REDONDAS Y ALARGADAS
Recientemente, en una conversación de café, un amigo me
preguntó: “¿Cómo te gustan más las croquetas, redondas o alargadas?”. Me cogió
la pregunta de manera tan imprevista, que no supe qué contestar. Para salir del
paso, contesté que, si la masa de la croqueta estaba
bien cocinada y tenía un buen sabor, me daba lo mismo su forma de presentación.
Mi compañero de café me trasladó que, a él, le gustaban redondas. Y así
quedó la cosa. Sin más debate al respecto. No tenía yo un día muy parlanchín.
Cuando llegué a casa, y mientras me disponía a vestir mi
indumentaria doméstica, retomé conmigo mismo el asunto. Recordé entonces las
primeras croquetas redondas probadas en mi vida. Fue en mi primer viaje a
Santander, en el verano de 1994. Ya he comentado en reiteradas ocasiones mi
falta de memoria para las fechas y sus derivados, pero esta ocasión la recuerdo,
ya que mi hija Loreto, por aquel entonces, tenía meses. A partir de aquí,
Cantabria, y en particular, Somo, sería nuestro destino vacacional familiar.
En resumen, lo que le dije a mi compañero de café, por decir
algo y que ahora ratifico con la bata y zapatillas de estar por casa, si la masa
de la croqueta está bien cocinada y tiene un buen sabor, me daba lo mismo su
forma de presentación.
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