LUGARES FASCINANTES
Relata mi hermano Antonio en un delicioso escrito que me
brindó, con motivo de mi segunda exposición de óleos y que llevaba por título “Paisajes
escritos”, -algún día compartiré aquí el texto, por su belleza, y aquella
exposición, por el buen número de gratas sensaciones que me dejó y que todavía
conservo-, que siendo yo un niño, un día no llegué a casa a la hora habitual
tras salir por la tarde del colegio. Yo no lo recuerdo, pero si él lo dice, así
sería. Además, mi hermano, según cuenta en su escrito, fue coprotagonista de
esta pequeña e intrascendente historia familiar.
El caso es que toda la familia, ante mi tardanza, comenzó a
movilizarse. Unos miraron en el parque, otros acudieron hasta el colegio, otra
parte de la familia, por los aledaños de casa. No tardaron mucho en encontrarme.
Fue, precisamente, Antonio, quien dio con mi paradero en una tienda, “Mercería
Campo”, más conocida en la ciudad como “Campetes”, ya desaparecida, y próxima a
mi domicilio familiar. Allí estaba yo, según cuenta, embobado delante del
escaparate, mirando, ajeno a la vida, la fabulosa colección de soldaditos y juguetes
que se exhibían, además de todo tipo de hilos, lanas y medias, entre otras
muchas mercaderías.
Aunque yo no recuerde esta historia, sí que me cuadra,
porque yo era muy fan de esta tienda. Durante el año, escaparate y vitrinas se
llenaban con lo ya mencionado. Y cuando el establecimiento estaba cerrado al
público, la propia tienda hacía de escaparate al sacar al pasillo sus mercancías.
En fechas próximas a la Navidad, belenes, pastores, reyes magos, nacimientos,
casitas de corcho y una legión de animales, protagonizaban la exposición. Pasar
por “Casa Campo”, toda una institución del comercio oscense, y no detenerte,
para mí, era una misión imposible.
A nuestras archiconocidas y más tradicionales canela, clavo,
pimentón, comino o nuez moscada, se han ido sumando otras especias, gracias al
intercambio cultural entre diferentes cocinas, y que nuestro paladar ha
aceptado, hasta hacerlas nuestras. En mi caso, y ya lo he comentado en algún
momento de este caleidoscopio vital, he incorporado a las especias habituales
de la cocina el Ras el hanout. Más que una especia es una mezcla de
diferentes especias, cortezas y flores frescas procedentes del
Magreb. Su nombre se traduce literalmente como “lo mejor de la tienda de
especias” y es así porque en cada tienda tienen su propia “receta”. No hay una
composición única, pues su mezcla puede contener entre 4 y 100 componentes
diferentes.
Ahora me encuentro en proceso de integración a la cocina de
otras especias de la cocina asiática y cuyos nombres no alcanzo todavía a retener.
Y es que el mundo de las especias y sus tiendas, me parece super apasionante.
Así pues, tal las cosas, se podría decir que no han cambiado
mucho las cosas en mi ser. Salvo que el niño aquel embobado frente al
escaparate de “Mercería Campo”, que recordaba mi hermando Antonio, se ha
convertido en un hombre, también embobado, pero delante de cualquier escaparate
de una tienda de especias.
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