DULCE REGALO DEL MAR
Desde hace un par de décadas, mi asistencia a restaurantes
es mínima. Lo que significa que no estoy muy “al loro” de las tendencias y
novedades en materia de gastronomía. Bueno, algo sé, pero la información me
llega a través de otros canales. Digo esto, porque recientemente, tan reciente
como en el pasado mes de diciembre, descubrí la existencia de la gamba de
cristal. Fue en uno de los restaurantes que el valenciano Grupo de Restauración
Saona tiene en Zaragoza y al que acudí por recomendación de mis hijas. El
restaurante me pareció acogedor, con un atento y rápido servicio, bien de
precio e interesantes propuestas en el menú.
Como no acostumbro ya a frecuentar restaurantes, cuando
surge la ocasión, a la hora de elegir el menú, me inclino por productos y
elaboraciones nuevas para mí. Alguna vez, pocas, la he pifiado. Pero lo más habitual,
es que la novedad, bien sea en la elaboración o en el producto, cumplan con mis
expectativas. Es más, o menos, lo que me sucedió en este restaurante con su
plato de “Gambas de cristal con huevo a baja temperatura y aceite de ajo tierno”.
Lo recuerdo como una delicia de intenso sabor a mar. Al igual que recuerdo, que
sentí que se acabara. ¡Qué bueno me pareció! Tomé nota para intentar reproducir
el plato en casa, pero de momento, todavía no ha sido posible. Todo se andará.
De entrada, me pareció curioso y atractivo el nombre dado al
pequeño, casi diminuto, marisco. Mi profunda ignorancia acerca de su
existencia, me llevó a pensar que el apelativo “cristal” era cosa de la casa.
Pero no, al conocer que se trataba de un tipo de gamba, me entró la risa tonta,
aunque perfectamente, me podría haber echado a llorar.
El caso es que su incorporación a la gastronomía data de hace
tan solo una década. La gamba cristal ha existido siempre, pero no fue hasta
hace unos diez años que se empezó a capturar para su comercialización, al
comprobar que el también llamado camarón blanco, no eran especímenes inmaduros
de la afamada gamba blanca de Huelva, ni un diminuto camarón ni un proyecto de
quisquilla.
Se trata de una especie, la “Pasiphaea Sivado”, que mantiene
su pequeño tamaño y color durante toda su vida. Su color blanco, casi
transparente, desvela a la gran profundidad que vive esta gamba. En cuanto a su
sabor, lo más destacado de este diminuto crustáceo, es su sensación de dulzor,
frente al resto de crustáceos que, por norma general, acostumbran a ser más
amargos.
La gamba cristal habitualmente se cocina rebozada con dos
huevos fritos encima, tal y como los malagueños hacen con los chanquetes,
aunque sus posibilidades en la cocina son infinitas.
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