domingo, 25 de junio de 2023

01145 Los Embutidos Catalanes

UN RECUERDO MUY ESPECIAL


Sabía que me encantaban. Por eso, cuando íbamos con mi madre a su casa a pasar unos días, primero a San Feliu de Saserra, pequeña localidad próxima a Manresa, y después a la Seo de Urgell, o años más tarde con Gloria y las niñas, siempre tenía dispuestos “para mí” una buena selección de embutidos catalanes. O si venía a casa, rara era la vez que no se acordara de mí y trajera unas secallonas, fuet, butifarra… con la reiterada frase de “esto para Fernando”.

Eran años en los que mi apetito no tenía límites y una pieza de algunos de los mencionados embutidos podía finiquitarla en un abrir y cerrar de ojos. “Te pondrás malo”, me decían. A lo que yo respondía: “Es imposible que estas delicias puedan sentar mal”.

Si había una cena con la que disfrutaba lo que no está escrito, era cuando mi cuñada Montse, esposa de mi hermano Manolo, sacaba a la mesa un surtido de estos embutidos. Además de los ya mencionados, no podían faltar la llonganissa, el bull negre y también el blanc, y alguno más que no alcanzo a recordar. Y todo, acompañado con pa de pagès amb tumaca. Vamos, un auténtico festival y loa al colesterol.

Tanto a mi hermano, a Montse, como a mí, nos gustaba jugar a las cartas. Nos podíamos pasar horas y horas jugando a la canasta o al rabino. Tanto nos gustaba, que podíamos empalmar la sobremesa de comer con la hora de cenar, jugando sin parar. Llegada la hora de cenar, nadie tenía hambre. Pero Montse, que se las sabía todas, en un visto y no visto, aparecía de la cocina al salón, con una buena bandeja de embutidos y el consabido pan con tomate. Huelga decir que, aun “sin apetito”, la bandeja se quedaba temblando. ¡Qué días tan hermosos para recordar!

Mi cuñada, mi hermana Montse, a la que tanto quise, por ser como era, por tan gratos momentos que compartimos y por todo el bien que me hizo, falleció hace algo más de dos décadas. La tengo muy presente en diversos escenarios y situaciones de mi vida. Era una gran mujer.

Ha pasado ya mucho tiempo desde que nos dejara y sigo lamentando su ausencia. Fue una mujer que dejó huella en mí, y es por ello que “te traigo, Montse, hasta mi caleidoscopio vital. Como en otros aspectos, cuando veo una bandeja de embutidos de tu tierra, Cataluña, te me representas con tus grandes y hermosos ojos negros, tu sonrisa de niña traviesa, tu forma tan especial de vivir y sentir la vida, y con tu corazón que no te cabía en el pecho. Tu sabes que te quería. Y lo dejo escrito por si algún día mis recuerdos caen en el olvido.

Ahora, tu hijo Jordi, cuando nos juntamos la familia para Nochevieja, se presenta con un par de fuets de un metro cada uno, que dejamos colgados en la puerta de la cocina. Creo que ningún año, los embutidos en cuestión, han llegado a tomar las uvas con nosotros. Pero esto es otra historia”.

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario