PROTECCIÓN Y BUENA FORTUNA
Desde tiempos remotos, el acebo está considerado como un
símbolo de fortaleza y eternidad. Cuenta la leyenda en la cultura celta, que el
rey Roble reinaba durante los meses más cálidos y luminosos del año. Por el
contrario, el rey Acebo lo hacía en la época más fría y con menos luz. Además,
cuando el roble perdía sus hojas, el acebo mostraba todo su esplendor con un
manto de hojas verdes cubierto de bayas rojas.
Los celtas, posiblemente debido a las hojas espinosas del
acebo, le atribuían poderes para ahuyentar a los malos espíritus. De hecho,
tenían por costumbre fabricar coronas con ramas de acebo como elemento de
protección y buena fortuna. Más tarde, el cristianismo adoptaría al acebo como
uno de los símbolos navideños más característicos. “Su uso como planta
decorativa en estas fechas se atribuye a un intento del cristianismo por
desplazar a su homólogo pagano, el muérdago, especie que era empleada por
los druidas en las festividades del solsticio de invierno. Los frutos rojos
evocaban la sangre de Cristo, mientras que las hojas con bordes espinosos se
identificaban con la corona de espinas que portaba el Mesías. Cuando el
cristianismo se expandió por Europa, el acebo conservó su simbolismo en muchas
zonas y empezó a formar parte de las fiestas religiosas, en especial el
Adviento y la Navidad”.
Leo que a este arbusto le gustan las alturas, es capaz de ascender hasta los 2.000 metros de altitud, que aporta alimento a numerosas especies en tiempos de escasez, especialmente a las aves y que puede llegar a vivir hasta un siglo. Además, de acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas, elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el acebo es una especie protegida con la categoría LC, “preocupación menor”.
En síntesis, así es este arbusto que, desde siempre,
tanto ha llamado mi atención por su belleza, a pesar de su aspecto espinoso.
Hacía tiempo que no veía un acebo al natural, -se nota que en los últimos años
he dejado a un lado las visitas al atractivo y precioso Pirineo-, hasta que
estas pasadas navidades, paseando por Madrid, me encontré unos hermosos
ejemplares en unos maceteros. Verlos, me produjo una gran alegría, además de
traerme hermosos recuerdos. Así, que no lo dudé, y capté unas imágenes para
traerlo hasta este caleidoscopio vital.
En alguna ocasión, he comprado pequeños acebos en maceta,
pero sin conseguir sacarlos adelante. No debe ser cosa fácil. Así, que si
quiero disfrutar de su belleza, tendré que ir a su hábitat, que por otra parte,
tanta falta me hace.
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