredes que encierren. Todo discurre a tu alrededor sin que se note. Estamos por complacer, sin noticias que se te hacen bola en la boca. Estamos de pícnic. "La ensaladilla te ha salido como nunca...









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