DEL BAR NEGRESCO DE BILBAO
Mi gusto por esta popular tapa, ya ha quedado latente en
este caleidoscopio vital en las entradas números 00608 y 00924. Pero las gildas
que traigo hasta aquí en esta ocasión, tienen algo muy, muy especial.
Me refiero a las gildas del bar Negresco, ubicado en la Plaza
Nueva de Bilbao. Podría hablar de la excelente oferta de pintxos variados de la
que se puede disfrutar en este establecimiento hostelero, de su tortilla de
patata, de su berenjena rellena de zancarrón, de sus callos o de sus mejillones
con tomate, por poner algunos ejemplos. Pero no, a estas diez mil cosas que me
gustan, quiero traer sus gildas. Además de estar deliciosas, lo acredita el hecho
de haber ganado el Concurso de Gildas en el Casco Viejo bilbaíno, dos años
consecutivos, tienen para mí, apego y nostalgia de días felices.
Acudir simplemente a la Plaza Nueva bilbaína, es ya todo un
aliciente, -su historia, el ambiente que se respira, el carácter del lugar-,
pero si lo haces en grata y querida compañía para, además, degustar y
disfrutar de unas gildas en el Negresco, es un pequeño gran placer difícil de
olvidar.
En las horas punta, aperitivo y anochecer, que era cuando
acudíamos habitualmente a este emblemático lugar bilbaíno, estaba a rebosar.
Pero curiosamente, la espera para hacernos con unas gildas no era larga.
Antonio tenía muchas habilidades, sobre todo sociales. Y en un visto y no
visto, a pesar de las aglomeraciones que pudiera haber, se presentaba con unos
zuritos y unas gildas. Un auténtico trofeo. Yo, que soy muy dado a detener el
tiempo, este momento era uno de ellos. Gustábamos con deleite de las gildas
y de la estancia, entre sonrisas, aúpas y algún que otro canto de los
improvisados chiquiteros. Y me sentía feliz.
No hace mucho regresé al Negresco, ya sin Antonio. Y no fue
lo mismo. Nada desde su ausencia es lo mismo. Pero algo en mi interior me decía
que intentara disfrutar de ese feliz instante como antes. Me costó hacerme con
unas gildas, pero al final lo conseguí. Y una voz me decía, “disfruta gigante,
disfruta”. Y siguiendo tu mandato, así lo hice, Antonio. Las gildas, en tu
recuerdo, como siempre, espectaculares.
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