martes, 27 de febrero de 2024

01277 El Tomate Deshidratado

 SIEMPRE EN LA DESPENSA


No hace muchos años que descubrí los tomates deshidratados. Me encantaron, además de comprobar que son unos grandes aliados en la cocina. Desde entonces, siempre he tenido algunos botes dispuestos en la despensa para un “nunca se sabe”.

Habitualmente los consumimos en casa como condimento o aderezo en los platos de pasta o ensaladas. También como aperitivo con un queso fresco tipo mozzarella, feta o de rulo de cabra o en tostadas junto a unas anchoas, bonito o sardinillas. Aunque no les sacamos todo el provecho, todo se andará, poco a poco los vamos incorporando a otras propuestas gastronómicas, sobre todo aquellas que vienen de Italia, donde son unos expertos en esta materia. Allí se les conoce como “pomodori secchi” o “pomodori essiccati”.

La humedad es uno de los grandes enemigos de los alimentos. Así, si se elimina el agua que contienen, se consigue alargar su vida útil durante meses e incluso años. De esta manera, el secado de los alimentos es una de las técnicas de conservación de alimentos más antigua que el hombre comenzó a practicar. He leído, y visto en algún programa de televisión, que en Italia todavía se siguen preparando los tomates deshidratados siguiendo el método tradicional. Es decir, secando los tomates directamente al sol. Los tomates frescos, una vez lavados y seleccionados, se cortan por la mitad de forma longitudinal, se colocan sobre unas tablas de madera o rejillas con el corte expuesto hacia arriba en un lugar donde reciban luz solar, y se espolvorean con abundante sal.

Durante el proceso de secado, que dura algunos días, los tomates pierden su volumen y se arrugan. Queda una textura reseca por la parte no expuesta al sol y algo más carnosa por la cara oculta, manteniendo las semillas. Después se envasan al vacío o en botes esterilizados, aunque resultan más prácticos en conserva con aceite de oliva y algunas hierbas aromáticas.

Salvo en rara ocasiones, en casa acostumbramos a consumir los tomates deshidratados en conserva con aceite de oliva. Resultan más cómodos, pues no hay que desalarlos ni hidratarlos. Tal cual salen del frasco, van directamente al plato ideado.

Para mí, la verdad que es un mundo este del tomate deshidratado, al que poco a poco le voy cogiendo el tranquillo, que no el gusto, pues me encantan de cualquier manera.

Las imágenes que ilustran esta entrada se corresponden con una ensalada a base de diferentes tipos de lechuga, mozzarella, tomate deshidratado y conservado en aceite de oliva, y un poco de aceite, vinagre y sal. El sabor que el tomate le confiere a la ensalada es excepcional.

 

 




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